AMOR DE DON PERLIMPLIN CON BELISA EN SU JARDÍN
Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín fue publicada por primera vez en 1933, toda una osadía por parte de su autor, Federico García Lorca, ya que fue escrita en 1929 y censurada durante la dictadura de Primo de Rivera.
Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín relata el enamoramiento de don Perlimplín (Fernando Cayo), que cae prendido ante los encantos de Belisa (Candela Cruz) mientras su sirvienta, la de don Perlimplín, Marcolfa (Lucía Espín), quien lo ha inducido a que se case porque no puede pasarse el resto de su vida solo, aunque él así lo pretenda, va siendo testigo de cómo ese amor que no esperaba sentir por nadie y nace en su corazón al ver a la hermosa Belisa, se va truncando a medida que se va obsesionando con el hecho de que él es un hombre mayor y Belisa una joven a la que cualquier otro puede seducir.
Por supuesto, esos celos enfermizos de don Perlimplín se van a volver en su contra y el escenario, en los dos sentidos, el físico del teatro y el figurado de la situación a la que se va a enfrentar el protagonista de esta historia, se va a volver muy muy oscuro. Y esto es puro Lorca, en realidad, un drama apasionado en el que la música y las canciones son parte fundamental de la trama.
Un piano situado a los pies del escenario para determinados momentos, en los que la canción es importante pero también la expresión de la rabia a través del maltrato a sus teclas por parte de don Perlimplín. Y dos actrices que cantan como los ángeles en un estilo inconfundible del autor gaditano acompañando los tres sus ritmos a las coreografías diseñadas por Zoe Sepúlveda, que son, admitámoslo, una parte fascinante del espectáculo.
Una hora dura Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín. 60 minutos bastan para contar el paso del tiempo en esta relación tortuosa. Y podemos ser testigos de ella en el teatro Alcázar de Madrid, donde se representa únicamente los lunes y los martes hasta el 27 de agosto a las 20:30 de la tarde.
Se trata de una obra que deja poso, que va calando. Inicialmente resulta impresionante contemplar el diseño escénico, ver a Belisa tumbada en su jardín, a la derecha del escenario, y asistir a su despertar como personaje. Una preciosidad contemplar ese arte que se despliega ante nuestros ojos. Normal que don Perlimplín sucumba a sus encantos. El problema es el tempo de la historia. Todo se desarrolla con una parsimonia que nos pone a prueba. Es lo más discutible de un conjunto que en su tramo final coge más ritmo. Y ya no nos suelta. Que también el patio de butacas tenga importancia escénica ayuda mucho a otorgarle a la obra la dimensión lorquiana que precisa: el desenlace, simplemente, nos pone los pelos de punta.
Belleza y tragedia. Eso es El amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín. Una de las obras menos conocidas de Federico García Lorca pero con su sello intrínseco en cada segundo de la representación, con unos actores sublimes que consiguen personificar por completo lo que Lorca quería transmitir con ella y una música, compuesta por Ignacio Ysasi, que nos envuelve y nos lleva, de la mano de Triana Lorite, su directora, al universo de un autor grandioso que siempre está de actualidad y que fue, es y será irrepetible.
Silvia García Jerez