JOSÉ ALBERTO GALLARDO
Las obras de José Alberto Gallardo -tanto dramatúrgicas como puestas en escena-, se han presentado en Alemania, Argentina, Argelia, Colombia, España, Ecuador, Francia, Italia, Polonia, República Dominicana, Senegal y México
LA CRONOSFERA: ¿En qué momento de tu proceso artístico te pilló el confinamiento?
Estábamos haciendo una obra de teatro que se llama Sobreexpuesta, es un proyecto al que me invitaron a escribir y dirigirlo para el foro El Milagro.
El Milagro tiene una compañía de teatro estable de jóvenes de entre 28 y 35 años llamada El Milagrito. Me invitaron en enero, en febrero escribí la obra, ya teníamos un tercio de la obra trazada, cuando llegó en marzo el confinamiento. Pensábamos que duraría una semana, 15 días o un mes y queríamos estrenar el 6 de mayo, cuando vimos que esto se podía alargar, la pregunta fue- ¿Qué hacemos con la obra? ¿La abandonamos? ¿Tratamos de seguir trabajando? Comenzamos a trabajar el texto por Zoom, pero solo pude trabajar así dos sesiones, no pude. Comenzamos a buscar otras ideas, finalmente en junio estrenamos una cosa a través de lo que buscábamos el acontecimiento en vivo que llamamos Ficción telefónica, que consiste en que los personajes le llaman por teléfono a un espectador y eso lo presenciaban otros espectadores en el Zoom. En la pantalla estaban los espectadores y el actor/personaje que llamaba. Fue una experiencia muy linda, sobretodo para el que recibía la llamada, porque vivía una ficción casi en vivo. En julio se dijo que abrirían los teatros, volvimos a ensayar y estrenamos el 27 de agosto, con una puesta en escena totalmente diferente; los actores con mascarilla y a una semana para que termine la temporada. Hemos dado un poco más de 20 funciones con dos momentos de paro por probabilidad de contagio. Yo me sentí feliz pero, a la vez me ha arrojado muchas preguntas- ¿Si era pertinente? ¿Si era buen momento para hacer la obra?. Sobre todo si tenía algo que ver con el presente, si valía la pena hacerla con el cubrebocas. Cambiaron muchas cosas: la concepción de la puesta en escena cambió radicalmente, primero por el espacio, teníamos una disposición frontal, pero por la distancia no cabía la gente y lo modificamos para que el público estuviera en una disposición al rededor de nosotros como teatro arena, y entre los actores era una obra muy atascada porque en el texto había golpes, besos, abrazos y todo eso lo tuvimos que restringir.
No hacer nada, es lo menos pertinente.
Como este proyecto lo ensayamos durante la cuarentena, pudimos incluir muchas cosas que surgieron ahí, en ese momento, entonces el tema de las mascarillas ya no fue forzada, es decir, los personajes pasaron por una cuarentena, los personajes conviven en un mundo con el COVID, fue muy distinto. De tener 80 personas previstas de aforo, teníamos 15. También la dificultad de que a los actores con la mascarilla no se les entiende. La realidad ahora es así, ni modo.
LA CRONOSFERA: ¿Cómo queda el teatro en este momento?
Ahora aquí, hay una discusión de que no es pertinente hacer teatro porque puede propiciarse el contagio. Yo creo que no. En un espacio gigantesco hay 15 espectadores, es más fácil que se contagien los actores que los espectadores. Sin embargo hay gente que dice lo contrario.
Hace tiempo vi el documental de los francotiradores en la guerra en Bosnia y había unos actores que seguían haciendo teatro y para ir a su ensayo se hacían la misma pregunta- ¿Para que vas a dar función si nadie va a ir al teatro? Nadie quiere cruzar la calle porque hay francotiradores. Y los actores decían:- pues por eso vale la pena hacer teatro ahora en esas condiciones. Porque manifestaban la vida, manifestaban que estaban en contra de la guerra y de esos francotiradores. Yo soy más de esa idea. No hacer nada, para mi, es lo menos pertinente. Lo intentamos a nivel de pantalla, lo hemos intentado con la ficción telefónica y hoy lo hacemos en vivo, aunque la presencia sea necesaria con mascarilla y distancia.
LA CRONOSFERA: ¿En tu disciplina personal, como te afecta este confinamiento?
JOSÉ ALBERTO GALLARDO: Sobre todo al principio cuando más encerrados estuvimos, pasé por varias etapas. La primera para mi fue un poco espeluznante porque me dio una sensación de que sería el fin del mundo, estaba muy ansioso, no podía dormir y cuando lo conseguía me levantaba ya muy tarde, mi disciplina se rompió y al mismo tiempo me decía, voy hacer muchas cosas y no hacia nada, trataba de leer, trataba de escribir, todo eran intentos. Lo que me mantuvo a flote fue seguir trabajando esta obra y con mis alumnos seguir en contacto con personas que confiaban en mí. La segunda etapa para mi ya fue mejor, retomé el ejercicio, el entrenamiento. Grabé unos videos como tutoriales de entrenamiento a mis alumnos. Me grababa a mí mismo, los editaba y se los enviaba (a mis alumnos), eso me obligó a seguir mi entrenamiento. Una tercera etapa fue cuando ya comencé a salir, ya me iba a ensayar…casi como estoy ahora, ya retomé el ejercicio, la meditación, la lectura, las clases ya no son todas por videoconferencia. Estoy retomando una vida después del confinamiento. La primera etapa me confrontó mucho, me hizo sentirme muy infantil, como cuando tienes vacaciones en la primaria, te despiertas tarde, no sabes que hacer, te aburres, ves la tele. Después fue más fructífera.
Tengo muchas dudas, al principio se empezó hablar mucho del confinamiento, del COVID, de todo lo que estaba ocurriendo, que hasta los filósofos escribían sobre esto. Había entrevistas, había podcast y en nuestro gremio todos decían por dónde tenia que ser la cosa, por dónde no tenía que ser, hacía dónde nos teníamos que mover…fue una actividad frenética. Cuando vemos que esto se extiende y no termina, todos nos comenzamos a callar un poco, incluido yo que escribí tres artículos sobre el tema. Lo que me enseña es nuestra arrogancia en decir hacia donde tenemos que movernos, los teatreros tenemos mucho eso.
Esto me enseña que tengo que callar más y tengo que aprender a escuchar la realidad.
LA CRONOSFERA: ¿Qué has aprendido de esta situación?
JOSÉ ALBERTO GALLARDO: Comenzamos haciendo de manera clandestina la obra y para que «no se nos pasara de tueste», la hicimos sin cobrar y el público que asistió, pensó que iban a presenciar una obra de teatro normal, como si entraran al teatro y fuera un lugar normal, cuando por la pandemia todo era anormal, sobre todo asistir al teatro. La gente vio actores con cubre bocas, el público con distancia de seguridad y eso les empezó a chocar. Sus criticas iban en ese sentido; a los actores les falto esto, a la puesta escena le faltó aquello… Y me pregunté: ¿El espectador no se da cuenta de que los actores llevan mascarillas? ¿Qué están viviendo lo ilógico? El personaje dice: -Te voy a besar. Y se quedaba de pie sin acercarse hasta metro y medio del otro. La expectativa del espectador. ¿Las ficciones no están reflejando necesariamente lo que es la realidad del espectador? ¿Eso es lo que quieren? Y también aquí me refiero a las series, a las películas. ¿Si las ficciones sirven para distanciarnos de la realidad y la realidad no nos gusta, va haber un momento en donde la realidad se va adelgazar de tal forma que no sabremos leerla? ¿O nosotros como creadores no sabemos leer al espectador?
Me pregunto por la pertinencia de lo que hacemos como creadores de ficciones en este momento.
Es una lucha. En un momento, una de las actrices se sintió mal, tenia síntomas y paramos la temporada, se hace la prueba y sale negativa…Todo ese tiempo de espera te hace preguntarte si ¿valió la pena todo el esfuerzo por sacar adelante la obra? ¿Para qué lo estamos haciendo?. Hemos dado funciones con dos espectadores y la gente nos vituperea, nos dicen ¿Por qué están haciendo teatro presencial?
Hay reflexiones que con la pandemia se recrudecieron. Eso sólo expone que no habíamos reflexionado profundamente sobre el hacer del teatro.
Si no nos pensamos como público los hacedores de teatro, nuestro arte se va volver más críptico, ya no va poder dialogar con la sociedad, ahora en este momento eso no existe, el dialogo con la sociedad y el teatro no existe.
La vida es más valiosa que cualquier cosa que hagamos, y algo que la hace muy valiosa es resistir, sin escondernos. Siempre estamos en estado de sitio. Si no es la pandemia, son las instituciones, si no son las instituciones, es la inseguridad, si no es la inseguridad, es la crisis.
Ahora me preocupan mucho mis alumnos, porque ellos se preguntan a dónde van a salir, ¿Al mundo de las series?, ¿Al mundo del teatro?, ¿Del cine? ¿Qué otras cosas se van a demandar del actor, ahora que hay que interpretar frente a cámaras que son un puntito? Yo creo que algo aprenderemos. Estamos hirviendo en ideas, reflexiones. Hemos aprendido hacer las cosas por nosotros mismos, hemos recortado toda la burocracia para realizar proyectos.
Hay que reconocer que el espectador de hoy vive un bombardeo de incentivos, él es el dueño, es quien tiene el poder frente a una ficción. Yo decido dónde veo mi serie, yo decido a qué hora la veo, en dónde la veo y el espacio que quiera, si la veo acostado, sentado… Y el teatro no tiene esa posibilidad, pero el actor tiene la posibilidad de no tener limites. Ahora el actor no solamente es un actor de teatro, si no de cine, y hasta de pantalla telefónica.
El ambiente teatral, necesita ser menos arrogante, pensar más en los espectadores.
Me interesa trabajar a pequeña escala, sin mucha gestión, espacios más reducidos, pocos actores. Monólogos de 10 minutos, un actor. Grabarlo con lenguaje cinematográfico. Pienso en las obras de pequeño formato, el teatro en el actor. Ficciones a domicilio, como Uber, que te llevan pizzas a casa. Así, pero llevarle ficciones al consumidor.
LA CRONOSFERA: ¿De qué te has dado cuenta?
JOSÉ ALBERTO GALLARDO: Ahora he reconocido mucha de mi ignorancia, ha sido golpe tras golpe, con la fortuna de tener una obra de teatro, lo que vivimos no lo ha vivido casi nadie. Estoy volviendo a leer, me siento neófito frente a esto, no tengo porque ser fiel a una técnica o a un dogma. Hay que volver a reinventar cómo será la interpretación, la dirección, la dramaturgia. Todo lo que nos han dicho, no aplica para ahorita. ¿Por qué la presencia? ¿Por qué el teatro tiene que ser presencial? El saldo de esto es que tenemos que usar el tapabocas, todo mundo tiene temor de tocar al otro, no podemos acercarnos. Ahora lo vemos normal, esto generara una disolución de la empatía. ¿Qué nos hace empaticos? Vernos, ver cuando sonreímos, cuando nos miramos, ver nuestra expresión. Cuando estamos en un mundo sin rostros, con una distancia, matamos nuestra pulsion de contacto, de afecto…creo que después de esto va ser más fácil matar a una persona. Nos estamos despersonalizando, deshumanizando, y si esto se extiende, ya no vemos seres humanos, vemos cosas. Y el teatro en su sentido más literal nos devuelve esa humanidad.