THE SQUARE: diana en el arte moderno
The Square, de Ruben Östlund, director de la desoladora Fuerza mayor que hace un par de años fue nominada al Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa por Suecia, cambia de materia de estudio y en lugar de fijarse en las grietas de un matrimonio aparentemente consolidado, pone su foco sobre el arte moderno, las exposiciones en que es exhibido y el modo en que son planteadas y ejecutadas.
Porque The Square es una de ellas, pero concebida como un espectáculo y vendida de la forma más polémica posible. El arte contemporáneo también necesita de un marketing a la última, poniendo incluso en cuestión los límites éticos que lo hacen viral.
Todo ello corre a cargo de Christian (Claes Bang), un hombre respetado en el Museo y responsable, como jefe de equipo, de poner en pie las exposiciones. Pero a Christian la vida le da un inesperado revés cuando en plena calle le roban el móvil y posteriormente trata, a partir de medios desesperados, de recuperarlo.
Las acciones de tolerancia que deben derivar de la exposición The Square contrastan, y de manera alarmante, con las descabelladas decisiones que toma para reencontrarse con su teléfono, poniendo en peligro incluso a seres inocentes que se ven afectados por ellas. El propio Christian verá cómo sus contradicciones personales emergen hasta el punto de poner en cuestión el prestigio del que una vez gozara.
The Square es un retrato corrosivo del arte contemporáneo, de su concepción como tal a la hora de exponerse en museos y de la respuesta del público a lo que las salas muestran. Y corrosivo implica llevar la ironía hasta lo hiriente sin necesidad de retorcer la realidad de lo que como visitantes a exposiciones de arte moderno nos solemos encontrar. Ese sencillo plano de un hombre entrando a una sala y abandonándola al segundo al comprobar su contenido, es algo con lo que todos podemos identificarnos. Y la risa nace de la empatía.
Porque The Square es una película muy divertida. Si somos capaces de quitarle la venda del prejuicio a la nacionalidad de la misma y nos dejamos llevar por una historia tan reconocible como la que plantea, el resultado es un filme de lo más recomendable.
Obtuvo la Palma de Oro en el último festival de Cannes y acaba de ser nominada a cinco premios del Cine Europeo, distinciones que demuestran que vale la pena darle la oportunidad que, una vez vista, comprobamos que merece.
Y para quienes piensan que los Oscar son los únicos premios importantes del mundo, la cinta es la enviada por Suecia para competir por él el próximo mes de marzo. Si supera el corte de la cifra récord de películas extranjeras que se han enviado este año, que de 92 se quedarán en 9, y de la criba final de cuatro títulos menos que darán el quinteto nominado el 23 de enero.
Queda mucho para ese momento pero hasta entonces podemos deleitarnos con la falta de pudor de Ruben Östlund a la hora de mostrar los vericuetos en los que se mueve el arte contemporáneo, asustarnos ante el cariz al que entendemos que han llegado las redes sociales para vender lo invendible, y horrorizarnos por la deriva a la que la humanidad ha llegado para sentirse bien en una sociedad aparentemente abierta pero en realidad tan cerrada como ha sido siempre.
El estupendo Claes Bang, que comienza en The Square con una entrevista incómoda sin ser consciente de lo que vendrá después, interpreta a Christian, un profesional a punto de viajar del cielo al infierno envuelto en las risas que va provocando las situaciones por las que atraviesa. Y Elizabeth Moss, rostro conocido por la laureada serie The handmaid´s tale, y anteriormente gracias a Mad Men, por la que fue nominada al Globo de Oro, interviene en el film como la periodista que también lo pone en jaque.
Al contrario que los visitantes a las exposiciones, que pueden marcharse de ellas cuando quieran, más o menos espantados de lo que ven, el cerco se va estrechando sobre Christian y lo que inicialmente era un mural divertido va adquiriendo tintes de thriller oscuro que lo condenan a un callejón sin salida.
Todo ello, lo personal y lo profesional, sin abandonar nunca el plano equitativo. Östlund jamás abandona uno para centrarse en otro, le da a ambos la misma importancia porque así es como vive y lo vive Christian. Dominando el arte, haciendo de él lo que quiere, hasta que éste se le vuelve en contra en una de las escenas más llamativas de la película. Tanto, que un fotograma de la misma ha sido utilizado para elaborar el cartel que nos la publicita.
Pero tampoco hay que dejar pasar la gran escena de la conversación entre Christian y Anne, la entrevistadora con la que empieza todo, con la sala de las sillas de fondo. Mordacidad y surrealismo se alían para crear comedia en el sentido más amplio del término. Las carcajadas que se oyen en el patio de butacas posiblemente no tengan rival en el cine de este año, ni siquiera en el género nacido para crearlas.
Y es que en The Square confluye todo. Comedia, drama, thriller, crítica social, análisis moral… su alcance es a todos los niveles. Expone las cloacas de una sociedad partiendo del arte, algo que debería ponernos de acuerdo sin problemas y que en lugar de la armonía trae la debacle. Caso parecido a lo que ocurría en Fuerza mayor pero donde aquella no contaba con el resquicio de la comedia, aquí se escuda en ella para que, como decía Billy Wilder, la crítica no resulte tan amarga.
Silvia García Jerez