MONOS: La jungla de la adolescencia

Monos, la película que intentó colarse en las nominaciones a los Oscar por Colombia, que debía haberlo conseguido aunque frente a Parásitos, y en menor medida a Dolor y gloria y a Los Miserables, la elección del país galo, no habría tenido nada que hacer, es un film memorable sobre el modo de vida en la selva, sobre cómo aunque haya una organización detrás que, cual Gran Hermano te vigile, en realidad tú eres el amo de tus propias decisiones. Pero te tienes que atener a las consecuencias incluso con los que te rodean.

Alejandro Landés, director de Monos, nos cuenta en ella las aventuras, tanto exterior, en las localizaciones del Parque Nacional Chingaza, donde tiene lugar la mayor parte de la cinta, o en el norte del río Samana, en el que sucede uno de los momentos clave del relato, como interior de unos personajes que se van haciendo más fuertes a medida que el grupo al que pertenecen se desintegra. Una contradicción que suele darse en las narraciones cuando se desata el drama.

La Organización los tiene bien controlados. O eso creen ellos, porque este grupo de chicos, adolescentes guerrilleros que reciben desde el comienzo entrenamiento militar y tienen que custodiar a una vaca para que les dé la leche que los mantenga con salud, vaca que más adelante tendrán que devolver, en realidad va a sufrir una catarsis, un punto de inflexión en el que todo se descontrole y las órdenes tengan un rumbo pero las acciones que le sigan se vuelvan incluso peligrosas para ellos mismos.

Porque además de a una vaca tendrán que custodiar a una doctora americana, una mujer que hará todo lo posible por escapar de su vigilancia, y de su violencia, y dicho personaje los llevará a otro estatus de comportamiento y de rigor en el grupo. Todo en él se tornará más y más oscuro hasta que la atmósfera que los rodea se convierta en algo asfixiante y terrorífico.

Los chicos, custodiando a la doctora mientras escuchan a La Organización por la radio

Monos es una de esas películas que hay que ver en pantalla grande. Al igual que Ema, anterior film que nos trajo su distribuidora, BTeam, son películas que requieren de una inmersión total en las imágenes, debido a su cuidada estética, a su fotografía imponente, en este caso firmada por Jasper Wolf o a una dirección artística que no por tratarse de escenarios naturales tiene menos mérito captar, porque hay que saber sacarle partido narrativo a aquello que nos rodea.

Y Monos supone un trabajo monumental. Además a todos los niveles. El guión, escrito por Alexis Dos Santos y el propio director, basándose en una idea suya, aunque beba de fuentes tan ricas como El señor de las moscas o Apocalypse Now, necesitaba que todo funcionara en la pantalla para que sus páginas se vieran correctamente traspasadas a ella. Y lo cierto es que desde el primer minuto Monos es absorbente y no puedes dejar de acompañar a sus personajes hasta que el relato concluye.

Sus personajes están interpretados algunos por actores no profesionales pero entre los que sí lo son encontramos caras conocidas, como es el caso de uno de los guerrilleros más feroces, Bigfoot, al que da vida Moises Arias, actor norteamericano al que hemos visto en títulos tan populares como El juego de Ender, o de la doctora Sara Watson, interpretada por Julianne Nicholson, uno de los nombres del elenco de Yo, Tonya.

Pero al resto de los chicos no puede ponérsele ninguna pega. Son tan creíbles como los actores que más y mejor usen el método. Nos hacen vibrar con su experiencia, la vivimos con ellos, la sufrimos también, porque Monos habla de animales que tratan de sobrevivir, de chicos que se comportan como primates en la jungla, del instinto que te hace ir más allá si es que lo necesitas. Tanto si eres una doctora que tiene que escapar de sus captores como si eres un adolescente que no ves con buenos ojos lo que está ocurriendo en tu grupo.

El ritmo se acelera, ya no hay marcha atrás. Algunas decisiones marcan y no tienen otro recorrido que la huida hacia adelante. Monos es también eso, madurar, ver que tu situación ha cambiado y actuar en consecuencia.

Qué maravilla de trabajo nos presenta Alejandro Landes. Una vez vista Monos cabe concluir que debía haber estado nominada al Oscar. El Oscar este año, más que nunca, ha dado visibilidad al cine minoritario, y lo ha convertido, tal vez en un espejismo de un éxito concreto, en un cine de masas que se disfruta con las salas llenas. Eso merece que le suceda a Monos. Si no es gracias al Oscar, que sea por el boca oreja, la manera tradicional de encumbrar los títulos pequeños a películas de culto. Lo que se denomina un Sleeper. Monos merece ser un Sleeper.

Silvia García Jerez

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