Doctor STRANGE

Superhumano

 

Llamémosle extraño. Tal es la traducción de strange, definiendo realmente a este personaje raro y único dentro del universo de los superhéroes; otorgándole el preciso significado a la identidad de este doctor que sin utilizar tecnología alguna ni sufrir ninguna mutación genética, llega a convertirse en un auténtico super-hombre.
Su motivación, además, no es la típica vengativa de los comics y su defensa tampoco remite a la lucha entre el bien y el mal, común también en las viñetas de villanos contra salvadores del mundo; la suya, si acaso, es por propia supervivencia ante una enfermedad que verdaderamente le transforma -algo totalmente humano-, distinguiendo al Doctor Extraño del resto de seres extraordinarios escapados de Marvel.

Un prestigioso cirujano, de esos engreídos semidioses y acostumbrados a salvar vidas sin ser todavía consciente de su propia mortalidad, cambia radicalmente de realidad tras un golpe del destino que condiciona sus facultades, impidiéndole seguir su trabajo con normalidad. Un punto de partida casi anecdótico, como de episodio visto de médico televisivo; pero cuando este extraño doctor llega a Nepal para curarse, comienza un espectacular viaje fílmico, visual y mental para el protagonista y a la vez para el público.

Por obra y magia -que haberla, también la hay- de una curiosa hechicera, descubrimos las múltiples posibilidades de la percepción. La gurú, interpretada por una fascinante Tilda Swinton, nos instruye de manera divertida en los distintos niveles de la auto-conciencia, mostrando el poder de la mente en psicodélicos laberintos a lo Escher; que si quieren sentirlos plenamente, disfruten del film en 3D, para no perderse literalmente ni un solo plano. Y recomendable en su versión original, ya que quedarán más que seducidos por la voz de Benedict Cumberbatch, excelente en su papel de héroe super-humano con imprescindible capa (fantástica, por otro lado)

 

 

Dirigida por Scott Derrickson que abandona el terror de sus anteriores cintas sin prescindir de las dimensiones paralelas que nutren su filmografía, nos adentra en ésta en el orientalismo de aquellos ’60 cuando apareció el personaje, actualizando la historia sin drogas ni de diseño y con una violencia a lo Bruce Lee, más mística que brutal.
Y se agradece. Como los magníficos efectos digitales que siendo más narrativos que de parque de atracciones -ciertas similitudes con la desestructurada arquitectura emocional y visual de Origen de Nolan-, permiten a uno de los secundarios menos conocidos de la Marvel conseguir su merecido protagonismo, sin pasar por un spin off.  

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Hay versiones previas de Doctor Strange, hasta de animación, pero esta de Disney y siempre bajo la mirada de Stan Lee, nos abre los ojos a futuras secuelas con continuas bromas, chistes y burlescos guiños finales más allá de los créditos (aguanten hasta el ultimísimo)

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Funciona en todos los aspectos (estupendo maquillaje y vestuario) y convencen hasta los secundarios; destacando Rachel McAdams que aparece poco como la compañera enfermera, salvadora y heroína, fuera del cliché tal y como conocemos, y esa maravilla de actor que es Mads Mikkelsen, aquí más comedido que malvado.

Stan Lee at the premiere Doctor Strange
Stan Lee at the premiere Doctor Strange

Y por supuesto, no falla Stan Lee con su ya clásico cameo en cada película que inspira o produce. Ese super creador de la mitología más productiva del siglo XX con parroquia mundial y enseñanzas cargadas de humanidad; desde los títulos -siempre con el hombre en el mismo apellido, ya sea Spider o Ironman– hasta las consignas de todos sus cómics, que se caracterizan por personajes diferentes y destinados al rechazo, como de otros mundos, resultando ser héroes con su vulnerabilidad y discapacidades… Parece que el anciano Stan se adelantó a realidades que cada día se asemejan más a nuestro mundo. Y es que a veces, un dibujo vale más que mil filosofadas

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Algunas tan sencillas como prodigiosas que se cuelan y repiten en cada historieta; como cuando se doblan las iniciales de los protagonistas cuestionado su identidad. De nuevo, esa importancia del nombre y el otro yo.
Asimismo le ocurre a Stephen Strange, que menciona constantemente el suyo para recordarnos quien es el Dr, o quién era, porque aún descubriendo que la percepción supera cualquier fonendoscopio escuchando un cuerpo cualesquiera, todavía le queda ego que tratar (algo tan humano)

Pero el doc aprende rápido y llega al siguiente estadio, una segunda parte que viene ya. Hay ganas.

 

Mariló C. Calvo 

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