EL VIAJANTE : la demolición del alma
La pareja protagonista de El viajante está formada por Rana (Taraneh Alidoosti) y Emar (Shahab Hosseini). El matrimonio tiene que mudarse cuando el edificio en el que vive está a punto de derrumbarse por las obras acometidas en el de al lado. Ya en su nuevo hogar una agresión a Rana, cometida por un desconocido, hará tambalearse la relación entre ambos.
EL VIAJANTE
El comienzo de El viajante ya es un toda una declaración de intenciones. Tanto a nivel argumental como en lo que a cine se refiere. Una casa que se cae a pedazos, unos vecinos que avisan de que hay que salir corriendo, un hombre que trata de ayudar a otro impedido para que el edificio no se desplome sobre él… y los cristales abriendo grietas al paso de todos ellos. No hay tiempo para coger nada si quieres salvar tu vida.
Y ahora hay que ponerse a viajar.
En su nuevo destino, el matrimonio formado por Rana y Emar no lo van a pasar mejor. La sombra del edificio resquebrajado va a acompañarlos más que las maletas. Porque poco después de mudarse, Rana va a recibir una visita en su casa. Creyendo que se trata de su marido, le abre la puerta a quien llama, sin preguntar, y ese descuido va a terminar nublando una existencia que parecía acomodada y plácida.
La representación teatral por parte de los dos de Muerte de un viajante, de Arthur Miller, será el leit motiv que nos vaya guiando a través del declive de una relación en la que la concentración va menguando y las funciones, metáfora del proceso que está pasando la pareja, se resienten.
MERECIDO OSCAR A MEJOR PELÍCULA DE HABLA NO INGLESA
El cine de Asghar Farhadi, director iraní de 44 años, es una revolución. Es imposible verlo sin la naturalidad que proponen sus historias pero a medida que éstas avanzan la intensidad que las componen atrapa de forma irremediable, y del mismo modo que como espectador se pasa mal por las situaciones agobiantes a las que te van somentiendo, como amante del cine te sientes pleno porque sabes que lo que estás viendo no es algo que vayas a olvdar fácilmente.
Tras A propósito de Elly, Nader y Simin, una separación o El pasado, Farhadi vuelve a retratar la sociedad como solo él sabe. Y como solo él puede. Afortunadamente no se ha convertido en uno de esos directores absorbidos por Hollywood una vez ganado el Oscar por la segunda película citada. No, ha permanecido ajeno a superproducciones sin alma y ha seguido en su país de origen acercándose a historias que desgarran y haciéndolas con una sencillez espeluznante.
Y ha vuelto a ganar la dorada estatuilla. El viajante supone su segundo Oscar. Todos sabemos que las razones de que los votantes se decantaran por ella han podido ser ajenas a la calidad de la obra, ya que las leyes del nuevo Presidente de Estados Unidos prohibieron la entrada de musulmanes y Farhadi se negó a ir incluso si esa ley se levantaba, básicamente por ética, porque no eran formas de tratar a nadie.
Hasta ese momento la cinta alemana, a pesar de no haber ganado el Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa, continuaba siendo favorita para el Oscar. Por mi parte nunca fui partidaria de que tal cosa se consumara, básicamente porque no considero que Toni Erdmann sea una buena película y mucho menos merecedora de premios, pero una vez que la polémica estuvo en el aire y El viajante se convirtió en seria candidata, las tornas cambiaban y mi sonrisa retornaba.
Y es que, aún sin ver El viajante, todo indicaba que estaría muy encima de la película de Maren Ade. Asghar Farhadi es un cineasta sin tacha y raro habría sido que su nuevo trabajo no estuviera a la altura de los demás.
Por supuesto, lo estaba. Y es lógico que haya ganado el Oscar, ya sea gracias a la polémica o sin ayuda de ella, porque su cine es tan valioso que pareciera que Farhadi en lugar de con cámaras rodara con kilates.
DEMOLEDOR FARHADI
El viajante es una película que toca muchos temas. El teatro, la educación y el respeto a ésta, la cultura, la ética y la familia. Y es que todo está relacionado. Sin educación y sin ética el ser humano tiende a hacer caso a su instinto, sin dominarlo. Y eso afecta tanto al trabajo como a la familia. La vida es el hilo conductor de todo aquello que la compone y si corrompemos uno de sus elementos estamos expuestos a que ninguno de los demás funcione.
De manera gradual, incrementando el nivel de suspense hasta convertir el drama en un thriller, El viajante nos hace una panorámica descarnada a través de los actos humanos y las consecuencias de estos. Llega un momento de la película en que su atmósfera se hace irrespirable, recordando incluso a otros maestros del cine social agónico como es el de Paul Verhoeven en la alabadísima Elle o el Michael Haneke y su no demasiado admirada Caché.
Farhadi va oprimiendo el relato a medida que va focalizando su objetivo. El momento en que somos testigos de la clave de la película es tan doloroso como le resulta a quien ha sido descubierto. No siempre alegra encontrar al malo. Solo un genio puede ofrecer tanto con tan poco y dejarnos con esa sensación de desasosiego.
Pero a la resolución del misterio hay que sumarle la conclusión de la obra, y ahí es donde Farhadi eleva El viajante hasta cotas que harán historia en el cine contemporáneo. Los últimos minutos de la película son la firma de un hombre que domina el tiempo, las posiciones de cámara, la acción y los silencios. Nada está colocado al azar en El viajante y nuestro ánimo se sitúa acorde con lo que ocurre en la pantalla.
Tal vez desde que asistimos al visionado de El hijo de Saúl, último Oscar correspondiente a la misma categoría que El viajante, no tenemos una confirmación tan redonda de estar ante un título así de contundente. El cine a veces responde a la definición de arte.
Silvia García Jerez