CIVIL WAR: La guerra civil norteamericana en el objetivo
Civil War es la película del momento, la número 1 en la taquilla, y no es de extrañar. La publicidad con la que se ha estrenado ha levantado muchas expectativas y después, una vez vista, ha polarizado a los espectadores: unos se han quedado impresionados con el nivel de crudeza con el que presenta la guerra civil ficticia, aunque bastante realista, que muestra, y otros han renegado de su bajísimo nivel de exposición política, poco menos que esquemático, como si fuera un videoclip insertado entre tantos vídeos que se ven en las redes sociales. También se había dicho, de hecho incluso lo hizo el propio director, Alex Garland, que estuvo en Madrid para presentarla, que no se mojaba políticamente, que simplemente dejaba ahí los hechos y que no se posicionaba. Sólo esto último no es cierto, su posición está en la pantalla, en cada proyección de la película, y es evidente cuál es.
A Civil War se le pueden achacar los dos puntos de vista anteriores. Y ambos tendrán razón. Civil War nos adentra en un Estados Unidos sumido en una guerra civil por culpa de un presidente, una némesis del que tuvieron hace cuatro años, que está en pleno tercer mandato, cosa que la vigésimo segunda Enmienda de la Constitución norteamericana prohíbe. Sólo pueden estar ocho años como máximo, dos legislaturas, pero el presidente que presenta el film no quiere marcharse. Por eso, las Western Forces de Texas y California, dos estados tradicionalmente opuestos políticamente, se rebelan y se unen para luchar contra la situación, y el presidente decide desmantelar el FBI y ordenar ataques contra sus ciudadanos.
Nosotros, como espectadores, no vemos nada de este proceso, ya estamos inmersos en su resultado cuando la película comienza. Por eso no nos explican nada de forma pormenorizada, únicamente vamos conociendo la situación a través de conversaciones, no de exposiciones explícitas, porque ya es algo sabido por los personajes y no se sobreexplica nada para que el espectador esté al día. Ya se irá poniendo con el contexto de lo que vaya sucediendo. Quien piense que se reflexiona poco en el metraje tiene razón, ya se hizo en el pasado que no vimos, y quien crea que no se requiere más también está en lo cierto porque a pie de calle, metidos en la realidad que está teniendo lugar, no hace falta. Con las fotos ya está todo dicho.
La guerra civil ya es un hecho y poco queda ya por hacer. Lo único que puede hacerse es conseguir una última exclusiva: una entrevista con el presidente en la Casa Blanca. Y para ello, los protagonistas de la película, Lee (Kirsten Dunst), una afamada fotógrafa que ha visto tanto horror que ya está cansada hasta del que pueda llegar, y el periodista Joe (Wagner Moura), se proponen viajar a Washington DC y conseguirla. Sammy (Stephen McKinley Henderson), mentor de Lee, una eminencia en el periodismo de guerra, les aconseja no hacerlo, pero ya que van, se une a ellos en la aventura. Falta un cuarto personaje, una especie de becaria, de aprendiz de Lee, a la que admira y junto a la que se empeña en viajar para verla en acción. Se trata de Jessie (Cailee Spaeny), que se integra en el grupo con calzador e irá creciendo como persona y como profesional. A marchas forzadas todo se hace más rápido.
Comienza la road movie, una película de carretera en la que nunca sabes qué te deparará el siguiente kilómetro. En el trayecto, nuestro cuarteto irá viendo de todo y lo irá fotografiando. Y nosotros vamos viendo el resultado de ese trabajo en instantáneas que el montaje va insertando en el relato. Algo de lo más eficaz que llega a su cénit en la secuencia final. La larga y sensacional secuencia final, que puede resultar desconcertante pero una vez que se materializa es evidente que Alex Garland, su director, la ha concebido como guinda de una película que siempre ha pretendido llegar a ese momento. Y es por ello que está claro en qué postura ideológica se encuentra el artífice de un conjunto fabuloso que hace un auténtico homenaje al fotoperiodismo de guerra, una profesión a ensalzar y a reivindicar.
Civil War tal vez no sea la mejor película de este género. El fotoperiodismo de guerra ya se vio representado en una obra maestra del año 2000 titulada Las flores de Harrison, protagonizada por Andie McDowell y situada en la guerra de los Balcanes. Pero Civil War no pretende ganarle a ninguna otra sino exponer su punto de vista. Imaginar una situación provocada por un presidente extremista de perfil muy reconocible para dibujar un futurible distópico creíble en el que las acciones de los personajes desemboquen en la situación que cierra la cinta.
Y sólo podía contarla a través de los objetivos de la cámara de los fotógrafos. Ése es el objetivo de Civil War. Objetivo en su doble acepción, la del dispositivo de fotografía y la del reto que supone contar una historia para transmitir un mensaje. A veces está demasiado subrayado, pero es bueno incidir en él para que no haya preguntas. Y aún así se formulan.
Garland pretende que la fotografía hable por los personajes, que sea ella, ellas, las muchas que vemos hacer, las que cuenten el horror por el que están atravesando. Por eso los personajes son tan planos en general. Son meros instrumentos para darle al obturador y que tú también te espantes. Únicamente las chicas tienen peso real en la historia, pero cada una en su contexto. Lee no es un buen personaje pero Kirsten Dunst, con su enorme madurez como actriz, ya demostrada en El poder del perro, le otorga una dimensión estratosférica a través de esa mirada vacía rellena de todo lo que ya vio y quiere olvidar. Por su parte, Jessie tiene un personaje sensacional con un arco dramático definido que su intérprete, Cailee Spaeny, no sabe darle del todo. Queda patente porque el guión así lo explicita y porque la película, técnicamente, es un prodigio y ayuda a componerlo, pero no porque ella sepa darle esa profundidad. Pero su arco es necesario para comprender el viaje interno que el desarrollo de la película realiza, para entender la evolución de estas Thelma & Louise del periodismo.
Sí, Civil War es técnicamente un ejercicio deslumbrante. Su diseño de sonido es asombroso, su montaje un ejemplo a seguir en escuelas de cine, su dirección artística, espeluznante, y la dirección como tal, un prodigio. Alex Garland lleva una carrera sensacional en la que sólo nos ha dado grandes títulos. Unos más controvertidos que otros, pero tanto Ex_Machina como Aniquilación o Men son brillantes. Civil War se suma a ellos con enorme contundencia. Es una película muy pensada, con un enorme trabajo detrás y un gran resultado delante. Delante de nuestros ojos, que se abren gracias a que unos reporteros de guerra nos enfocan exactamente donde hay que hacerlo y nos revelan, igual que se hace con las fotografías, una realidad que puede estar ahí, a la vuelta de la esquina.
Silvia García Jerez