LA FUNCIÓN QUE SALE MAL: Perfección en escena

Siete temporadas lleva ya. La función que sale mal lleva siete años representándose en Madrid, y siempre con un éxito descomunal. El que se merece, vamos. Escrita por Henry Lewis, Jonathan Sayer y Henry Shields, basada en sus propias experiencias en el escenario, nació como una comedia teatral de Mischief Theatre estrenada en Londres en 2012 que narra el estreno de la obra ‘Asesinato en la mansión Haversham’ de un grupo de teatro amateur en la que todo lo que puede salir mal sale peor.

La trama es una parodia de las novelas de Agatha Christie en la que un detective tiene que encontrar al asesino del personaje que comienza la obra ya muerto en la lujosa mansión en la que todos sus habitantes están siempre de punta en blanco. Y en esta mezcla de policíaco con Monty Python cada cosa por su lado va fallando poco a poco, desde el atrezzo, que se va cayendo hasta el olvido de los diálogos por parte de los actores, quienes a pesar de todo intentan continuar como si los errores no se estuvieran sucediendo.

Originalmente estrenada en el teatro La Latina en Madrid, en esta ocasión, durante su séptima temporada, podrá verse en el teatro Amaya hasta el día 11 de enero de 2026, y os recomendamos que vayáis. Que incluso repitáis, porque habrá momentos en que las risas del público no dejen escuchar los diálogos. Aunque bien es cierto que los actores tienen muy bien medido el tiempo para dejar lugar a las carcajadas sin pisarse con ellas.

La función que sale mal es de esas obras que empiezan antes de que empiecen. Mientras el público va encontrando sus asientos los actores ya están haciendo cosas. Ajustando el atrezzo. O intentándolo. Los ves por el escenario y por el patio de butacas. Ese tipo de cosas en una obra de teatro son maravillosas. Te meten en la ficción ya desde que entras. Y vas viendo el decorado, que es también fabuloso: El salón de una mansión con todo nivel de detalle. O casi. Faltan los últimos retoques…

Un momento hilarante de la función

Dirigida por Alberto y David Blasco, La función que sale mal es una genialidad pero requiere mucho trabajo detrás. Para que todo salga mal cuando tiene que hacerlo, para que los actores parezca que se olvidan de lo que es preciso y en el momento justo. Para que todo salga, en definitiva, perfecto.

Y lo hace. Menudo espectáculo es La función que sale mal. Una gozada. Risas garantizadas desde el primer momento. Carcajadas incluso. Todo el rato, algo que es sumamente complicado. De verdad, qué poco valorada está la comedia y qué difícil es de hacer. Decir a la salida de una obra o de una película en la que no has parado de reírte ‘es una chorrada pero me he reído un montón’. ¿Se es consciente de hasta qué punto se tiene que trabajar para lograr un hito así. ¿Cuántas películas como Aterriza como puedas funcionan a ese nivel de risa sostenida a lo largo del metraje? No tono de comedia, no, risa, carcajada continua. Si lo piensas bien, muy pocas. Eso tiene un mérito tremendo. La función que sale mal se compara con el surrealismo de los Monty Phyton pero también podría situarse al lado del Peter Bogdanovich de ¡Qué ruina de función! o de ¿Qué me pasa, doctor? Es decir, en un nivel superior en el que sólo pueden situarse los elegidos.

Humor blanco, nada ofensivo, recorre las páginas de una obra que es en realidad un homenaje a los oficios del teatro. A los actores, a los directores, a los técnicos, a los autores. Incluso a ese tipo que en la oscuridad de la sala es responsable de que todo suene bien. Y en su momento. Todos los trabajadores del teatro son importantes y todos están detrás del decorado atentos a que cada cosa, atrezzo, vestuario, luces, música. La función que sale mal les honra. Viendo esta sátira, en la que a todos les sale todo mal y se hacen visibles para ayudar a sus compañeros, nos damos cuenta de lo importantes que son y de cuánto les debemos a la hora de apreciar el espectáculo del que estamos disfrutando.

Nada está mal aquí, aunque no lo parezca. Ni repetir le resta encanto. Las obras superlativas mantienen su grandeza temporada tras temporada. Y siguen teniendo éxito. Porque, admitámoslo, en un teatro no hemos visto nunca algo así. Un follón continuo con actores que hacen ver que ahí no ha pasado nada. El espectáculo debe continuar y ellos hacen lo imposible porque así sea. Y nosotros no lo pasamos en grande asistiendo a la manera en la que intentan que no se note, que es la mejor manera de que se note más.

La función que sale mal es asombrosa. Una obra maestra de la comedia, del gag visual, también llamado slapstick. Una genialidad que a pesar de poder compararse con otras de las mismas características en realidad tiene una personalidad propia tan marcada que al citar el título de la obra la referencia es ella misma. La función que sale mal es, por lo tanto, única. Nació redonda, lo sigue siendo y como tal se mantendrá. No tiene rival. En realidad es, porque lo hemos comprobado, ‘la función que sale a la perfección’.

Silvia García Jerez

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