FLOW: Siguiendo la corriente

Flow es una de las grandes películas de animación de los últimos tiempos. Reciente ganadora del Globo de Oro en dicha categoría, por delante de titanes como Vaiana 2, Robot salvaje o Del revés 2, Flow es una coproducción entre Francia, Bélgica y Lituania y compite en la carrera de premios por este último país.

Nos cuenta una bonita, y bastante dura, historia sin palabras. No hay diálogos en Flow. Los animales que pueblan el film no son protagonistas de una película de Disney y por lo tanto no hablan, no cantan, no bailan, sólo luchan por sobrevivir con acciones, miradas, ladridos o maullidos, lo que le toque a cada especie, y se comportan como lo haría cualquiera de ellos en la vida fuera del celuloide.

Aquí tampoco hay nombres. El gato del cartel es en quien está centrada esta road movie que comienza con su rutina, en su casita y alrededores, en su jardín decorado con estatuas y figuritas de gatos… una monada. Pero de repente llega la riada. Una progresiva inundación, una corriente -esa Flow del título en inglés- que se va adueñando de cuanto arrasa a su paso, y el gato se ve obligado a escapar. A seguir la corriente. Ésta lo lleva a un barco, que será el escenario fundamental de la película.

Allí se van a dar cita, cual Arca de Noé, todas las especies que van logrando sobrevivir. Sólo el barco parece el sitio adecuado para pasar el temporal, el sitio seguro en el que estar a pesar de la competencia entre los ahora inquilinos, cada uno con sus manías, sus deseos, sus intereses. Son como personas pero con cuatro patas, alas y demás características físicas de su ser.

Algunos de los animales que vamos ver en la película, FLOW
Algunos de los animales que vamos ver en la película

Y aún siendo animación se trata de una película dura. Preciosa, magnífica, pero dura en algunos tramos. Y es que se supone que es un género bonito y dicharachero, porque sigue habiendo mucho prejuicio con él, porque Disney lo ha distorsionado y nosotros, sus espectadores, hemos interiorizado que si se trata de animación será una película ideal para una tarde de diversión. Sin más. Pero no, la animación, incluyendo la división Pixar de Disney, puede ser cine muy adulto y, a veces, muy duro de ver. Por el estrés que provoque, por el mal rato que se pase, porque el lado dramático que toda historia contiene también está presente en los aparentemente inofensivos dibujitos.

Pero es que Flow, además, es animación europea, alejada de los estándares de Hollywood. Es un 3D con trazos pictóricos no tan definidos como los de Disney. Está creada y renderizada con el software Blender, de hecho, un programa informático multiplataforma dedicado al modelado, iluminación y creación de gráficos tridimensionales. Y Flow es el mejor ejemplo de los resultados que este software puede ofrecer porque la iluminación que tiene es una auténtica maravilla. Hay planos en la película que parecen cuadros. Los reflejos del sol en el agua o los bancos de peces nadando mientras el gato protagonista los observa son de una brillantez sublime.

Flow no sólo destaca por su apartado técnico. Es que, artísticamente, su guión también es fabuloso. Escrito por Gints Zilbalodis, su director, junto a Matías Kaza, ambos desarrollan una historia en la que los diálogos, sin estar presentes, están implícitos. Qué complicado es hacer eso, algo digno del cine mudo tan olvidado ya, sobre todo en tiempos de verborrea cinematográfica en la que muchas veces no por una excesiva comunicación entre personajes nos va a apasionar más el relato en el que están inmersos. En Flow la acción los lleva, a todos los animales de esta ficción, a expresiones que clarifican sus pensamientos. Sabemos lo que dirían de poder hablar sin necesidad de que lo hagan. Es tan obvio lo que opinan de cuanto va ocurriendo, tenemos tan claro lo que pasa por sus cabezas cuando se asustan, se enfadan, se alegran o reflexionan, que parece mentira que otros títulos requieran de tanto contenido dialéctico.

Flow es una joya de la animación. Una película de acción, porque la supervivencia en la naturaleza requiere moverse por ella, una cinta de suspense porque no sabemos qué pasará con cada personaje, con el propio gatito protagonista, vapuleado por las circunstancias y temeroso muchas veces de su propio destino. Una película de amistad, de asumir que si no nos ayudamos entre todos no hay futuro posible. Una road movie por bosques y ríos. Una experiencia sensorial que hay que sentir en la oscuridad del cine, ese recinto especialmente diseñado para que las grandes películas nos lleguen más hondo. Flow tiene la profundidad y la belleza suficiente para que la admiremos como se merece, en una sala, sin que otras actividades que surjan en casa nos distraigan. Ese gatito protagonista requiere nuestra total atención y debemos dársela. Será un placer dársela.

Silvia García Jerez

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