ELVIS & NIXON: el encuentro más surrealista
Elvis Presley y Richard Nixon tuvieron una reunión. La fotografía con ambos dándose la mano en la Casa Blanca lo atestigua. Pero nada más se sabe de lo que en ella ocurrió, por lo que si se quiere narrar en una película lo acontecido en el Despacho Oval… habrá que inventárselo. Tal cual.
Joey Sagal y Hanala Sagal, actor el primero, guionista la segunda, divorciados ambos, se unen a Cary Elwes, sí, el protagonista de La princesa prometida, que da aquí su primer paso en la escritura de guiones, para recrear tan magno acontecimiento. Primero con la carta que Elvis le escribe al Presidente pidiéndole audiencia, después con su viaje a la Casa Blanca para entregarle la carta lo más en persona que le es posible y por último el encuentro que tanto le cuesta al Rey del Rock conseguir.
Todo ello contado con un sentido del humor cercano al surrealismo. No podía ser de otra forma cuando no hay archivos que demuestren que fuera una reunión sin momentos tan extraños. Se trataba de las dos personalidades más influyentes de aquel entonces, no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo, con permiso de The Beatles, a quienes Elvis, por cierto, detestaba. Así que sabiendo que existió un cara a cara entre ellos, por mucho que no haya quedado más constancia del acto que una simple instantánea, el cine no podía desaprovechar la oportunidad de imaginar en qué habría consistido ese encuentro y todo lo que ocurrió en él.
Lo que Elvis pretendía sí es público y conocido: que el Gobierno norteamericano le diera una placa y la posibilidad de trabajar de incógnito en la lucha contra las drogas, pero es la ficción la que hace sus cábalas de cómo llegó a realizar tal petición en presencia de Richard Nixon.
Desde un arranque un tanto descafeinado, hasta la charla que nos ha traído a verla, el film va subiendo peldaños en su consistencia y se acaba convirtiendo en una de las citas cinematográficas más recomendables del año. Si el intento de entregar la carta al Presidente sin intermediario alguno ya es delirante, la entrada de Elvis y sus chicos en la Casa Blanca es de leyenda. Y por supuesto, todo cuanto ocurre entre las dos personalidades de las que se ocupa la cinta.
Michael Shannon, que fue nominado al Oscar al mejor actor secundario por Revolutionary road, es aquí el famosísimo cantante, caracterizado de manera impecable, traje de la fotografía incluido. Por su parte, el político norteamericano está interpretado por Kevin Spacey. En realidad, más que darle vida, lo resucita, porque el actor ganador de dos Oscar, uno por Sospechosos habituales y otro por American beauty, se transforma en Richard Nixon con la facilidad no solo de quien se le parece y poca ayuda de caracterización necesita, sino con la ductilidad de quien con sus dotes de genio delante de la cámara desaparece frente a ella para dejar ver únicamente al personaje en el que se convierte. Su fantástico trabajo lo complementa Spacey con una voz que roza la perfección en lo que a acercarse a la del mandatario real se refiere.
Así resulta un placer doble sentarse a disfrutar de este experimento, porque no deja de ser eso lo que Elvis & Nixon supone. Un tanteo, una posibilidad entre las muchas que pudieron haberse dado, del misterio que ocultan las paredes de único despacho con apellido del mundo, ese en el que se toman algunas de las decisiones más importantes del planeta y donde una vez su inquilino recibió a la mayor estrella del Rock de todos los tiempos.
Silvia García Jerez