CLOVERFIELD 10
JJ. Abrams y punto
Había una vez una película titulada Monstruoso (Cloverfield en la original) que vino precedida de un estupendo marketing viral, muy a lo Bruja Blair jugando a aquello del documento real, con imágenes de una videocámara encontrada tras un suceso espeluznante.
Cuando la película se estrenó hace ocho años no defraudó, sobre todo a la audiencia juvenil, mientras seducía a cierto público amante del cine fantástico; porque hay reconocer que el film con aires de serie B, es muy entretenido y está bien rodado, manteniendo la tensión con una premisa tan sencilla. Unos chavales en la despedida de un amigo graban la fiesta para la posteridad, pero de repente una invasión alienígena les obliga a deambular por Nueva York, sobreviviendo como pueden con la cámara en mano y en busca de la media naranja del protagonista. Todo queda grabado, incluido al gigantesco bicho del rebautizado título, que anticipaba lo mejorcito del film; algún notable giro de guión y cierta mezcla de géneros, porque siendo una película de ciencia ficción también es una adolescente historia de amor.
Cuento todo este cuento porque ahora llega Cloverfield 10 (Lane) y de vuelta con los distintos nombres, se supone que es una secuela, pero no hay movimiento vibrante de cámara ni casi exteriores. Y tampoco coincide la ubicación, sea calle o avenida, con una granja perdida. Además, la premisa en ésta es el encierro de unos supervivientes en un búnker… ¿Secuela? Ah, que ambas las producen JJ. Abrams. Y punto.
Rodada de manera clásica por Dan Trachtenberg, se advierte el pulso y espíritu del creador de Lost, incuestionable hacedor de toda la reciente Si-Fi vintage (StarTrek, Star Wars…), pero su pretensión de thriller psicológico más que de peli de acción post-apocalíptica, termina resultando un coctel de ideas efectivas ya visionadas -desde Shaw a Señales pasando por The Room-, para llegar a un final previsible y algo decepcionante.
Pero igual que su predecesora pasarán el rato, disfrutándola más cuanto más jóvenes sean, ya que todo parecerá nuevo. Y sujetándose esta vez en las interpretaciones, el filme nos presenta a John Goodman en un personaje poco habitual en su filmografía, a la heroína Mary Elizabeth Winstead que lleva estupendamente todo el metraje y al mártir John Gallagher Jr, que siempre ha de haber en este tipo de películas tan entretenidas como olvidables.
Una intro a cámara lenta y con música suave nos sitúa en la ruptura de una pareja. La chica, de mudanza y de camino, sufre un accidente con el muy utilizado truco del golpe con sonido atronador para meternos en cuestión, en tensión.
Es entonces cuando comienza realmente la película, con esa protagonista que se despierta encerrada y atada, sin tener muy claro qué ha pasado.
Según va conociendo al resto de los habitantes del coqueto búnker, descubrimos a la par que ella, las verdades y mentiras -reales e imaginarias- del raptor libertador, un paranoico amante de las teorías conspirativas preparado para cualquier ataque a la humanidad.
Y en esta peculiar situación de forzada convivencia, cada personaje luchará por su vida mientras cenan juntos, hacen puzzles y oyen música como compañeros de piso cualesquiera.
Mantiene el ritmo, sí, pero la cinta avanza y el guión se pierde en trampas sin resolver, terminando por dejarnos indiferentes para cuando al final, sobreviene la superación personal…
Pero es JJ. Abrams y punto.