GUNS AND ROSES
GUNS AND ROSES
Crepusculares hits para un reencuentro tirando de oficio y maneras
Fue un tiempo glorioso para la música en directo. Con pocos años de diferencia, el Vicente Calderón acogía los conciertos de U2, Prince, Madonna y Michael Jackson, siendo para la mayoría su primera vez en nuestro país. También para Guns n’ Roses cuando hace más de un cuarto de siglo, tocaron en el estadio del Manzanares.
La banda triunfó a finales de los ’80 y conquistó los ’90 con su heavy glamouroso, aceptado tanto por los puristas como por los recién llegados al género. Mientras sus posados pasados estaban de moda, salían con tops y sus temas se convertían en éxitos. Luego vinieron más excesos, los egos, la ruptura y las bandas paralelas; también la promesa de no volver a tocar juntos nunca en esta vida; Never in a lifetime, título de la gira que les ha traído de nuevo a Madrid, al mismo lugar (esta vez con mayor seguridad por la nefasta actualidad de los atentados en grandes recintos)
Y ahí estaban, diez minutos antes de la hora prevista, incumpliendo juramentos y leyendas, como resucitados al atardecer y sorprendiendo al público que llenó el Calderón. Saliendo al escenario entre dos pantallones con proyecciones de flores, balas, esqueletos y demás tópicos asociados al reencuentro de Axl Rose y Slash -porque no nos engañemos; es su banda, y Duff McKagan y Dizzy Reed hacen lo que pueden y les dejan-
Pero las estrellas apenas se miraron -con o sin gafas- y mantuvieron la distancia; cada uno a lo suyo, en su lugar y con su pose.
Tirando de oficio y maneras pero con poca complicidad.
Slash con su eterna chistera y guitarra, demostrando aquello de quien tuvo, retiene, marcándose algunos solos que fueron de los mejorcito de la noche. Y Axl con algunos kilos más -las drogas dejadas y los años pasados-, perdiendo voz a la par que cambiaba de atuendo; superponiendo camisetas y chalecos junto a la bufanda del Atletico, como guiño al estadio que en breve desaparecerá para el rock y para el fútbol.
A pesar del tremendo sonido que nos acompañó durante casi toda la noche, la nostalgia y la sucesión de hits conquistaron a una audiencia entregada desde el minuto uno.
Hubiera preferido menos confetti final y mejor equipo de sonido desde el principio, pero la sucesión de canciones sin parón en tres horas sin descanso, valieron la reunión.
Y ya nunca viviremos algo así en esta vida.
Sonaron varias de The Spaguetti Incident?, de las mejores de Lies y por supuesto, la mayoría del Use you Illusion y del mítico Appetite for Destruction; pocos discos hay tan redondos, sea del estilo que sea. Todo un repertorio de imprescindibles que aseguraron el espectáculo de revival.
Arrancando con It’s so easy, cual declaración de intenciones o exorcismo, como advirtiendo de lo fácil que es romper un juramento y montar un show. Y me la perdí. Llegué justo a la hora fijada en la entrada, por el recuerdo de la demora de la última vez que les vi; cuando esperábamos algo más cañero y parecía que venían de resaca, en plan acústico e íntimo y con alfombras en el suelo.
Así que he de confesar que en esta ocasión entré a la tercera; pero para cuando empezaron el cuarto tema, un potente Welcome to the Jungle, ya estaba botando en el Calderón entre los fans de entonces y de ahora.
Enseguida el riff de Sweet Child O’ Mine explota en el Calderón, que corea el tema por encima de Axl y compañía. Entregados todos, aún brillando más los anillacos y collares de Axl que su voz desgañitándose (tengo mis dudas hasta de cierto playback y no por el retardo de la imagen al verlo de lejos cual pureta, desde las gradas)
Empalmaron canciones y tras un par de temas de su último trabajo, Chinese Democracy, que no cuentan y nadie conoce, siguieron con Civil War, Nightrain, Rocket Queen, You could be mine… Y llegaron las versiones: Live and let die, Knockin’on Heaven’s Door; las fantásticas de El padrino y Wish you were here, en las cuerdas de Slash, y una estupenda Black Hole Sun de Soundgarden -en homenaje a Chris Cornell, recién fallecido-, con un elegante eclipse al fondo y un buen sonido en ese momento, envolviendo la emotiva interpretación.
Apareció el piano de cola y comenzaron los acordes de November Rain, aunque ya habíamos escuchado alguna otra de las lentas. Y Patience fue la más bonita. Siempre.
Sin darnos cuenta por el tiempo, reconocemos que se aproxima el final por lo que queda por tocar. Falta la apoteosis. Y suena Paradise City.
Estallan los fuegos artificiales… Where the grass is green…
Y la banda de Axl & Slash se despide de El Calderón con sus pistolas y rosas.
Mariló C. Calvo