LA MONJA: Expansión del universo Warren
Supimos de La monja por primera vez en Expediente Warren: El caso Enfield, en 2016. En esa película, mientras Ed y Lorraine Warren investigan al demonio que está haciendo imposible la vida de la familia Hodgson, una invitada muy especial surge para aterrorizarnos en una trama secundaria que persigue al matrimonio con la medium más famosa del cine de este siglo. Y digo de este siglo porque del pasado lo fue la fantástica Tangina de la trilogía Poltergeist.
El personaje de la monja, la invitada a la que el anterior párrafo hacía referencia, fue, posiblemente, el mayor acierto de la secuela de The Conjuring, la película en la que conocimos a los Warren y en la que comenzó un universo cinematográfico ampliado también con los spin-off de la muñeca Annabelle.
La monja, ente ficticio en la vida de los Warren, aterrorizó tanto, casi más que la historia real que cuenta uno de los muchísimos casos a los que los Warren se han enfrentado, que Hollywood rápidamente vio un proyecto de spin-off en ese personaje, por lo que se puso teclas a la obra a escibir el guión de la película que ahora llega a las carteleras.
Auspiciada por James Wan, director de los dos Expediente Warren, y genio indiscutible creador de sagas como Saw o Insidious, posiblemente el director de cine de terror más brillante de las dos últimas décadas y seguro que de los mejores de la historia, Wan sirve la idea de la cinta al guionista Gary Dauberman y también es uno de los productores. Dirigirla ya no, porque con el Aquaman que va a estrenar en nuestro país a finales de año también el pobre tiene que dormir.
Y se nota que James Wan no está tras las cámaras. En su lugar, el casi principiante Corin Hardy, director sobre todo de vídeos musicales, que tiene su mérito pero que no son películas comerciales de larga duración. La monja sí, y una vez vista es preferible volver a los Expedientes que le dieron origen. O a cualquier otro trabajo de Wan.
Porque La monja no aporta nada nuevo al género. Es una lástima pensar en la atmósfera que Wan sí habría sabido crear, en los movimientos de cámara que nos habrían asustado de verdad y en el virtuosismo de un resultado final aterrador.
En su lugar tenemos una historia a la que si le quitamos el esqueleto que forma la sinopsis, un ‘tradicional’ suicidio de una monja en un convento apartado de todo en Rumanía que el Vaticano quiere esclarecer, por lo que manda al lugar a un sacerdote con un oscuro pasado y a una novicia que todavía no ha tomado los votos, para que se ocupen de averiguar qué sucedió, si le quitamos este punto de partida argumental y nos metemos en los detalles, en el desarrollo, el guión resulta no tener ni pies ni cabeza.
Y los sustos tienen aún menos sentido. Soltados a lo loco en medio de la pantalla, más por acumulación que por la lógica que impone el relato, llega un momento en que la saturación de fantasmas al acecho de los protagonistas deja de tener tensión y se convierten en una sucesión de sobresaltos que, también hay que decirlo, son más que esperados por el contexto en el que tienen lugar.
Por lo tanto, La monja, de la que cabía esperar bastante más por ser el personaje que vimos nacer de manera tan espectacular, deambulando por los pasillos de una casa, apareciéndose en los espejos y siendo pintado por una Lorraine Warren que se obsesiona con ella con razón, no es sino un título decepcionante del que esperamos un terror que no llega, con unos personajes interpretados por actores que no transmiten nada, sobre todo la novicia a la que da vida Taissa Farmiga (hermana de Vera, la actriz que interpreta a Lorraine… la diferencia entre las dos es abismal), y una tensión que nunca se materializa porque la dirección no tiene la fuerza que necesita para lograrla. Sin James Wan a los mandos, el universo Warren tiene menos sentido.
Silvia García Jerez