Bump Green
No sé si os ha pasado alguna vez que algún término que no habías oído nunca, se lo oís a alguien y de pronto, no entendéis cómo no lo conocías porque surge en todas las conversaciones. Pues eso me pasó a mí con “vegana”. Una hija de mi primo ligó, y con esas influencias en la personalidad que tienen los primeros amores, se hizo vegana. “A los dos meses, rompió pero sigue siendo vegana”, me dijo mi primo. “Que, ¿Qué te parece?”. Pues no sé qué me parece….”Que es vegana?” Le tuve que preguntar con cierta vergüenza. Pues es “como vegetariano pero a lo bestia. Vamos que no come nada más que lo que da la tierra!! “ “Uyyyy pobre…”le dije. Y ahí quedo la cosa.
Eso fue un lunes. Pues el viernes, vamos con unos amigos a un sitio relativamente nuevo, que está donde estaba el antiguo “Edulis”, al “Bump Green” y, nada más mirar la carta, veo señalado con asteristos: “platos recomendados para veganos”. Acabaramos!!!! Ya con esto os podéis imaginar cómo es el sitio: Moderno, trendy y con platos de pasar hambre, aunque ricos y bien presentados. A excepción de los postres, donde – gracias a dios – las calorías si están presentes con más alegría.
Del ambiente seré breve, creo que el 90% o más, eran féminas. Quitando los camareros, sólo había dos comensales varones… y los dos en mi mesa!!! …menos mal… Absolutamente todo eran mesas de mujeres, jóvenes y estupendas, con más ganas (creo) de lucir palmito que de comer. Con esto les digo casi todo.
Por lo demás, a destacar del local:
- Le entrada, con una nevera a la izquierda con zumos y ensaladas y, a la derecha, una especie de mostrador antiguo, muy orginal. Con el resto del local de fondo lleno de mesas de madera y sillones variados de toque vintage, transmite una sensación inmediata de estar en un sitio “verde”, sano y, como les decía antes, de tendencia.
- Las lámparas, con forma de hamburguesa metálica (o M&M) huecas y muy peculiares. Ya als verán…
- Los camareros que, aunque son personas, están tan estudiados que me permito comentarlos en el apartado “local”: Todos hipsters con barba. Tirando a guapillos pero todos tan igualitos que parecen clones. Daría un poco de repelús si no fuera porque tienen una medio sonrisa canalla y un parecido a Berto (Romero) en “Ocho apellidos catalanes”, que hace gracia. Pero es peculiar.
- Y lo más llamativo: una pared donde ponen proyecciones de dibujos, florecillas y frases entre profundas y profundísimas. A veces, tan largas que, si las tratas de leer, corres el riesgo de desconectar de lo que te está contando el compañero. En fin, que no sé si me hizo gracia o no me gusto.
- Y, por último, las copas y vasos. Clásicos, con toquecillo ikea, y que se anuncian como “de venta al público”. …aunque nadie sabe informar del precio, ni cómo comprarlas, lo que les privó de habernos vendido una docenita, en el fragor del gin tonic, porque son bastante chulos.
En resumen, local con gracia y moderno, donde se respira un ambiente relajado y simpático, con toque pijillo pero sin ser elegante tampoco.
¿Y de la comida, que les cuento? Pues que hay que ir preparado, con la idea de que vas a un sitio de “Slow Food”, concepto que se vende mucho ahora como alimentación equilibrada entre el disfrute y el respeto a la naturaleza y que, en mi modesto parecer, es una forma de permitir la coexistencia entre” vegetarianos plus” (por eso de integrar el consumo de productos ecológicos) con el resto de los mortales (que comen pescado y hasta rabo de toro). Teniendo esto en cuenta la cocina me pareció buena, con moderación, y en general escasita en variedad de platos y en cantidad. Eso sí, sales con muy buena conciencia (por bajo consumo de calorías) y, salvo si venías muy concienciado, con ganas de que, el próximo día que vayas a cenar, te lleven a “pecar”; pero a pecar de verdad (a pecar de gula, me refiero…).
De lo que pedimos, lo mejor, sin duda, la quiche de queso de cabra y espinacas, que era el especial del día, y estaba extraordinaria, y el hummus de garrafons (las judías blancas grandotas con las que se hace la pealla valenciana)- riquísimo. De los segundos, nos sorprendió negativamente que no tuvieran el tartar de pescado azul, porque, dado que la carta es bastante reducida, que te falte un plato el viernes por la noche parece un claro error de logística. Por suerte, lo sustituimos por el ceviche que está sabroso y lo disfrutamos mucho. Se lo recomiendo. Las carnes, por contra, más justitas. La hamburguesa de rabo de toro, y aquí hablo por boca de otro porque no la probé, rica sin más pero muy difícil de comer por el pan con que la acompañan, salvo que se tenga muy buena dentadura (ya me entienden….). Y el secreto ibérico, se deja comer pero tampoco destaca. Yo me equivoque con una quiche de bacon y champiñones que no nos gustó a ninguno. Una pena, con lo rica que estaba la de espinacas.
Y, para terminar, los postres!. Y aquí si que damos un sobresaliente al chef. Ayuda que llegas todavía con hambre…pero riquísimos!! Pedimos dos, la crema de chocolate con avellana, que está buenísima y a pesar de su buen tamaño, no cansa.; y el tiramisú, dulce en su justo punto y de buena consistencia y presentación.
Y, para cerrar, nuestros consabidos gin-tonics, que no solemos perdonar. Ricos y bien preparados….aunque nos hubiera gustado más poder tomarlos con un poco más de relajo porque, aunque nos advirtieron, con mucha amabilidad, “que cierran a la 1h”, a ciertas edades, tomarte la copilla en el restaurante es algo agradable y, si has tenido una cena distendida, vas justo si te tienes que ir “una hora después que la Cenicienta”. Vamos, por no dar rodeos, que a nuestro juicio, los viernes cierran demasiado pronto!
Quitando este detalle y, como resumen, diría que es un sitio “Slow food” al que se puede ir, con bonita decoración y ambiente moderno y agradable, aunque probablemente más del gusto de las mujeres que de los hombres. Muy adecuado, si te quieres cuidar o eres un acérrimo ecologista y, menos adecuado, si eres más bien de pecar (de gula), aunque, en ese caso, te puedes desquitar con los postres, que, a nuestro juicio, destacan por su calidad. Servicio correcto y amable de estilo hipster canalla y precio medio (33 por cabeza creo que fueron). Eso sí, me quede un poco con la sensación de que quizá se me ha pasado la edad de este tipo de sitios, por lo que, aunque es un poca aventurada esta afirmación diría que te gustará más si tienes entre 30 y 40 que si ya has cumplido los 40. Pasados los 40, en la famosa ecuación de “elegir cara o culo”, has elegido ya “cara”, así que te gustará conocer el restaurante por los postres pero quizá tampoco te animarás a repetir. Salvo si eres como yo, que igual si lo hago porque se me olvidó probar algún zumo que por lo que dicen, merece la pena, así que me quede con las ganas y lo tendré que remediar…que no les pase igual…acuérdense de pedir un zumo!
La Guindilla