KIN: Ciencia ficción sin ciencia ficción
En Kin, el cine y la tecnología vuelven a darse la mano. Pero esta vez la tecnología no es la protagonista, como se pudiera pensar viendo el cartel de la película, lleno de luces luminosas como si fuéramos a entrar a una aventura tipo Tron, el original y el remake, o Ready Player One. No, esta vez es la parte dramática del film va a ser la importante.
Tal circunstancia puede desestabilizar algunas expectativas. Porque Kin habla sobre todo de la familia, del refugio que supone tanto en los buenos momentos como en los malos, y si creíamos que íbamos a ver una cinta de ciencia ficción, hay, nunca mejor dicho, que cambiar el chip, porque esa no será la parte con más peso.
Kin la protagoniza un chico, un adolescente de color llamado Eli (Myles Truitt), cuyo hermano, Jimmy (Jack Reynor) sale de la cárcel tras seis años en ella y vuelve a casa con un pasado que aún le pisa los talones.
Porque a Jimmy lo persigue la banda de Taylor Balik (James Franco), que le hizo favores estando entre rejas y ahora Jimmy les debe seis de los grandes. Dinero que no puede pagar, aunque sabe cómo conseguir. Pero su padre (Dennis Quaid), un hombre íntegro y justo, no aprueba nada que no esté dentro de la ley.
Un enfrentamiento entre la banda, Jimmy y su padre tendrá consecuencias nefastas y Eli, al margen de todo, admite la nueva vida que su hermano le propone, sin saber que en realidad están huyendo de algo con lo que, les guste o no, tendrán que lidiar cuando llegue el momento.
Lo que por su parte Taylor y sus hombres desconocen es que Eli ha encontrado un arma, enorme, extraña y muy potente, con la que luchar contra quien haga falta, y gracias a lo que ésta impone y a los efectos que causa se les une a la aventura Milly (Zoë Kravitz), una bailarina ávida de dejar su trabajo y encontrar una libertad que no tiene.
Basado en el cortometraje Big Man, de Johnathan y Josh Baker, éstos realizan con Kin el largometraje al que todo cineasta aspira cuando crea una historia corta con la intención de tener éxito y extenderla a película con un apoyo financiero mayor. Así, uniéndose a Daniel Casey en las labores de escritura, nace la ópera prima de los Baker.
Kin supone una reflexión interesante sobre cómo la familia está ahí para ayudarte, sobre la necesidad de hacer las cosas bien y no saltarte la legalidad a la hora de actuar… y todo eso está muy bien, pero habíamos ido a ver una película de ciencia ficción.
Normalmente, en un film de ciencia ficción prima este género por encima del drama que contenga, que por supuesto tiene que tenerlo, es una base fundamental, como lo sería si fuera la comedia, caso de Cazafantasmas. Pero cuando la ecuación da la vuelta y es el drama el que predomina, con unas gotas de fantástico en él, el resultado no es sobresaliente.
Mucho menos cuando salimos de ver la película con más preguntas que respuestas, porque al finalizar nos damos cuenta de que la ciencia ficción era, en efecto, más importante de lo que el film muestra, y por lo tanto solo caben dos opciones: o sus responsables creen que habrá una segunda parte para contarnos lo que falta, o no sabían exactamente hacia dónde querían llevarnos y cubrieron la historia con el barniz del drama para disimular.
Y es que más allá de la aventura de los dos hermanos, de sus problemas con la ley y con la moral, lo que nos interesa como espectadores son esas pinceladas de un mundo virtual que se nos dan a lo largo de la película, pero que apenas tienen continuidad y saben a más bien poco.
Kin adquiere fuerza cuando la enorme pistola entra en acción, cuando un par de moteros a los que no les vemos las caras utilizan los gadgets que tienen a su disposición para observar los movimientos de Eli y de Jimmy. Kin, en definitiva, se hace grande cuando se parece más a la película que hemos ido a ver.
Silvia García Jerez