LA LARGA MARCHA: Caminad, caminad, malditos

La larga marcha llega a los cines españoles tras semanas de críticas entusiastas a esta adaptación de la novela de Richard Bachman del mismo título. Y Richard Bachman es, o deberíamos todos saber que es, el pseudónimo con el que Stephen King firmó sus cinco primeras obras, cuando aún no era un escritor no ya famoso, incluso conocido. Una historia corta publicada en 1979 que siempre se dijo, sin que King lo confirmara nunca, que era una alegoría del horror del Estado sancionador y de las muertes sin sentido de la guerra de Vietnam.

El caso es que el argumento de La larga marcha versa alrededor de una serie de participantes, adolescentes, en un concurso consistente en caminar sin parar sin detener el ritmo, porque si lo bajan aunque sea para atarse un zapato, recibirán tres avisos, y si aún así persisten en su comportamiento, se les dará pasaporte. Es decir, que los militares que los van siguiendo en sus tanques acabarán con ellos de un disparo. Y no, aquí no compiten mujeres. Tal vez el paralelismo con Vietnam no esté tan desencaminado.

Mark Hamill es el Capitán

El protagonista de La larga marcha es Ray (Cooper Hoffman), quien comienza la cinta despidiéndose de su madre, Ginnie (Judy Greer) para unirse a sus compañeros de caminata. Será el Capitán (Mark Hamill) quien los vaya nombrando uno a uno y citando sus números de participación, fundidos en sus correspondientes chapas que les pondrán alrededor del cuello. En Vietnam los soldados también se identificaban así… Y tendrán que atender a una serie de normas, dictadas sin leer por el Capitán: si se detienen o ralentizan, al tercer aviso mueren; si se salen de la línea recta que es la carretera, mueren. Su único deber es caminar y caminar hasta que sólo quede uno, y el ganador podrá elegir lo que quiera durante el resto de su vida.

Parece fácil, pero es una tortura. Y, digámoslo ya, también para el público. Porque sí, la película es violenta, claro, vamos a ver ejecuciones y momentos muy tensos que las generen por errores de los concursantes o porque simplemente unos sean más débiles que otros. Es la vida, aquí condensada de una forma brutal. Pero sobre todo, lo que vamos a hacer es aburrirnos mucho.

Porque La larga marcha es, con todo lo que promete su argumento, una película plana en cuanto a la acción a retratar. Una vez encarrilados los concursantes todo es lo mismo siempre. Uno se porta mal, fuera. Otro se porta mal, fuera. No hay, en lo que a nivel cinematográfico se refiere, emoción alguna a lo largo de la cinta. Conversaciones intermedias, amistades que se forjan, enemistades que también surgen. Estamos en una sociedad pero de concursantes que caminan por la carretera. En una clase o en un pueblo el comportamiento sería el mismo porque es del grupo que ha de vivir junto.

Se hace larga La larga marcha. Muy larga. No llega a las dos horas de duración pero nos sobra metraje. Da la sensación de que aunque avancen los minutos no pasa nada realmente relevante en el grueso de la historia, porque es todo igual. Y como sólo puede quedar uno, toca esperar.

Si queremos ver una buena película sobre un concurso en el que sólo puede quedar uno… en aquel caso una pareja, escoged Danzad, danzad, malditos, de Alan J. Pakula. Es la misma idea, en tiempos de escasez social, pero esa sí era una película vibrante. Espeluznante. Ahí sí había tensión. Y no es que la novela del joven Stephen King fuera mala, todo lo contrario, lo que falla es la adaptación, a la que por cierto también se le ha cambiado el final, como le ocurrió a La niebla, de Frank Darabont, a quien King felicitó de forma entusiasta por haber rematado la historia con más brillantez que él. Pero aquí no es mejor, es mucho peor, más previsible y sin ningún tipo de emoción. Aquí, Francis Lawrence, responsable de Los juegos del hambre, no acierta en la dirección y nos ofrece una película muy decepcionante, aburrida y sin alicientes reales para engancharnos como espectadores. Una lástima que una premisa tan espléndida acabe siendo un flojo ejercicio de cine muy poco recomendable.

Silvia García Jerez

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