LOLO, EL HIJO DE MI NOVIA: amor en exceso
Que Lolo, el hijo de mi novia sea el título de la nueva película de la actriz francesa convertida en directora Julie Delpy, y que el chico cuyo nombre bautiza la cinta sea el hijo del personaje de la estrella da una idea de quién va a centrar la historia de una mujer adinerada que se enamora de un pueblerino genio de la informática. Y tratándose de una comedia, ya podemos deducir que estamos ante una especie de Solo en casa versión romance en la ciudad de la Torre Eiffel.

Lolo, adolescente tardío a sus 19 años, actúa con todo hombre que entra en su hogar con la intención de convivir con su madre como si éste fuera un ladrón que quiere apropiarse de algo que sólo a él corresponde. Su simpatía y buena predisposición es una pantomima y desde el inicio adivinamos sus intenciones, que no tardan en confirmarse al poco tiempo de comenzada la película.
Sus métodos, eso sí, irán cambiando, y su sofisticación se hará incluso delirante. Tanto que la gracia que provoca inicialmente, con bromas a nivel de travesuras, se tornan salvajadas que ponen en duda el cariño que personajes como el suyo se ganan habitualmente dentro del género.

Julie Delpy ha construido, con su sexta película tras las cámaras, un retrato excesivo tanto del amor en la pareja, con la inseguridad generada por las situaciones que provocan los maquiavélicos planes del chico, como del amor entre madre e hijo, con el peso que tal relación puede llegar a tener en el seno de una familia de dos que no desea romperse más de lo que ya está.
Pretender ser divertida no implica conseguirlo, y mucho menos que se logre al dar por hecho que así será. No lo hace, llega incluso a cansar tanta maldad junta, a un nivel que llega a ser injustificable, hasta el punto de que el mejor personaje de la cinta es alguien completamente ajeno al epicentro del relato.
Se trata de Ariane, a quien encarna la actriz Karin Viard, rostro conocido por quienes vieran La familia Bélier, en la que daba vida a la madre sorda de la oyente protagonista. Su cometido aquí es el de convertirse en la mejor amiga de Violette, la Julie Delpy de ficción, y lo hace con una perfección tal que se adueña de la pantalla y nos seduce con su ingenio cada segundo de su presencia en ella.
Es la secundaria inolvidable que suele convertirse en el centro de atención. Sus consejos sobre los hombres y el sexo generan carcajadas en la sala por su desinhibición y su naturalidad y raro será que más de un espectador no la asocie con Samantha Jones, el carismático personaje de Kim Catrall en la serie Sexo en Nueva York.
Pero más allá de quién quede en la memoria, la estrella de la película es Dany Boon. Porque es el novio que sufre las desdichas y porque en Francia está considerado como tal desde que Bienvenidos al Norte funcionara como si de un blockbuster se hubiera tratado. En Lolo, el hijo de mi novia, cumple sin mayores estridencias, se ajusta a su cometido y su labor entretiene al ser el blanco de los disparates.

Julie Delpy estuvo en Madrid para presentar la película y aseguró que a pesar de que su nombre, el de la directora, es el de alguien que lleva gente a los cines, no consigue con facilidad la financiación que sus películas necesitan: «He hecho Lolo, el hijo de mi novia, por menos de la mitad de lo que cualquier comedia francesa tendría. Dany Boon cobró el diez por ciento de lo que cobra. Las películas, por muy pequeñas que sean, necesitan mucho dinero para producirse, y no sé cómo voy a hacer la próxima con la mitad de lo que está previsto que cueste.»
Su último trabajo, éste que ahora se estrena, incluye una escena con una celebridad. No se trata de un cameo porque está acreditado y por lo tanto se puede hablar de él, y así lo hizo la directora, también guionista: «Escribí la escena en la que aparece Karl Lagerfeld precisamente para él. Y es que tengo amigas que trabajan en Chanel y una de ellas habló con él y él no tuvo ningún problema en hacer el papel, lo haría encantado. Lo malo es que a él le da miedo meterse en el metro, y como la escena transcurre allí abajo, eso sí fue más complicado. Por lo demás, es un hombre encantador y muy divertido.»
Silvia García Jerez