AMSTERDAM: Amistad a prueba de conspiraciones

Amsterdam es el nuevo trabajo de David O. Russell, un director que genera filias y fobias muy extremas. Porque Tres Reyes fue una película descomunal, The Fighter le dio el Oscar al mejor actor actor secundario a Christan Bale y tal vez eso es lo mejor que puede decirse de ella, El lado bueno de las cosas fue un despropósito que aupó al Oscar a Jennifer Lawrence, quien lo mereció mucho más por Joy, también dirigida por él, como La gran estafa americana por la que los Oscar volvieron a rendirse ante su nombre dándole 10 nominaciones, aunque la película, finalmente, no ganara ninguno.

Gusten más o menos sus películas, David O. Russell siempre resulta un director interesante, al menos antes de verlas, pero con Amsterdam parece haber estallado la burbuja en la que ha estado instalado y ha habido unanimidad respecto a su trabajo: es espantosa. Se ha dicho por activa y por pasiva, es decir, ni ha cosechado buenas críticas ni la taquilla ha sido generosa… en realidad ha resultado ser un desastre en Estados Unidos. Ahora llega a España, donde el elenco de estrellas, alguna de ellas habitual en su cine, caso de Christian Bale, y otros relucientes nuevos integrantes como Margot Robbie o Anya Taylor-Joy, posiblemente aumenten su recaudación, pero aún así su rocambolesco guión, escrito por el propio director, su excesiva e innecesaria duración y su ritmo aburrido no sean capaces de elevar mucho más su taquilla respecto a la cosechada en el país que la produce.

Ámsterdam es la historia de tres amigos: un doctor, una enfermera y un abogado, Burt, Valerie y Harold (Bale, Robbie y John David Washington respectivamente), que se conocen en la I Guerra Mundial y tras sobrevivir gracias a los cuidados de Valerie se trasladan a Amsterdam a vivir, donde fortalecen su amistad. Pero Burt echa de menos a su mujer y deciden volver a Nueva York, donde él se reencontrará con su esposa y acabará abriendo su propia consulta, y donde Harold sigue adelante con su carrera de abogado. A Valerie le pierden la pista, a pesar de la relación sentimental que Harold mantenía con ella en Amsterdam.

Quince años después del final de la guerra una autopsia pone sus mundos patas arriba. Bill Meekins, actual Senador, que fue el Comandante de su regimiento, está muerto y Harold le pide a Burt que averigüe la causa. Veneno. Grandes cantidades de veneno. Pero por qué. Todo vuelve a llevarles a Valerie pero en realidad los acontecimientos los llevan a ser los sospechosos de haber matado a Meekins. Y para librarse de tal acusación los tres amigos se embarcan en una investigación que los lleva hacia un complot más grande de lo que jamás hubieran imaginado.

Christian Bale, Margot Robbie y John David Washington

Contado su loquísimo argumento podría pensarse que Amsterdam es una película fascinante. Y lo sería si David O. Russell la hubiera narrado bien, con la fuerza que una historia así se merece. Pero lograr que tal magnitud de acontecimientos dejen de interesar a la media hora de proyección es terrible. Porque, a pesar de lo aquí esbozado, es muy plana. Y eso cuando resulta más atractiva, porque sus bajones son también considerables y a ratos es tan aburrida que es complicado concentrarse en ella. Por momentos no aporta absolutamente nada a la historia y solo son minutos con conversaciones sin sentido en las que no tenemos datos nuevos. Si la hubiera cortado al menos media hora Amsterdam ganaría en calidad, soltando buena parte de su cantidad.

Da la impresión de que O. Russell pretende mostrar el catálogo de estrellas de Hollywood que con su prestigio puede conseguir, pero de las que en este título no obtiene rendimiento alguno. Como siempre, encontrarse con Robert de Niro en su cine le da a éste un caché impresionante. No solo porque el actor lo tenga, es una leyenda aunque a veces no nos muestre todo su potencial, pero no es el caso de las películas de O. Russell. En ellas De Niro suele brillar (recordemos su no acreditada interpretación en La gran estafa americana que nos dejó sin habla), y en Amsterdam vuelve a conseguirlo. Es, posiblemente, el mejor del reparto, en un papel que ha debido disfrutar muchísimo, sabiendo lo que el actor piensa políticamente hablando.

El mejor del amplio reparto de la película, porque insisto, la cantidad de rostros famosos que aparece es digna de ir haciendo una lista, Zoe Saldana, Rami Malek, Myke Myers, Michael Shannon… hasta Taylor Swift interviene en el film. Un director que le consigue a sus actores nominaciones al Oscar casi por defecto, o esa es la fama que le ha estado creando la Academia, no debe recibir un ‘no’ como respuesta de ningún intérprete. Aunque luego no estén tan bien como se esperaría de ellos, caso de Margot Robbie, un tanto estrafalaria en esta ficción, o de Christian Bale, que ha entrado en un modo de sobreactuación continua y ya no hay película donde no esté excesivo desde el comienzo hasta el final.

Pero también hay que admitir algo curioso: Amsterdam no parece dirigida por David O. Russell. Es como si en su lugar hubiera estado Wes Anderson. Aquel cúmulo de despropósitos que era La crónica francesa se ha instalado en el presente relato, con el mismo esquema de reparto colosal y la misma inspiración saturadora, y por momentos sin sentido, para la narración de la historia. Y el resultado es también igual de desesperante, de insufrible, de insoportable.

Es una lástima que una película como Amsterdam acabe siendo tan decepcionante. Ojalá hubiera sido todo lo contrario, se lo merecen quienes han participado en ella y nos lo merecemos los espectadores. Pero lo que nos vamos a encontrar en el cine es un film digno de haberse lanzado directamente a la plataforma Disney+, como le sucedió al Pinocho de Robert Zemeckis, con Tom Hanks como Geppetto, que fue injustamente apartado de las salas de cine como primera ventana de distribución. A veces, y más en los últimos años, la estrategia de estrenos puede llegar a ser difícil de entender porque algunos de los mejores títulos tenemos que verlos en casa mientras que otros que ofrecen peores resultados son los que llegan a la gran pantalla.

Silvia García Jerez

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