LA PUERTA ABIERTA: dolor, ternura y risas en la corrala
La puerta abierta es un título curioso y mucho más cuando descubrimos que se trata de un drama que explora, desde tres puntos de vista, el mundo de la prostitución callejera. Pero en cuanto nos metemos en la vida de Rosa y de su madre, comprendemos perfectamente que la película nos habla de dos mujeres, una que ejerce el oficio más antiguo del mundo y otra que ya no puede seguir ejerciéndolo. Una que se marcha a trabajar cerrando la puerta y otra que no soporta la soledad de la casa en la que viven y necesita tenerla abierta, dando así directamente a la corrala, fisgoneando chismorreos cuando menos, broncas cuando más.
Completa el triángulo Lupita, un transexual también metido en el negocio, que, como buena amiga de las anteriores, hace y deshace con la puerta cuando la situación lo requiere. Y lo requerirá unas cuantas veces, ya que una de las prostitutas que vive en la comunidad fallece debido a una sobredosis, pero antes de que encuentren su cuerpo sin vida su hija huye del hogar hacia el de Rosa por la puerta abierta que ha dejado su madre.
A partir de entonces ya nada será lo mismo, todo se irá complicando para estas tres mujeres que, sabedoras de aquello a lo que se exponen se ven abocadas a continuar con la situación que se les presenta.
Drama pero también comedia. Y mucha. La puerta abierta es una mezcla de géneros, todos bien ensablados, insertados en el momento justo. Si ahora esto duele, lo siguiente te hará reír. Si algo resulta tierno luego tenemos el puñetazo, pero tras él vendrá un soplo de aire fresco. Todo ello de la mano de unos giros prodigiosos, completamente lógicos con la progresión de unos hechos encaminados a ir cerrando tramas, aunque parezca que abre tantas como puertas.
Porque sí, el film abarca muchos temas, muchos personajes y muchos acontecimientos, pero lo hace con un ritmo que no decae. Al contrario, sube hasta convertirse en una fiesta a la que todos estamos invitados.
Carmen Machi, Terele Pávez y Asier Etxeandia son los actores que llevan las riendas de la película. A ellos se le une Lucía Balas, la pequeña Lyuba que desata la cadena de acontecimientos. El problema es que ella, al ser una niña, ya no puede optar a los premios Goya. Hace años probablemente hubiera obtenido candidatura, pero la Academia, en 2012, eliminó esa posibilidad para todos los intérpretes menores de 16 años.
Carmen Machi, en cambio, sí puede ser nominada. Y debería serlo, junto con sus compañeros de viaje. El duelo de divas, en el buen sentido del término, el de diosas de la pantalla, no el de leonas que compiten entre sí o por magnificar sus privilegios frente a la contraria, es prodigioso. Cabe preguntarse quién necesita efectos especiales cuando tiene delante a Carmen Machi y Terele Pávez frente a frente, que son puro espectáculo, mirándose desafiantes, tratando sus personajes de imponer sus voluntades. Se trata de dos genios, dos monstruos de la interpretación que juntas son comparables, y más en esta película, a las Bette Davis y Joan Crawford de ¿Qué fue de Baby Jane?.
Por su parte, Asier Etxeandía se convierte en Lupita, delicioso y divertidísimo tercer vértice. Frases para enmarcar y una actitud de amiga hasta en el infierno hacen de la interpretación de Asier una de las más memorables del año. Y es que si cada vez que te abren la puerta provocas alborozo, y le alegras la existencia a los inquilinos que te esperan y el rato al espectador que te mira, algo debes estar haciendo bien.
La puerta abierta está dedicada a Amparo. Es presumible que esa Amparo sea Amparo Baró, otra de las grandes actrices de las que ha gozado este planeta, con la que Carmen Machi coincidió en la serie 7 vidas y de la que ya fuera hija en las representaciones de cuatro horas de Agosto (Osage County) en el Teatro Valle-Inclán de Madrid, la misma obra que años más tarde se llevaría al cine con una Meryl Streep algo menos excelsa que nuestra Amparo. Y es que fue a ella a quien primero se le ofreció el papel de María Luján, la madre de Rosa, la prostituta que fue magna y ahora es mito. Pero Amparo, a punto de empezar el rodaje, tuvo que declinar su participación en él: ya estaba enferma y le pasó su cometido a la actriz que ella consideró lo haría igual que ella. No se equivocaba.
Es una lástima que Amparo no haya podido vivir para ver el resultado. Marina Seresesky, guionista y directora, ha compuesto una de las más bellas notas del cine español de este año. Tierna y amarga, dulce y dolorosa, La puerta abierta es uno de esos títulos que merecerían copias en todos los cines a los que llegan las superproducciones. Ésta es un poquito más modesta, pero su visionado produce las sensaciones que deja la más monumental de las películas.
Silvia García Jerez
¿No hay nadie que supervise y corrija los continuos errores, las múltiples inexactitudes que se cometen en los textos? ¿Joan Crawford en «Canción de cuna para un cadáver? ¿»Agosto» en el Teatro Español? Y de este cariz y más, un desconocimiento máximo sobre cine, pueden ponerse mil ejemplos.
Gracias por la correción, de nada por la información. Quedan muchos errores por ahí, en otros escritos, pero no voy a seguir haciéndoles el trabajo, menos aún cuando «atienden» de ese modo a los lectores (que, una de dos, o saben poco sobre cine -por eso no se quejan- o no existen -o han huido, como hago yo definitivamente, aunque tendré noticias, supongo, porque en la redacción hay quien pasa buenos ratos navegando por aquí y descubriendo nuevos gazapos, errores garrafales que ofenden a la profesión-).