SITGES 2016. Crónica 1
Posibles efectos colaterales de la desaparición de Kiarostami.
Viendo Under the shadow de Babak Anvari se podría pensar que la desaparición de Abbas Kiarostami ya está teniendo efectos beneficiosos para el cine iraní (pasan cosas y hay más de dos planos por hora). No es así porque se trata de una coproducción entre Reino Unido, Qatar y Jordania y su director -de origen iraní- está afincado en Londres. Pero anuncia en cierta forma la posibilidad de un terror musulmán que bebe tanto del cine de miedo japonés que arrasaba hace una década como de la reciente Babadook (2014) de Jennifer Kent o la saga Insidious. Lo que hace única Under the shadow es que contextualiza su acción durante la guerra Irán-Irak y ofrece una visión de la vida cotidiana en un país que acaba de empezar a tener un gobierno fundamentado en lo religioso. De esta forma, el director mezcla con acertado criterio lo metafórico con lo genérico pegando a la vez buenos sustos y dejando abierto lo que hay de realidad en los acontecimientos que se suceden. Está muy bien interpretada por Narges Rashidi e inquieta mucho en un par de momentos.
Tower es un documental que mezcla dibujos animados rotoscopiados (al estilo de la primera versión animada de El señor de los anillos -1978- de Ralph Bakshi) con imágenes de archivo y testimonios reales grabados en la actualidad para contar la masacre que hace quince originó un francotirador en una universidad de Texas. La propuesta a estas alturas ya no sorprende; hay mucho cine de la realidad que cubre las imágenes que no existen de un hecho histórico con animación de uno u otro tipo, pero opta por animar también entrevistas realizadas ahora mismo para obtener el golpe de efecto de sustituir hacia el final las animaciones de los implicados por su rostro actual y real. Respeta el tiempo real que duró el tiroteo y es bastante creativa a la hora de mezclar sus ingredientes pero no creo que merezca la pena sacrificar el testimonio directo es pos de un enmascaramiento artístico.
Finalmente, Shin Godzilla de Hideaki Anno y Shinji Higuchi tiene el mismo problema que siempre han tenido los Kaiju: solo son entretenidas cuando sale el monstruo, siendo todo lo demás prescindible y bastante aburrido. Aquí los directores intentan orquestar una crítica a la burocracia y la inoperancia del gobierno japonés a la hora de tomar medidas y decisiones mientras el eterno Godzilla destruye Tokio por enésima vez. Aciertan en darle al monstruo diferentes diseños y la cosa funciona la primera media hora antes de perderse en una sucesión de secuencias con mucha gente, mucho diálogo y poca gracia.
Por KARINA TIZNADO