JOAN BAEZ: I AM A NOISE – El precio de conjugar la vida, la música y la acción social
Este viernes 26 de abril se estrena en salas “Joan Báez: I am a noise”, la pelicula documental dirigida por Karen O’Connor, Miri Navasky y Maeve O’Boyle sobre la cantautora Joan Baez, una de las pioneras de la canción folk de los 60s-70s y por ende de la «canción protesta» como se conoció también al género en España.
La película nos sumerge en la figura de Joan Chandos Báez Bridge tocando varias de sus facetas, y puede ser interesante tanto para el melómano que conociera o no a Joan, como para el curioso por los movimientos sociales y civiles que marcaron la mitad del siglo XX. Lo hace de modo muy entretenido aun durando casi dos horas, gracias a la riqueza visual de los documentos en todos sus formatos que sorprendentemente Joan ha ido conservando, con un relato personal que huye del testimonio elogioso de otras personas como suele ser habitual, (así lo pretendían las directoras), y a viajar en el tiempo atrás y adelante con la base del presente, que no es sino los preparativos de su gira de despedida hace 6 años por Estados Unidos. Joan, con 79 años en el filme, ahora ya 83 (nacida en Nueva York el 9 de Enero de 1941) aparece joven y vital, manteniendo a tono su voz con la profesora de canto -aunque ya no conserve su voz dulce de soprano con la que envolvía sus balas en forma de mensaje de sus letras- o con sus ejercicios de gimnasia, o bien reflexionando sin tapujos sobre su vida, pensamientos y recuerdos de modo lúcido y también emocional. No hay que olvidar que Báez fue toda una figura en su tiempo, y arrastró verdaderas masas de gente desde que con 18 años fuera bautizada para la fama en el festival de Newport.
La familia es el eje del documental, incluso hasta el final, con la figura de unos padres que influyeron o hasta inculcaron el sentimiento de justicia reivindicación social en Joan y sus dos hermanas Pauline y Margarita «Mimi». Con un padre mexicano que ejercía la profesión de físico como profesor e investigador en el MIT, casado con una escocesa criada también en un cuidado ambiente cultural que al igual que su marido emigró a los Estados Unidos de América, no es extraño que Joan estuviera cómoda en su vocación desde pequeña, en lugar de tener progenitores que intentaran quitar de la cabeza esas ideas locas de adolescente. Mimi, quien también se dedicaría a la canción acompañando a su marido Richard Fariña, del cual tomaría su apellido artístico, es uno de los dos focos familiares con sentimientos contradictorios en Joan. Por un lado, afecto por estar muy unida a ella, y por otro, los celos personales y artísticos. El otro foco familiar es su padre, Robert. La película es cruda por la sorprendente revelación final que Joan comparte con el espectador, que es el descubrimiento de un supuesto abuso sexual por parte de su padre, azuzado por una revelación de Mimi, quien guardaba recuerdos más nítidos sobre ello igualmente. Aunque en el documental se aborda el dudoso método de descubrimiento (unas sesiones de hipnosis) y el testimonio de los padres negando todo, queda un regusto amargo y con dudas razonables, fallecida igualmente ya Mimi.
Además de esto, Báez se muestra descarnada y emocional revelando sus debilidades de salud física y mental a lo largo del tiempo, algo también sorprendente viendo las imágenes donde muestra gran temple en los escenarios, o arriesgándose a un ingreso en la cárcel como activista en las protestas civiles antirracistas y antibelicistas con la guerra de Vietnam. Y es que en la película alguien se presta cruelmente a calificarla de auténticamente adicta a las reivindicaciones sociales. Precisamente en estas protestas conoció al marido y padre de su hijo, y éste también aparece en la película como percusionista en su gira de despedida. Los documentos en forma de diario escrito, cassettes grabadas con su voz, fotografías y testimonios video gráficos junto con por ej. el propio Martin Luther King, convierten al documental en algo único, y quedan ganas de más, viendo lo que guarda Joan en su almacén.
En el plano musical, la película no aporta mucho más, centrada en imágenes antiguas y excepto quizá el verse descolocada de los 80s en adelante, aunque se le reconozca su papel, quizá ensombrecido por otras cantautoras de la talla de Joni Mitchell con mensajes más intemporales. Báez no rehúye de expresarse a calzón quitado sobre su comentado affaire con Bob Dylan en los años 60s, a quien amadrinó en sus primeros tiempos, y del cual se desligó a su pesar, reconociendo cómo le rompió el corazón, y con Bob menos centrado en el mensaje social para disgusto de Joan (dicen las malas lenguas que más enamorado de su hermana Mimi).
En suma, gracias al magnetismo de la figura de Joan, quien aparece bella desde su infancia hasta su saludable ancianidad (es la única superviviente de su familia además de su hijo) con esa sonrisa y esos ojos vivos, y a la riqueza y tratamiento de lo visual y sonoro, el documental deja un buen sabor de boca reivindicándola, y gracias a la generosidad, disposición y autocrítica de la propia Baez, quien dice de su vida justificando el título del filme: «No he sido una santa, he sido un ruido». Por señalar algún defecto, se podría criticar el no haber profundizado más en su faceta musical o en su pensamiento sobre la política actual, y habrá quien califique de cierta falsedad impostada viéndola caminar descalza en Paris, donde baja a unirse a una batucada que ve desde la ventana de su lujoso hotel, o bañándose en su piscina de su confortable casa de California. Pero para no poner pegas en mostrar eso hace falta ser honrada y transparente igualmente, y esto no podrá reprochársele a Joan Báez.
Javier San Vicente