EL CORREO: Los años del desenfreno
El correo, la última película de Daniel Calparsoro tras haber estrenado Todos los nombres de Dios hace unos meses, nos lleva a los años de desenfreno en España, a partir del 2002, cuando nuestro país entra en el euro. El protagonista es Iván, un chavalito de Vallecas que desea medrar a lo grande y lo acabará consiguiendo, pero empezando desde cero, haciendo pequeños favores que implican llevar a alguien como un chófer. El chico se hace querer, y sabe cómo hacerse necesitar. Y no tardarán los grandes encargos hasta convertirse oficialmente en correo belga para una organización internacional dedicada al blanqueo de dinero. Los maletines entre Ginebra y Bruselas vuelan y los lleva él, ganando un montón por esas transacciones.
Pero todo fluye muy rápido e Iván se da cuenta de dónde está situado el mayor foco de ganancias de dinero negro: en la Costa del Sol. Marbella, la Jet Set, los empresarios que construyen con gran rapidez ese paraíso de viviendas de vacaciones. Políticos corruptos, banqueros, la mafia china… un mundo de posibilidades entre las que Iván se va a mover de maravilla mientras persigue su otro sueño, el amor de Leticia (María Pedraza), hija de Francisco Escámez (Luis Tosar), pez gordo del negocio que no quiere que Iván se le acerque a ella ni remotamente. Pero los dos son mayorcitos, así que Iván no se lo piensa dos veces.
Cierra el triángulo de tramas el comisario Manuel Roig (Luis Zahera), que anda tras la pista de un chaval jovencito y espabilado que de la nada se ha empezado a codear con los grandes de la zona. Para qué, por qué. Seguro que hay motivo para investigarlo.
El correo se ha estrenado en número 1 directo en la taquilla española, y no es para menos. Es una película frenética llena de acción y de buen ritmo, de esas que desde el primer minuto tienen enganchado al espectador con su montaje picado, su voz en off, la de Iván (Aron Piper) narrando sus andanzas y su mirada subjetiva sobre ellas, explicando cada paso que da y qué resultado obtiene de él. En una palabra, puro cine comercial con un pulso narrativo admirable. Es imposible no estar atento durante todo el metraje a cuanto ocurre en la pantalla, porque además son acontecimientos que hemos visto durante años en los telediarios e informativos.
En efecto, El correo resume muy bien la historia reciente de España, la de la picaresca y los años en que comenzaban los casos de corrupción más famosos que hemos tenido. Todo ello, contado desde dentro, desde el punto de vista de un jovencito que movía hilos para esas organizaciones. No puede ser más apasionante. Vemos reflejada en esta ficción la realidad que nos ha acompañado durante décadas. Y claro, saber cómo se fue urdiendo todo es un punto a favor de la cinta.
Por eso resulta tan interesante lo que El correo nos narra. Su fuerza estriba en la historia y en cómo Calparsoro, tras su fallida Todos los nombres de Dios, que protagonizaba Luis Tosar, nos la cuenta. Aquí sí acierta, aunque aquí Tosar sea más secundario y le deje el protagonismo a Aron Piper, que no es que brille en exceso pero cumple como narrador del conjunto, que es lo importante. De todo el reparto, posiblemente quien se lleve los laureles sea, cómo no, el enorme Luis Zahera. Un par de escenas y la película es suya. Sin estridencias, con una mirada, un gesto. Personifica la magia de la película. La hace suya y sólo queda rendirse a la evidencia de su gran talento.
Eso sí, hay que insistir en lo bien que funciona El correo como tal, como película en sí. La historia es apasionante y la manera de contarla hace el resto. Seguro que los espectadores pasan un rato de lo más entretenido mientras asisten a las andanzas de un narrador que nos va a llevar de su mano por los entresijos de la corrupción en la Costa del Sol española. Pasen y sean testigos de cómo fue su propio pasado.
Silvia García Jerez