BEAU TIENE MIEDO: Viaje al corazón del surrealismo
En Beau tiene miedo, a Beau lo interpreta Joaquin Phoenix. Y sí, se pasa la película al completo teniendo miedo. De todo y de todos. Desde ese prólogo en el útero materno hasta su madurez y su proyección como anciano. Un hombre asustado de la vida por una madre castradora y una relación materno filial tóxica, de esas que ahogan y no dejan salir al verdadero ser que lleva uno dentro.
Beau tiene miedo es la historia de Beau, un hombre que vive solo y que tiene pensado coger al día siguiente un vuelo para visitar a su madre (Patty LuPone). Un plan sencillo que se va complicando con problemas surrealistas, haciendo primero que Beau pierda el vuelo y luego que por más que intente llegar a su casa por otros medios le sea imposible.
Todo lo que le ocurre a Beau desde el comienzo es una pesadilla surrealista, nada es normal en esta aventura, empezando por su duración, tres horas justas, y siguiendo por los acontecimientos de esta aventura fascinante… o desquiciante, según nos la queremos tomar.
Porque Beau tiene miedo es la tercera película que dirige Ari Aster. Con eso está todo dicho, pero por si queda alguna duda, recordemos que es un hombre que se consagró con su ópera prima, Hereditary, un film de terror estupendamente bien dirigido que funcionaba de maravilla, dando auténtico miedo. Lo convirtió en autor de culto y se consolidó como tal con el estreno de su segundo trabajo, Midsommar, un estudio extraño y desconcertante del funcionamiento de una secta que operaba al aire libre en el solsticio de verano en Suecia. Una película que uno no sabía si amar u odiar pero que contaba con momentos de una fuerza sensacional que justificaban su visionado y gracias a los cuales nos terminó ganando a los que no sabíamos muy bien por qué lado decantarnos.
Ninguna de las dos duraba menos de dos horas, pero ahora llega Beau tiene miedo, superándolas a ambas. Y sí, si no te dejas llevar por la experiencia y te cuesta meterte en ese mundo que mezcla lo psicológico con lo surrealista, se te pueden hacer muy cuesta arriba.
Todo cuanto ocurre en ella parece una locura, pero si logras seguir con pasión cada paso que da Beau te das cuenta de lo pensado que esta todo en este guión tan elaborado. Nada está puesto al azar. Te resulte pesado o no, todo tiene su sentido dentro de la historia. La base es puro surrealismo pero cuenta con una lógica que va uniendo los puntos y a los personajes que van apareciendo en los distintos episodios. Todo está conectado y tiene su sentido interno. También por eso es una película tan fascinante.
Por supuesto, el tema principal es el de madre castradora, la del hijo supeditado a una existencia que no puede darse sin la madre, como ocurría en La Piedad, de Eduardo Casanova. Distintas maneras de contar lo mismo, pero ese es el eje que sustenta ambas películas, y que entronca con el cine de Ari Aster por el tema familiar que une sus tres películas: familias rotas de forma inevitable por un destino del que no pueden huir.
Y como en sus películas previas, Aster nos ofrece imágenes icónicas. Su cine nunca deja indiferente, tanto por el fondo como por la forma, pero sobre todo por la forma. Su iconografía se queda grabada en la retina, imágenes sorprendentes, muchas veces grotescas -atentos a una recuperada Parker Posey en el papel de su novia, o a ese vecino que atemoriza al barrio- y otras preciosas, como esa mezcla de animación y acción real que recorre su vida. Momentos estéticamente muy trabajados para que la historia, pese a su complejidad, quede mucho más clara. Porque lo cierto es que si consigues sumergirte en ella no tienes pérdida. Si no lo consigues es un infierno porque nada tiene sentido, pero es evidente que sí lo tiene dentro del contexto de lo que plantea. Por eso, insisto, es tan fascinante.
Cierto es que tres horas para todo esto se antojan excesivas. La podía haber recortado un poco, media hora como máximo, porque algún problema de ritmo sí tiene, sobre todo en el tramo final, pero hay que reconocer que, si tu mente ha accedido a la historia y a su narrativa, el tempo está bastante ajustado dentro del metraje.
Beau tiene miedo es la muestra de Ari Aster es un cineasta mayúsculo, un hombre con un universo tan particular que, guste o no, hay que defenderlo. Sí, aunque no guste, porque el cine así de libre, así de extremo, es difícil de encontrar pero también es necesario. Cine diferente, que bebe de Terry Gilliam o de Spike Jonze, de quien su Cómo ser John Malkovich está muy presente en este film. Ese tipo de narración tan especial ni es fácil de ver en las salas, porque es arrinconado en las plataformas, ni obtienen la luz verde de producción fácilmente. Pero al tratarse de Ari Aster los parámetros cambian porque se trata de un director ya consagrado dentro del género de autor bizarro, del ‘terror elevado’ del que es en buena medida padre, ese terror que lo es por la atmósfera que impregna sus películas, por la sensación de angustia que recorre el metraje, fuera de los convencionalismos de los sustos y persecuciones para matar a jovencitos en noches lluviosas. Si el proyecto es del director de Hereditary, veamos lo que hace ahora, parecen pensar quienes aprueban sus locuras. Se llama prestigio y se lo ganó desde el comienzo de su carrera.
Y Beau tiene miedo es otra de ellas. Una locura muy extrema que puede hacer que adores aún más a su director o que por primera vez le pongas límites, que pienses que ahora ya sí que no, por esta ya no paso. Y ambas posituras serán legítimas. Mucho más que como siempre: cualquier obra de arte se merece la aprobación o el rechazo dependiendo de cómo sea recibida, pero cuando se trata de una película tan peculiar hay que ser muy cautos. En esta ocasión nadie puede decidir por ti si te gusta o no. Una comedia del montón tiene un claro veredicto previo, pero Beau tiene miedo es tan extraña que cada uno ha de pasar por la sala de cine para decidir de qué lado está. Posiblemente la mayoría de espectadores la deteste pero quienes no lo hacemos y la miramos con buenos ojos entendemos que es una película arriesgada, con el evidente tirón de que Joaquin Phoenix la protagonice, pero aquí da igual que sea él o no, no te va a gustar más o menos por eso. Beau tiene miedo es algo más que una película con un actor de renombre en su cartel, es un ejercicio de cine muy particular que fascina y repele a partes iguales. Y eso también tiene mérito.
Silvia García Jerez