Maricastaña
Gracioso nombre, no les parece?? Me sonó muy bien cuando me lo sugirieron porque suena como viejo, sin ser casposo. Podría decirse que suena “vintage”, verdad?. El local y la comida, sin embargo, nada “vintage”: modernos y muy apetecibles. Así que excelente recomendación. Yo fui con amigas y nos pareció un acierto. Pero si hubiéramos ido con parejas, amigos o incluso con nuestros hijos estoy segura de que también habríamos salido encantados. De hecho, entre los comensales había un poco de todo: un grupos de amigos, una pareja madurita, un pareja “de bollos”, de estos guapos de revista, con un niño de 2 años, que estuvo tranquilamente jugando en el suelo como un angelito, dos lesbianas con embarazo incluido, dos parejas de extranjeros bulliciosos… En fin, muy ambientado teniendo en cuenta las fechas y que era entre semana.
El local bonito y actual, combina un poco de todo en registro variado e informal, con predominio del color blanco.
Se mezcan mesas de madera con mesas de metal azul desconchadas, sillas de madera con sillas de hierro, lámparas más de diseño con lámparas rústicas de barco pero manteniendo todo un buen equilibrio y con un resultado muy agradable. Añadir, quizás, que el restaurante tiene dos plantas; nosotros estuvimos en la planta de arriba, que para mi gusto, con sus dos grandes ventanales a la calle gana frente a la opción “piso subterráneo”. Ténganlo en cuenta, si quieren, a la hora de reservar.
En cuanto a la comida, fue difícil elegir porque todo nos gustaba y todo nos sonaba bien. Y, como las tres llevamos una buena mochila (una el anisaquis, otra las alergias y otra el perpetuo régimen) nos costó bastante ponernos de acuerdo. Pero, a pesar de las limitaciones, lo conseguimos, lo cual ya dice mucho de la variedad de la carta. Al final pedimos cuatro platos a compartir pero, como me atrevo a pensar que no puede ser que acertáramos cuatro de cuatro, estoy segura que todo debe de estar bueno y cualquier elección hubiera sido acertada (bueno, la que había defendido yo, creo que era un poquito mejor…pero es lo que tienen las negociaciones, que todos pierden algo). Empezamos con unas croquetas de jamón y calabaza, atrevidas en la mezcla pero muy ricas. Una lástima que sólo vinieran tres, que para una ración nos pareció justito. Después atacamos una burrata con tomate, rica aunque más tradicional y una “tarta flambée de jamón, higos y parmesanos” que, a pesar, del rimbombante nombre es una pizza finita con todos estos ingredientes, pero más generosa como ración que la de las croquetas y muy recomendable. Para cerrar con la tanda de los salados, una quesadilla de queso y alcachofas con guacamole y pico de gallo, calentita y sabrosa pero que no nos dejo ni lo suficientemente llenas como para no pedir postre, ni con tanta hambre que tuviéramos que pedir otro salado. Así que cerramos con este plato los salados y añadimos a nuestro menu una tarta de chocolate con espuma de plátano, calórica y con diferencia lo más contundente de la cena pero también buena. En resumen, cocina original y conseguida, de corte moderno y sencillo sin grandes sofisticaciones, ni alardes de grandeza.
Por último comentar que el servicio, aunque es muy amable en mi opinión resulta algo escaso para la cantidad de gente que tienen y como consecuencia, aunque se ve que se esfuerzan mucho en agradar, resultan un poco atolondrados. Animo al dueño del negocio que, manteniendo el servicio actual, que resulta excelente, lo refuerce un poco para que al comensal no le acaben dando ganas de echarle una mano al camarero que va acelerado corriendo de un sitio a otro.
Ah, y se me olvidaba, la cena la regamos toda con un tinto de verano, fresquito y muy apropiado para la época, que ayudo a que la conversación no decayera en toda la cena y que pudiéramos tratar temas de tan alto nivel como la reencarnación, nuestras dudas sobre la validez de la democracia en un entorno económico como el actual…y de ahí pasáramos a los toros, al resurgir del populismo y por último, a los libros que debíamos leer este verano (casi todos de intriga y amores) y a temas más banales como porque antes decíamos “amigo con derecho” y ahora decimos folla-friend. ¿Nos estaremos acanallando?. En fin…
El precio de todo, con propina incluida fue de 69. Seguro que no se les olvida. A dividir, 23 por barba.
En resumen, restaurante merecedor de las 3 B: buen local, buena comida y buen precio. Un sitio para repetir y, la próxima, a negociar un poco más duro con mis acompañantes los platos y a ver si consigo pedir los Dados de atún marinados en soja con brotes de alfalfa y fresas y los Tacos Maricastaña de pollo tandoori con guacamole y pico de gallo, que encima los vi pasar por delante de mis narices y tenían una pinta excelente. ¿Nos veremos por allí?