NOCHE DE JUEGOS: Jo, qué noche
Qué bonito es encontrarse con una gran película cuando no te la esperas. No en el sentido de que pienses que vaya a ser mala y luego sea buena, sino en el de que no sepas bien a qué atenerte y, con las mismas posibilidades de acertar que de que acabe siendo un fiasco, comenzar a disfrutarla y no solo no bajar ese listón sino irlo subiendo hasta el final, títulos de crédito incluidos, en los que la película redondea su propuesta con una brillantez exquisita. Esperemos que cuando las televisiones la emitan no decidan cortarlos al intuirlos porque estarían eliminando parte de la resolución de la trama.
Se trata de Noche de juegos, cinta protagonizada por Jason Bateman y Rachel McAdams en la que un grupo de amigos suele quedar todas las semanas para pasar la noche entretenidos con los juegos más inocentes y populares del mundo, tipo Scrabble o reconocer títulos de películas a base de pistas de mímica o de dibujos en gigantescas hojas en blanco.
La llegada del hermano de Max (Jason Bateman), Brooks (Kyle Chandler), pone los encuentros patas arriba cuando decide convertirlos, por una noche, en una experiencia extrema introduciendo cambios significativos que afectarán a la vida de uno de los participantes, sin saber, en el momento en que realiza la exposición del juego, de quién va a tratarse.
Por supuesto, el premio va a estar a la altura, o a un nivel muy parecido, al plus que todo el ejercicio va a tener de peligrosidad. Lo que no sabe ninguno de ellos es que más allá del giro con el que la noche comienza, ésta deparará situaciones tan imprevistas como delirantes y divertidas.
Noche de juegos es una comedia con mezcla de thriller y de acción con una de las direcciones más sólidas vistas en el género en mucho tiempo. La comparten John Francis Daley y Jonathan Goldstein, aportándole al guion de Mark Perez, que ya de por si es una locura asombrosa, una lucidez que ya quieran tener muchos títulos que presumen de bien hechos sin estarlo.
Técnicamente Noche de juegos es impecable. Cuenta con un plano secuencia en el que está involucrado un huevo de Fabergé digno de formar parte del temario de una escuela de cine. Nada que envidiarle al inicio de Indiana Jones y el Templo maldito, que no era precisamente un plano secuencia pero sí una secuencia en la que se podía alabar cada plano.
A ese casi trepidante momento de acción se le pueden unir otros de terror protagonizados por Gary (Jesse Plemons), un agente de policía, vecino del matrimonio protagonista, al que cada vez que vemos en pantalla saludamos mentalmente con respeto e inquietud. El aura nada positiva que lo acompaña arranca risas pero también corta la respiración por lo que intuimos hay de potencial extraño en él. Y así las cosas, el Gary de Plemos se convierte en uno de los mejores personajes secundarios de la comedia norteamericana reciente, como lo fue el de Mr. Chow de Ken Jeong en Resacón en Las Vegas.
Acción, suspense y carcajadas. Los tres ingredientes que hacen que una película nos estremezca con tan ecléctica amalgama. Y Noche de juegos las tiene las tres en la medida perfecta para dejar al espectador encantado con ella. Las risas no se detienen a pesar del estrés que las situaciones más inimaginables van acumulando, caso de la escena en el despacho del agente, portentosa, mayúscula. La podría haber protagonizado un Mr. Bean en sus momentos más patosos pero lo hace Jason Bateman, que nos ofrece un resultado desternillantemente cercano.
Y no en vano estoy comparándola con películas y personajes reconocibles en la cultura popular, porque Noche de juegos, además de una cinta divertidísima en lo que a narrativa se refiere, es un catálogo de cinefilia con el que cualquiera que haya pisado una sala en los últimos treinta años, o que haya recuperado títulos como Pulp Fiction si no los vio en el momento de su estreno, se regocijará a la hora de oírlos mencionar o de reconocer las referencias directas que la película ofrece.
Por lo tanto, también es una noche de juegos para los espectadores, con diálogos de películas que ya son clásicos modernos, gags soberbios como el que se genera al respecto de un famosísimo actor, que funciona como leit-motiv a lo largo de la trama, o, ya en el plano general, una estructura que puede recordar, sin ir más lejos, a las sensacionales Jo, qué noche, de Martin Scorsese o The game, de David Fincher.
Noche de juegos es un film ejemplar, de los que de vez en cuando, porque no ocurre tan a menudo como nos gustaría, nos remueve y nos dice que el cine norteamericano aún puede hacer comedia clásica, de la llamada Screwball en la que se enmarcaban La fiera de mi niña o Sucedió una noche, comedia que no necesitaba entonces ni necesita en este caso recurrir a los chistes groseros para salir triunfante, y que funciona bien la recuerdes en su conjunto o la disecciones por secuencias brillantes o momentos inmensos.
Silvia García Jerez