MILES AHEAD
No lo llames jazz
Como tampoco consideres esta película un biopic al uso, mejor dicho, standard.
Miles Ahead no toca el clásico recorrido de la vida de Miles Davis; el film que es pura improvisación y atrevimiento, como la música del trompetista, permite entrever a través del delirio, los sueños y los recuerdos, un período complicado del instrumentista y que cada cual haga su composición del artista y la persona.
Ya que el personaje, de esos míticos y con leyenda de misterioso y complicado, está soberbiamente explorado e interpretado por Don Cheadle que también dirige el relato entre tiros, puñetazos, ensayos y discos robados, logrando un reflejo reinventado de lo que posiblemente fuera la realidad del músico.
Porque además está su música. Escucharla nuevamente o descubrirla, encajada perfectamente mediante repentinos flashbacks durante la profunda crisis creativa y existencial que le paralizó, lo merece.
Con la narración hábilmente fragmentada entre los ’50 y ’70, Miles Ahead recuerda los años más inspirados cuando vivió con su primera mujer y nos conduce a su resurrección aceptando ese pasado perverso, en la cima. Sin necesidad de rótulos y sin quedar empastado, según la propia estética de la época o el grano gordo en la película, nos sitúa en uno u otro momento con las ensoñaciones como nexo y jugando a la racionalidad de las visiones con causa y por efecto -del ocio, del vicio, de la inspiración o de los analgésicos para su dolencia de cadera-, cobrando pleno significado en el combate de boxeo, cuando intentando rescatar el material con el que volvería al público, intenta a la vez recuperar a su pareja y recuperarse a sí mismo.
Cheadle apuesta por una sincera historia de pérdida y abandono, con actitud de autor y estilo independiente, donde por supuesto que están las drogas y la majestuosidad de una personalidad auténtica, pero a la par, las musas y el primer amor.
Y aunque toma las máximas de Davis casi al pie de la letra, no haciendo algo que ya existe ni llamándolo jazz –música social, que diría el genio-, esta clave de su biografía que arriesga con afán de gustar a todo el mundo, convencerá más a amantes del género cinéfilo y musical.
Lo que queda entre los huecos, golpeando el espacio entre notas, eso es música. Y Miles nació sabiéndolo. Así se lo confiesa al periodista interpretado por Ewan McGregor, quien pretende sacarle de su cueva, un día cualquiera, colándose en el hogar del jazzman osado y coqueto que tras corregir a un locutor en la radio, le pide que suene esa gozada de Sketches of Spain.
Así parece que era. Y el filme lo presenta de manera honesta, melancólica y hasta exaltada y divertida; con aquello que queda entre las grabaciones, los ensayos y los conciertos, rellenando esos vacíos que marcaron su vida.
Y ahí aparece Emayatzy Corinealdi, estupenda como Frances Taylor; la bella bailarina que fue su primera esposa y la primera afroamericana de Broadway, en tiempos de duro machismo y racismo. Con otro carácter fuerte y atractivo dentro de una relación basada en el continuo chantaje y la condescendencia, llegó a renunciar a su pasión por el también compositor al que le enseñó Chopin y del que terminó separándose.
Pero la vida sigue sin permiso y Miles como en el título, tenía claro que hay que ir siempre adelante (ahead), sin mirar atrás, aún con los fantasmas persiguiendo al hombre que huía constantemente del pasado y la repetición.
Miles Ahead funciona y desde arriba, entre las impresiones que deja y la belleza del caos que igualmente marca el ritmo de la música de Davis y la cinta de Cheadle; que cierra también por todo lo alto, en los ’80, cuando el trompetista regresa de nuevas. Como si fuera entonces, en esa década de brillos y colores chillones, asistimos a un gran final de concierto ficticio con el mismísimo actor-director emulando al genio verdaderamente a la trompeta y con Herbie Hancock en la banda que le acompaña…
Mientras los créditos acaban, dura el directo.
Quedan ganas de más, pero siempre está la estimulante banda sonora.
Curiosité Cinematé: Y si quieren más hasta el estreno del revival de Chet Baker por Ethan Hawke, pueden visionar la maravillosa Cotton Club, la genuina El cantor de jazz y la magnífica Ray; aparte de los perfiles filmados sobre Billie Holiday o Glenn Miller y aquellas reflexiones más personales del género por Tavernier, Wenders y Trueba, porque lo que hizo Eastwood con Charlie Parker en Bird es imprescindible.
Mariló C. Calvo