NO TE VERÉ MORIR: Literatura exquisita

Suele decirse que no hay que juzgar los libros por las tapas, pero con No te veré morir, de Antonio Muñoz Molina (Seix Barral, 2023), es un poco inevitable. Qué bonita es. Su cubierta. Se trata de una pintura de Joseph Lorusso titulada Kisses in the rain, enmarcada dentro del realismo americano contemporáneo.

Uno ve esta cubierta y el deseo de leer la novela que se encuentra en sus páginas es casi un acto reflejo. Lo bueno de esta circunstancia es que No te veré morir, que no es un título muy comercial ni especialmente llamativo por su dramatismo, resulta ser una joya repleta de literatura exquisita, de esa que se admira por su excelsa construcción y se saborea por la fabulosa destreza narrativa de la que hace gala. Es decir, que No te veré morir es bonita por fuera pero también por dentro.

Cuenta una historia de amor, la de Gabriel Aristu y Adriana Zuber, compañeros de clase y de vida fuera de ella mientras son adolescentes, pero sus familias son demasiado diferentes y el destino no les permitirá estar juntos. Ella se queda en la España gris de la posguerra y él se marcha a Estados Unidos. Pero un reencuentro los aguarda… cincuenta años más tarde de su último adiós.

Cubierta de la novela de Anonio Muñoz Molina No te vere morir
Cubierta de la novela

No te veré morir es una preciosidad de novela. Dividida en cuatro partes, la primera está escrita en total continuidad. No hay puntos, todo el relato se desarrolla con la celeridad que aporta esta decisión estilística. Es complicada, no es fácil dominar los tiempos, el pasado y el presente, y los personajes que se van cruzando en ellos. En su mayoría, están perfectamente delimitados pero por momentos dejamos de situarnos en el lugar correcto. Son momentos muy puntuales pero los hay, y eso lastra la brillantez del conjunto, que es espléndido, pero no redondo.

La segunda parte de No te veré morir es exquisita. Muñoz Molina cambia de personaje, de punto de vista, y nos sitúa en otro ángulo de la historia. Pero no sabemos en cuál. Aquí sí encontramos puntos, las frases, los párrafos, son ya más convencionales, aunque la literatura que los arropa sigue siendo de una calidad portentosa, en ese aspecto de convencional tiene más bien poco. Pero comenzamos a saber de un tercer personaje que no se nos presenta, que mantiene sostenido su misterio. Lo importante es la historia que nos cuenta y su relación con Gabriel Aristu, aunque vaya divagando por tramas que tampoco van a completar la central pero que constan porque son parte de quien es él fuera de su amistad con el protagonista.

Enfilando la recta final de la novela otras dos partes van a cerrarla. Ya sabremos quién es el aquel que no quiso presentarse en la segunda y cómo encaja en el todo que nos falta. Y al juntar las piezas sabremos que es un secundario adorable, de esos que resultan ser superiores incluso a los que deberían serlo por peso narrativo. Él y Adriana Zuber, otra maravilla que merece saltar, en una actriz con clase y talento, de las páginas a la pantalla.

Adriana Zuber es el alma de No te veré morir, un personaje lleno de sabiduría, de elegancia, con una personalidad que llena hasta los momentos en los que no ha estado presente. Porque sabemos que todo gira a su alrededor, de forma implícita o explícita, y es una gozada que lo haga, que influya de esa manera en un relato que siempre gira en torno a dos pero en el que casi de manera permanente falta uno de ellos.

Como lector se agradece que se escriban, y se editen, novelas tan bien concebidas, llevadas a cabo con un evidente deleite por las palabras, por su sonido y la precisión con la que van formando frases de una elaboración suntuosa. Pero es que además la historia que descubrimos en esta exhibición de gran literatura es de una belleza apoteósica. También es dura. Saber qué ha pasado con aquellos jovencitos que se enamoraron hace cincuenta años no trae muchas alegrías, y es que la vida, cuando no estamos soñando, es un conflicto diario en el que tienes que decidir si luchar por lo que quieres o por lo que crees que es mejor para ti. Y saber distinguir si son lo mismo o si ambas opciones nada tienen en común.

No te veré morir es una de esas grandes novelas que todo lector guardará en su memoria. Una experiencia única llena de ritmo y belleza que querrá recomendar a otros en cuanto llegue a la última página y lo cierre. Y le dé la vuelta para volver a recrearse en su maravillosa cubierta.

Silvia García Jerez

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