MICKEY 17: Los clones que salvan a la humanidad

Mickey 17 es el título del esperado nuevo trabajo de Bong Joon Ho tras su arrollador éxito en los Oscar de 2020 con Parásitos. También fue el director de una de las mejores películas de cine negro de la Historia, Memories of murder (2003) y de una de las cintas de ciencia ficción más alabadas de lo que llevamos de siglo, Snowpiecer (2013), así que tratándose de un director de referencia para los más cinéfilos, ya que su nombre no era… ¿es? tan conocido como sus películas, sus seguidores esperaban su trabajo posterior a los 4 Oscar que recibió con auténtico fervor.

Mickey 17 está basada en una novela escrita por Edward Ashton, Mickey 7, en la que los clones numerados del pobre Mickey que da título a la historia, son tratados como ‘Prescindibles’, y llamados como tal, porque están concebidos como cobayas para morir por los errores que la ciencia, con sus experimentos, o la atmósfera del planeta frío que la tripulación de su nave quiere colonizar, provoquen. Si algo no funciona, no resulta ser sano o es incompatible con la vida, un Mickey morirá, de la impresora saldrá el siguiente número y se volverá a hacer la prueba correspondiente hasta que la especie humana no corra peligro. Mickey es el probador de veneno. Y morirá hasta que no haya veneno en el plato. En la novela son 7 Mickeys y en la película 10 más.

Hasta que se produce un fallo que da lugar al giro principal en su argumento, un fallo que lleva a Mickey 17 a luchar por su vida y a no querer ser ‘Prescindible’ como sus antecesores. Entonces llegan las orugas y ha de ocuparse también de ellas. Aunque en la película el guionista y director surcoreano, que además de dirigir escribe él mismo la adaptación al cine de la novela, introduce las orugas gigantes al comenzar la proyección. Es la estructura clásica de empezar por un punto no lineal de la narración. Pero eso confunde especialmente en una película que no es fácil de digerir.

Mickey exponiéndose a los peligros de un nuevo planeta. Mickey 17
Mickey exponiéndose a los peligros de un nuevo planeta

La idea de Mickey 17 es estupenda. La ciencia ficción es siempre bienvenida, es un género divertido que da lugar a experimentos que suelen tener mucho potencial, tanto imaginativo como a nivel de resultados. Y lo cierto es que cuando entras en el universo de Mickey 17, algo que inicialmente cuesta un poco, lo celebras. Porque cuando éste logra envolverte y vamos siendo testigos de los avances de cada una de las impresiones a las que Mickey se somete cuando muere, la película fluye mucho mejor.

Lo malo es que más tarde, y sobre todo con la entrada de los gusanos en la trama, se diluye su grandeza. Mickey se desdibuja para cederle el paso a esos intrusos que han venido a aportar un nuevo giro en la historia pero que se adueñan de ella, convirtiéndola en algo excesivo, pesado, agotador y reiterativo.

Y no ayuda que también buena parte del protagonismo empiece a recaer, en lugar de en Robert Pattinson y sus Mickeys, en el personaje de Mark Ruffalo, Kenneth Marshall. Él es el presidente de quienes han ido al nuevo planeta y el hombre que pretende hacerse con la parte que aún le queda por conquistar. Y lo es, presidente, junto a su esposa, a la que interpreta Toni Collette, ambos pasadísimos de vueltas, insoportables y excesivamente caricaturescos del original que quieren ridiculizar. Pero cuando te excedes con la parodia ésta deja de funcionar y se convierte en algo cargante. Igual de rechazable que aquel en el que se fija pero neutralizado del veneno de su dardo debido a la sobrecarga del mismo.

Y Mickey 17 se convierte, ya en su tramo final, en un film que dista mucho de la genialidad de la que están compuestas las obras maestras que sí nos dado Bong Joon Ho. Un cineasta capaz de darnos la mejor película posible y combinarla con un siguiente paso decepcionante. Por mucho presupuesto con el que cuentes, si no lo utilizas debidamente acaba psicológicamente anulado. Luce en la pantalla, no puede negarse, pero como no funciona en su conjunto no lo apreciamos positivamente.

Joon Ho tenía la posibilidad de brillar en una industria en la que ha tenido luz verde debido al fenómeno que supuso Parásitos, y a sus premios internacionales, que la coronaron como la joya que era, pero no ha aprovechado la oportunidad de darle a esa misma industria que lo encumbró un título con el que seguir aquella estela, consolidándose como uno de los grandes en un Hollywood que ya no es lo que era pero que mantiene el aura de lo que fue. El pobre Mickey 17 merecía ser todo lo divertida que aseguran que es la novela, y Bong Joon Ho convertirse, además de en el primer director que gana el Oscar a la mejor película para una producción internacional, surcoreana, de habla no inglesa, en el genio que aportara otro título incontestable en la industria más incontestada. Pero para eso, si se lo permiten, habrá que seguir esperando.

Silvia García Jerez

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