CIELO DE MEDIANOCHE: Mirando hacia las estrellas
En Cielo de medianoche, George Clooney interpreta a Augustine, un astrónomo que vive solo a la espera de noticias de la nave Aether, con la que hace tiempo se perdió el contacto en la Tierra tras su despegue con el fin de encontrar vida en otro planeta.
En ese tiempo, la Tierra se ha convertido en un desierto en el que es imposible habitar salvo en los congelados polos, donde solo está Augustine, y en la nave Aether se encuentran entre otros personajes, Sully (Felicity Jones), encargada de establecer comunicación con quien la radio pueda localizar, aunque supone que la NASA no será porque no es capaz de dar con una señal que conecte con ella.
Augustine, entre desesperado y resignado, pasa los días con la tranquilidad de quien no puede hacer nada más de lo que ya ha hecho, y las noches mirando al cielo y a las estrellas que puede ver desde el lugar que tiene instalado en el observatorio para sacarse sangre a sí mismo. Por si la llegara a necesitar.
Si Augustine lograra establecer la comunicación entre Augustine y Aether, éste intentaría dejarle claro a la tripulación de la nave que lo último que deben hacer es volver a la Tierra, porque en ella ya no hay sitio para nadie. Pero no sabe si será posible o solo él guardará tan necesaria información.
Cielo de medianoche está basada en la novela Good morning midnight, de Lily Brooks-Dalton, y es el nuevo trabajo de George Clooney como actor y también como director, para la gran pantalla, ya que ejerció ambas funciones en la miniserie de dos capítulos Trampa 22, trabajo inmediatamente anterior a este.
En el cine no lo habíamos visto en su película previa como director, la fabulosa Suburbia, protagonizada por su amigo Matt Damon. Ahora, en Cielo de medianoche, nos encontramos con un Clooney muy alejado de su imagen, habitualmente llena de glamour, porque su personaje es un hombre derrotado, con una barba enorme, y nada preocupado por su aspecto físico.
Siendo así, ya podemos hacernos una idea de ante qué tipo de película estamos, una alejada del cine comercial por mucho que el género de la ciencia ficción tenga una presencia importante en la cinta. Pero es ante todo un drama distópico, un drama apocalíptico en el que la vida en la Tierra es evidente que no tiene ningún futuro porque ya mismo no tiene presente alguno.
Cielo de medianoche es un film que recuerda a otro en el que Clooney tuvo una participación inolvidable, Gravity. Y no solo porque haya una nave espacial como escenario de la mitad de la película, sino por más elementos que nos retrotraen a la de Alfonso Cuarón.
Pero además de a Gravity, y esto es importante porque nos indica mucho más el tipo de película que es Cielo de medianoche, recuerda inmensamente a La carretera, la adaptación de la novela de Cormac McCarthy con Viggo Mortensen como protagonista.
Por lo tanto, nada que ver con otro cine, mucho más comercial, que Clooney hiciera en el pasado. Ahora nos cuenta una historia mucho más reflexiva en la que el tiempo y el espacio son primordiales pero no en los parámetros a los que estamos acostumbrados dentro de la ciencia ficción, porque aquí lo importante es plantearnos dónde estamos más seguros, si en la Tierra o en el espacio, donde siempre hemos tenido la idea de que el riesgo es máximo y que la seguridad que nos ofrece nuestro planeta es preferible a estar dando vueltas por la galaxia sin las garantías que ofrece la tierra firme.
Cielo de medianoche está más cerca del tipo de cine que George Clooney nos ha ofrecido como director, faceta en la que brilla con más talento que con la interpretación, en la que también sobresale, pero es más sutil como lo primero que en lo segundo, y mucho más interesante.
Como tal nos ha regalado cintas como Confesiones de una mente peligrosa, que supuso su primer trabajo tras las cámaras, una película que solo en sí misma vale por una carrera como director, pero no contento con ella rodó Buenas noches y buena suerte, Los idus de marzo o Monuments men, que no fue bien recibida en su momento pero que si se le da una oportunidad se da uno cuenta de que también es otro gran trabajo.
Pocas películas como director y ninguna mala, incluyendo esta última, Cielo de medianoche, que aunque no se trate de lo que uno espera cuando empieza a verla, es un ejemplo de cine pausado que mantiene la intriga por medio de la reflexión que nos plantea a lo largo del metraje.
Cielo de medianoche solo tiene una pega: no todo lo que cuenta queda tan claro como debería. La historia personal de Augustine queda diluida en un intento de redimir sus culpas con el pasado pero al espectador le descoloca la forma en que lo hace. Es una pena que el componente más personal, tan interesante e importante como los demás o tal vez más, quede expuesto de una manera confusa y nos deje pensando en las posibles respuestas que podamos darle. No es justo respecto a la historia y tampoco respecto a la novela, ya que en su texto original este aspecto es perfectamente comprensible y da pie a una adaptación mejor que la que nos encontramos en la pantalla.
Dicho esto, Cielo de medianoche es una película muy recomendable, un entretenimiento para quienes gusten de un tipo de cine más intimista y de las distopías, que tan a la orden día están. Pero no es cine para todo el amplio abanico de espectadores que esperan de Clooney aquel más comercial al que se dedicó hace años. Parece que por muy mediático que sea el actor, el cine de masas ha dejado de interesarle y poco a poco ha ido abrazando otras narrativas, que bien por edad o por mayor interés en sí mismas, o por ambas, que son dos motivos que no dejan de estar conectados, le resultan más atractivas.
La plataforma Netflix es la que ha financiado el proyecto, dentro del cine en el que siempre se vuelca más allá del que contiene su catálogo, y a ella llegará el próximo 23 de diciembre. Hasta entonces, Cielo de medianoche podrá verse en cines, muy seleccionados, como hace siempre Netflix a la hora de distribuir sus películas en salas, pero al menos podemos disfrutar en pantalla grande de una cinta que, a pesar de sus fallos, merece ser vista en la más grande que seamos capaces de encontrar.
Silvia García Jerez