F.L.Y.: El prodigio de Vekoma para Phantasialand
F.L.Y. es una atracción excepcional. Nunca te has montado en nada igual. Si te gustan los parques de atracciones, subirte a F.L.Y. debe ser una meta. No hay excusas porque F.L.Y. es apoteósica, es el prodigio de Vekoma para Phantasialand.
EL HOTEL CHARLES LINDBERGH
En el artículo genérico de Phantasialand hacíamos mención a F.L.Y. asegurando que era una atracción apoteósica a todos los niveles y que, por lo tanto, requería un reportaje especial para poder abarcar su grandeza con todos los detalles.
Y es que no es cualquier cosa. Ni F.L.Y. ni el hotel que la rodea, el Charles Lindbergh. Ambos se juntan para formar un área de estilo Steampunk, denominada Rookburgh, que es toda una joya en un parque temático de por sí fabuloso. Inaugurada en septiembre de 2020, tras años de desarrollo y construcción pero en plena pandemia, en efecto, no ha dejado de sorprender al mundo desde entonces por sus innovaciones técnicas y artísticas, firmadas por el fabricante de Países Bajos Vekoma, responsable también de Colorado Adventure, en el mismo Phantasialand, o de Stunt Fall, en el Parque Warner de Madrid.
Pero comencemos por el principio, porque la llegada al hotel Charles Lindbergh ya es increíble. Tiene un parking gratuito al que has de acceder si no lo haces mediante la lanzadera que son los autobuses que salen desde las distintas estaciones de Brühl, la localidad alemana en la que se encuentra el parque. Y cuando llegas, por la puerta de entrada de los huéspedes ya te están esperando los detalles de tematización aeronáutica que vas a encontrar a lo largo de tu estancia.
Y es que el hotel Charles Lindbergh se construyó en memoria y homenaje al aviador e ingeniero estadounidense que fue el primer hombre en cruzar en solitario el Atlántico, de América a Europa -cerca de París-, a bordo de El Espíritu de San Luis, nombre con que bautizó a su avión, en 33 horas y media de vuelo en el año 1927. Su avión, por cierto, está expuesto en el Museo del Aire y del Espacio de Washington D.C..
Por eso, en cuanto atraviesas las puertas que dan acceso a su hotel vas a darte con la recreación de una cinta transportadora de equipaje, con maletas en ella a modo de decoración. En la madera que la recubre leerás la inscripción CHECK-IN, que indica el camino de la recepción. A la izquierda nos dirigimos entonces para encontrarnos con ella, con sus mesitas con periódicos en alemán publicados para la ocasión. Es de imaginar que será muy curioso, muy divertido incluso, pero si no sabes alemán no pillarás la gracia que tiene o no te podrás informar de los datos que contiene, tal vez sin intención alguna de resultar divertido.
Periódicos y fotografías de pilotos van a rodearnos en una recepción con dos ventanillas también tematizadas, con sus dos correspondientes y amables trabajadores del hotel que te van a registrar y a darte todas las instrucciones necesarias para que tu estancia sea perfecta, incluyendo las horas de las que dispones para cenar y desayunar y las que tienes aparte, en esa área del parque, para que, como huésped que eres, disfrutes sus vistas en exclusividad.
En efecto, podrás caminar por ella desde las 20:30 hasta las 00:00. El resto de personas que no se alojen en el hotel no estarán autorizadas a hacerlo. Y podrás ver el asombroso efecto de las vías de la majestuosa F.L.Y. pasando entre sus bloques. No, no has visto nada igual. Desde el mirador se ve de una manera sublime y estando en el suelo, caminando por toda el área que ocupa, observando sus detalles, cada rincón de su decoración, es, como el título de la película de Tom Hanks y Meg Ryan: algo para recordar.
Es que no tiene una pega. Todo es admirable en el recinto de Rookburgh. Y a pesar de lo que contiene -un pasadizo tan tematizado como lo demás, el hotel y la atracción- no es enorme, simplemente, como en el resto del parque, está todo muy junto, muy apelotonado, pero lo suficientemente bien estructurado como para que parezca más grande de lo que es.
Una vez hecho el ckeck-in y recogida tu carpeta de huésped en la que se incluyen un mapa del parque y pases rápidos diarios para F.L.Y., la atracción estrella del mismo, te adentras en tu habitación: menuda cucada. Diseñada como un camarote, tiene todos los detalles que podrías esperar de uno de ellos, incluyendo un reloj de la época cuyo segundero suena, en el silencio de la noche, como un altavoz contemporáneo. Un pañuelo y unas gafas de aviador decoran una de las barras de la habitación, y una persiana a la izquierda, encima del hueco para dejar maletas, contiene toallas y unas perchas para abrigos. O lo que quieras colgar. Y al fondo el baño, que es como el de un avión. Es que no puede ser más mono.
En realdad sí: si abres la ventana de ojo de pez… ¡verás las vías de F.L.Y. pasando por delante de tus ojos! Claro, el recorrido que viste desde abajo, con las vías pasando por los bloques del hotel, se adaptan a la perspectiva que tienes delante, con un tramo de la vía pasando por tu habitación. Insisto: no has visto nada igual. Y posiblemente no veas nada ni remotamente parecido en otros parques temáticos, por muy tematizados que estén. Es una barbaridad. Para darle todos los premios del mundo.
A partir de las 19:00 puedes ya pedir la hora para cenar en su restaurante. Horario muy europeo. Tienes varias horas en punto para elegir, la última a las 21:00, que es más española. A tu gusto, y, por qué no decirlo, a tu cansancio. Si quieres cenar antes para acostarte lo antes posible, puedes. Tendrás a tu disposición un menú de tres platos. Entrante, plato principal y postre. Y un desayuno delicioso a partir de las 08:30, horario preferible si quieres, a partir de las 09:00, ir aprovechando un poco la apertura del parque.
Y es que, hay que decirlo también, el horario de apertura es muy escaso. Ya lo apuntamos en el artículo genérico de Phantasialand, pero es que hay que insistir en esto: la horquilla horaria de apertura del parque es muy estrecha. Sólo de 09:00 a 18:00, con la mayoría de atracciones abiertas a partir de las 10:00. Esto supone que a las 09:00 puedes dar una vuelta por el parque, para hacer alguna foto si quieres, o para caminar por él porque merece la pena, pero para poco más porque vas a encontrar un par de atracciones abiertas: Black Mamba y Tikal. El resto, hasta las 10:00 nada. Y cuando llegan las 18:00 se cierran. Respetan a quienes estén en la cola a esa hora y seguirás viendo trenes llenos como hasta las 18:15, lo que tarden en montarse quienes estaban en la cola a la hora del cierre. Y ten en cuenta esto: más vale que te vayas corriendo a tu hotel cuando llegue la hora porque te cierran incluso las áreas temáticas. Una lástima porque la gente aprovecharía más el tiempo, aunque sea haciendo fotos, que con la caída de la noche quedan preciosas. Pero no te dejan.
ACCESO A F.LY.
Adentrémonos ya en la experiencia que supone montarse en una atracción tan vanguardista como F.L.Y., y lo primero que tenemos que hacer es recorrer el toooodo el pasillo de colas. El enormísimo pasillo de colas. Te vas a tirar un rato caminando. Entre cinco y diez minutos. Tenemos pase rápido, sí, pero es recomendable experimentar ‘el lento’, el tradicional, en algún momento de la visita, porque, una vez más, resulta maravilloso ver la tematización del recorrido, las pizarras con motivos aeronáuticos y las habitaciones a las que asomarse por el ojo de pez que encuentras por sus pasillos. Una gozada.
También es recomendable recorrer la zona larga de filas para conocer el funcionamiento logístico de la atracción, para que sepas, por ejemplo, que hay un momento en el que la cola se divide en dos, la que te lleva a primera fila y la que te da acceso de la 2 a la 10, al resto de los 20 asientos que componen cada uno de los 4 trenes que no permiten que las colas se atasquen. 1.400 personas por hora, de media, pueden montar en F.L.Y.: menuda locura. Una fluidez digna de estudio, de copiar en todas las atracciones con mayor afluencia de cualquier parque.
En la cola larga también podrás atender a los vídeos en los que te indican, cuando ya estás cerca de las taquillas y de montarte en los trenes, cómo proceder con la pulsera -rojo o azul- que van a darte, en los casilleros que te esperan en la parte de arriba. No es que con el pase rápido no vayas a dar con esos vídeos explicativos, lo harás, pero a lo mejor no les prestas la atención a la que me refería antes porque estarás pendiente de dar el pase rápido y subir cuanto antes. Y así, con la tranquilidad a la que la cola larga te somete, puedes estar más atento a cuanto aún desconoces.
En ese vídeo te cuentan, pormenorizadamente, cómo proceder a partir de ese punto en el que estás. Vete guardándolo todo en una bolsa, mochila o lo que lleves, porque lo vas a tener que poner al recaudo de la taquilla para la que te dan la pulsera. Y todo es todo: gorras, gafas, carteras… todo lo que pueda caerse durante el recorrido. Eliges la taquilla que quieras que tenga luz verde, las de la luz roja están ocupadas, y metes tus cosas ahí. La cierras y activas la luz roja de cierre total con tu pulsera.
A continuación, pasarás por dos escáneres distintos, el primero, el circular que tienen en los controles de los aeropuertos y otro el de mano que te vaya pasando el trabajador que supervise que lo has dejado todo. Si se te ha olvidado algo, el operario te mandará de vuelta a la taquilla para que lo dejes. Apréndete tu número, claro está, para localizarla y añadir cosas en ella o recogerlo todo a la salida. Y ten en cuenta que cuando salgas las taquillas van a estar situadas al revés de como las encontraste cuando dejas las cosas, por lo que lo que hayas dejado más cerca de ti va a estar más lejos en la recogida. Vas a tener que estirar el brazo para poder coger eso que dejaste antes en primer término.
F.L.Y.
Ya sólo te queda volar.
Se acabó la espera. Ya has completado todo el recorrido hasta el convoy que te va a llevar a surcar los cielos de Rookburgh, has guardado tus cosas en la taquilla y estás en la última cola, la previa a montarte, la que distribuye los lugares en los que vas a sentarte. Aunque estar sentado te va a durar poco, ya lo verás.
Turno, por lo tanto, de esperar a tu convoy y de ocupar el lugar que el operario te indique. De dos en dos vais a ir. Si estás tú solo, pues solo, no hace falta que se ocupe el par. Te sientas, pones tus pies por detrás del aro que te sujetará el tobillo, porque en el vuelo no es recomendable que las piernas anden sueltas, y te vas bajando el arnés hasta que el operario te lo apriete con fuerza. A lo mejor con demasiada, no es necesario estrujar al visitante de esa manera, que el arnés puede quedar molesto y los momentos de airtime, o lo que es lo mismo, las sensaciones de ingravidez, de que el cuerpo se levanta del asiento, que podemos notar en muchas atracciones, en este caso la espalda al respaldo, no vas a notarlos en ésta porque no tienes espacio para que tu cuerpo los experimente.
Pero no te da mucho más tiempo a pensar en la confortabilidad… en seguida el convoy comienza su recorrido, aún sentados, en un trayecto lateral en el que vas a poder ver unas vidrieras tal vez alusivas a la aeronáutica, pero sin las gafas, que has dejado en la taquilla, es más complicado determinar bien lo que tienes delante, y, a continuación, tu asiento pasará, en un movimiento algo desconcertante, pero lógico, a girar para ponerte tumbado mirando el suelo. Y F.L.Y. se transforma en F.L.Y.
Primer lanzamiento hacia la felicidad. Habrá dos en todo el recorrido de esta multilanzamiento de Vekoma. 2 inversiones también en esta atracción de por sí invertida -con los asientos situados por debajo de las vías-, y con esas dos inversiones vamos a ver el cielo cuando tengan lugar. Pero en sus 1.200 metros de longitud vamos a estar boca abajo, apoyándonos en el pecho y en el estómago. Como si fueras Superman pero sin borrarle el arnés con efectos digitales.
Y es una pasada. Menuda sensación de estar volando. F.L.Y. te da exactamente lo que promete. Y tal y como se adivinaba desde abajo, vas a ir viendo todo el hotel por los recovecos que las vías recorren. Tus pies casi tocan las habitaciones, es un escándalo, menuda maravilla. Ves el bar, situado en el piso más bajo del Charles Lindbergh, el espacio decorativo con agua entre los dos bloques del hotel por los que pasas, a la gente viendo desde abajo cómo vuelas. Es una experiencia que querrás repetir.
Pero usa tus pases rápidos en días separados, uno por jornada, porque es una atracción intensa que puede resultar demasiado fuerte. Necesitas descansar entre un vuelo y el siguiente, por muchas ganas de tengas de volver a montar, de volver a volar.
También es curioso que F.L.Y. no tenga photoride. Y es una pena. Muchas atracciones, la mayoría de Phantasialand, no tienen, aunque tampoco el merchandising del parque es bueno, de hecho es escaso, casi inexistente, nada que ver con los parques Disney, donde tienes que esforzarte para no comprar decenas de cosas por tienda. Sí vas a encontrar photoride en Maus au chocolat y en Winja´s Fear & Force, pero pocas más tienen. Y sería brutal poder disponer de tu foto a la salida de F.L.Y. viéndote volar. Una instantánea que sólo puede hacerte alguien desde abajo, si da con tu tren, porque no puedes avisar en cuál vas porque has dejado tu móvil en la taquilla, ¿recuerdas? Pero sí, una foto volando sería un remate sensacional a una experiencia majestuosa.
Y como todo se acaba, llega un momento en el que tienes que abandonar el hotel. No quieres, pero tienes que hacerlo. Decirle adiós a Charles Lindbergh y recorrer de nuevo el camino al aeropuerto para volar a casa. En esta ocasión en un avión tradicional, con capacidad para muchos pasajeros, sin arnés, con un cinturón que no debes quitarte durante el vuelo. De esos comerciales que te indican que la aventura en Phantasialand se ha terminado. Hasta otra, esperemos.
Silvia García Jerez