Las CAZAFANTASMAS – Ghostbusters’ 16
Volvería a llamarles
Parece que últimamente no hay mayor inspiración que la ochentera, tanto en el cine con su tendencia a aquellos remakes como en la televisión y su época dorada por las series actuales. Hasta la última en fascinarnos, Stranger Things, recurre a aquellos maravillosos años con Winona Ryder de protagonista, en una fantástica historia que bien podría venir de S. Spielberg sobre algún relato de S. King con su puntito de J.J. Abrams, gurú de este revival; que no es sólo una recuperación de las tramas y la estética, lo más fácil, sino volver a cierto estilo inocente y blanco, sin imposturas y sin dejar de ser inteligente.
Manteniendo ese espíritu pero treinta años después, se estrena la tercera entrega de Los Cazafantasmas como remake de la primera -inexcusable comedia de terror de los ’80-; con una panda de investigadoras de lo paranormal que salvarán igualmente Nueva York de espectros mocosos y demás ectoplasmas, como ya hicieron los peculiares expertos en parapsicología que fundaron la empresa del mismo nombre y se convirtieron en leyenda.
Tras una revolución en las redes sociales ante las promos que iban llegando, tachando de feminista o machista una u otra -que ni merece una frase más por lo absurdo que me resulta-, llega por fin esta versión tan disparatadamente comentada y que está francamente bien, conservando cierta nostalgia pero sin justificarse en el pasado ni regodearse en los cameos -que los hay-. Y sí, suena el hit, varias veces como tema original y otras tantas, modificado.
Cazafantasmas III entretiene, como debe ser en este tipo de films, siendo su mayor logro la tarea nada fácil de cuasi repetir la simplicidad de la historia tres décadas después y sin perder la sonrisa. Sin abrumadores efectos especiales pero con sus clásicos, mejorados, y con un buen ritmo en casi las dos horas del metraje, gracias al humor y la complicidad del cuarteto femenino que mantiene viva la aventura.
¿Qué hay más mujeres en este nuevo reparto? En la mayoría de las películas abundan los hombres -y mucho fantasma- y apenas lo notamos, por mucha queja que haya. Así que eviten fantasmadas de género y disfruten de una cinta que mola, con unas cómicas de nivel.
Vuelven con un despido de la facultad por comienzo, con una desternillante peineta del rector incluida, esta vez, para las dos amigas defensoras de la existencia de fantasmas –Kristen Wiig y Melissa McCarthy– que deciden continuar sus estudios sobre lo desconocido, en un local alquilado encima de un restaurante chino; donde ensayan sus métodos y prueban los artilugios atrapa-espectros, creados en esta ocasión por una rubia –Kate McKinnon– más MacGyver que tonta, quien explica cada cachivache en gags a lo Bond y con gracia.
El equipo se completa con una taquillera del metro –Leslie Jones- que suministra los nuevos uniformes, muy en la línea de los anteriores monos de trabajo, y consigue un fúnebre ECTO-2 que tunea muy ad-hoc. Ella que ha sido testiga de la primera aparición fantasmagórica, no llama a los ghostbusters para su rescate; espera a que el trío la tenga en cuenta para poder apresar al ente y convertirse en una cazafantasmas más –tan servicial a la comunidad como las restantes, que ni van de heroínas del más allá-.
Mencionamos a Chris Hemsworth ya que por primera vez resulta ingenioso y se le entiende perfectamente -de brujería, oigan-, aún con el continuo juego de palabras que practica cual secretario guapo e inepto -que ni resulta cliché-, contratado por las chicas para animarse la vista y atender el teléfono. Pero olvidaremos a Andy García como el político que engaña a los medios y la sociedad, mientras un loco -a destacar, Neil Casey– desea que triunfe el mal ante la indiferencia de los demás. Y aunque esto último sea más de terror y se parezca a la realidad, sigue siendo una ficción de comedia.
Si en la de los ’80, Dan Aykroyd y Bill Murray conseguían atrapar al fantasma Marshmallow cuando Sigourney Weaver era el diablo vestido de rojo en un ático neoyorkino -todo muy de la época-; aquí se le invita a un concierto de heavy metal y el muñecote se hace más malote, reencarnándose en un chulazo entre otros espíritus de maniquíes y marionetas que también molan.
Y por si queda aguna duda de paridad o cuota étnica en la pantalla, el realizador Paul Feig –conocido por La boda de mi mejor amiga aunque ha dirigido algún capítulo de Man Men, Rockefeller Plaza y The office, USA- se burla de la saga y lo políticamente correcto con una negra preguntando si lo suyo, ¿es por racismo o machismo? (efectista pero diver como las bromas cinéfilas sobre Ghost y Tiburón)
El film quizá se enreda de más al terminar, alargando un doble clímax innecesario; pero aguanten ese típico baile final y las fotos del novio de la Pataky (sin chispa ya durante los créditos), porque hay chiste final…
¿A quién van a llamar?
Mariló C. Calvo