LA AUTOPSIA DE JANE DOE: terror y entretenimiento
La autopsia de Jane Doe se acerca al particularísimo caso de una joven desconocida que aparece en el escenario de un terrible crimen pero en cuyo cuerpo no hay signo alguno de violencia. Éste será llevado al anatómico forense de una pequeña localidad donde un padre y su pupilo hijo le realizarán la autopsia que determine qué ocurrió con la chica.
Jane Doe, el equivalente femenino al Juan Nadie con el que se tradujo el Meet John Doe que titulaba la fantástica película de Frank Capra de 1941, es el alias con el que se denomina a los desconocidos en Estados Unidos. También se llamó así al personaje en torno al cual gira Se7en, el mítico film de David Fincher protagonizado por Brad Pitt y Morgan Freeman.
De este modo, podemos entender mejor a qué se debe que La autopsia de Jane Doe reciba ese título y estaremos predispuestos desde antes de entrar a verla a que la protagonista de la cinta sea una chica de la que habrá que irlo descubriendo todo sin que ella nos diga nada.
Y es en ese proceso, el de una autopsia hecha sin prisa pero sin pausa, en el que se pone a prueba la destreza de un guion que desgrana cada pista combinando la sutileza del dato ofrecido con la brutalidad de lo ocurrido.
Poco a poco la verdad emerge, el suspense va aumentando y la atmósfera se va enrareciendo, para extrañeza de Tommy Tilden (Brian Cox) y de su hijo Austin (Emile Hirsch), que no comprenden muchas de las cosas que suceden mientras van realizando un trabajo que parecía simple rutina.
La autopsia de Jane Doe está dirigida por el noruego André Ovredal, que pese a contar con dos largometrajes en dicha labor en su filmografía, con la que de verdad está despuntando es con esta tercera que ya pasó por el festival de Sitges y que ahora se estrena en el ciclo que su distribuidora, A Contracorriente, ha denominado Sitges tour.
Y es lógico que Ovredal haya llamado la atención con La autopsia de Jane Doe. Se trata de un regalo para los amantes del género cuyo boca oreja posiblemente detenga a muchos que se acercan a él a modo de diversión, esperando que el nivel de terror no alcance cotas extremas.
Pero precisamente su logro es conseguir sobrepasar el listón de las películas rutinarias para saltar a la muy improbable casilla del cine que sin abusar de los efectos del género obtiene resultados mayúsculos.
Eso sí, no por contar la historia con escaso despliegue de elementos manidos Ovredal hace menos gala de desfile de vísceras. Las tiene, y sin recato alguno. El eje del film es una autopsia y ésta se realiza delante de la cámara: pudores fuera, aquí hemos venido a trabajar.
Es una lástima que el cine de terror, por regla general, al igual que sucede con el de ciencia ficción, no sea considerado como un género digno de recibir premios fuera de los certámenes especializados. Parece que más allá de los reductos específicos donde los buenos títulos se convierten en cintas de culto, éstos no tuvieran derecho a reconocimientos más ostentosos, como el que sí alcanzaron Anthony Hopkins y Jodie Foster por El silencio de los corderos.
Si la mentalidad al respecto cambiara más a menudo, La autopsia de Jane Doe sería un buen ejemplo que añad
ir a la lista de películas inteligentes que hayan merecido candidaturas a premios dorados.
Su protagonista, Brian Cox, una eminencia de la gran pantalla al que los seriéfilos recordarán gracias a Penny Dreadful, realiza aquí una de su interpretaciones más épicas. La seguridad de la experiencia, la sabiduría que los años han ido imprimiendo y la soltura con que su Tommy Tilden ejecuta cada paso de la autopsia es de las que se guardan en la memoria y se rescatan cuando hay que señalar un personaje destacado dentro de una carrera.
Y qué mejor que una candidatura, o directamente un premio, para hacerlo más relevante. Si el pasado año más de uno pedía, y con razón, que John Goodman fuera nominado por Calle Cloverfield 10, no hay por qué no fijarse en Brian Cox con el mismo propósito. Incluso en Olwen Kelly, el descubrimiento de la película, la joven que, aunque no lo parezca, tiene que interpretar al cadáver, para lo cual la actriz tomó clases de yoga. Si Daniel Radcliffe pudo ganar en Sitges con un rol semejante en Swiss Army Man, no hay excusa que valga. Pero es el drama el género con tendencia a dominarlo todo.
A pesar de tal circunstancia, La autopsia de Jane Doe es un ejercicio de calidad desbordante, con una historia milimétricamente cuidada por Ian Goldberg y Richard Naing, sus guionistas, trenzada con el máximo rigor que se le puede dar al fantástico y efectiva con lo justo, como muchas de las películas que admiramos, que le dan al engranaje la importancia que otras le quitan.
Un último consejo: alejaos del trailer si de verdad queréis disfrutarla sin saber más de lo que deberíais.
Silvia García Jerez