Ignacio Mateos: LEJOS DEL MAR era una historia que tenía que contarse
La cita es en la librería Ocho y medio de Madrid, una de las más emblemáticas, por no decir la de mayor atractivo cinéfilo para el amante del celuloide más refinado. Ignacio Mateos, auténtico descubrimiento de Lejos del mar, la última película de Imanol Uribe y la que cierra la trilogía sobre ETA que abrió La muerte de Mikel en 1984 y continuó Días contados allá por 1994, es el intérprete con el que vamos a encontrarnos y nos espera encantador y muy predispuesto, plenamente consciente de que ha realizado un trabajo que vale la pena ver y acerca del que nos vamos a emocionar mientras hablamos.
Mateos ya estaba en Blancanieves, de Pablo Berger, en La banda Picasso, de Fernando Colomo, o incluso en La mula, aquella cinta protagonizada por un espléndido Mario Casas en medio de la Guerra Civil española. Pero es en Lejos del mar donde Ignacio, Nacho, se luce y consigue que su nombre brille por mérito propio en un relato complejo y difícil que dará mucho que hablar a lo largo del próximo año.
LaCronosfera.- ¿Cómo reaccionaste cuando te llegó este guión?
Nacho Mateos.- Lo primero que pensé fue «vaya berenjenal en el que se va a meter Imanol» Pero sí que es verdad que teniendo en cuenta su trayectoria y la manera en la que ha hablado de este tema, él era el único que podía tocarlo de la manera en que lo ha hecho. Tiene películas con un cierto sentido del humor, pero faltaba esa en la que se pidiera un perdón, en la que hubiera una redención del verdugo y se viera a la vez la consecuencia que trae la violencia. Una película en la que descubrir si la memoria puede olvidar o si incluso quiere hacerlo. Y ésta habla de cómo enfrentarte a ello. Y luego estaba mi personaje. ¿Cómo hacer de un yonqui que está enfermo terminal? Pues desde el principio, y conociendo a Imanol, aunque fuera un personaje de nueve secuencias, porque no tiene más, yo me quería meter totalmente en él y al mismo nivel que se metieron Elena (Anaya) o Eduard (Fernández), que llegaron hasta el tuétano. Pero es que así fue como nos metimos todos.
L.C.- ¿Cómo llevas el hecho de saber que tu personaje, pese a ser pequeño, al espectador no se le olvida una vez terminada la película?
N.M.- Mi personaje, leído, en el guión, no tiene tanta presencia, pero es muy importante porque es el nexo de unión entre ellos dos. Ellos se encuentran, o se reencuentran, a causa de este personaje. Y luego tenía algo muy arriesgado porque es el sentido del humor, entre comillas. Es la comedia de la película. Un personaje que está tan hundido, tan terminal, que se vuelve la luz de la película, y eso era complicado. Y tenía miedo de cómo afrontarlo. Pero sí que es verdad que una vez que había trabajado el aspecto físico, luego ya me fue mucho más fácil, porque no tuve que hacer casi nada.
L.C.- Hablando del humor, ¿cómo fue rodar la escena de la cigala?
N.M.- Fue un poco improvisado. Me dieron doce y me mandaron a rodar. Y la verdad es que el equipo se reía mucho y tuvieron que cortar un par de veces antes de que se quedara la última toma. Fue uno de los días que mejor nos lo pasamos, la verdad.
L.C.- Imagino que el rodaje sería muy tenso.
N.M.- No, no, fue un rodaje súper tranquilo, todo sobre ruedas, con unos horarios geniales, y además estábamos en Almería, que por cierto, creo que ha sido el año que más ha llovido allí. Pero todo fue muy bien y también con el equipo hubo una comunión total. Yo tengo en la película más relación con Eduard y él me propuso que estuviéramos viviendo juntos ese tiempo de rodaje. Aparte de la tensión por lo que había que contar, luego hubo muy buen rollo.
L.C.- La película se presentó en San Sebastián. ¿Qué reacción tuvo allí el público y qué reacción crees que puede tener a partir del momento de su estreno comercial?
N.M.- En San Sebastián la película se presentó en el Kursaal, y hubo bastante gente. Reaccionaron bastante bien. Después había un coloquio y con el ritmo de los festivales hay gente que se marcha, pero en este caso se quedó todo el mundo. Sabemos que hubo un pase anterior, con críticos, que no fue tan bien, pero en el pase con público, que era también gente del País Vasco, todo el mundo se quedó y nos hizo preguntas, desde el cine a la historia de la película y sobre el personaje de Elena, que es muy complicado. Porque el problema de esta película es verla con prejuicios, porque es verdad que te cuesta empatizar con ese personaje, pero hay que intentar comprender por qué ese personaje reacciona así, y tendemos a decir «yo eso no lo haría» o «yo eso sí lo haría», y el público que hubo en San Sebastián entró muy bien a la historia. Pero sí que es verdad que a ver cómo reacciona el público a partir del estreno. Sabemos que va a ser complicado, pero es una película que tenía que contarse. Pablo Berger me dijo que Imanol era el único que la podía contar ahora mismo como la ha contado. Hay que tener en cuenta que también es una película sin música, solo con el ruido del mar. Es una película a la que tienes que ir predispuesto. Creo que todavía hay una herida latente en la sociedad por la cual el tema que trata no está superado.
Silvia García Jerez