23 PASEOS: Caminando hacia el amor
Qué pocas películas se estrenan como 23 paseos, y cuánto habría que cuidarlas, porque son tesoros que nos enseñan quiénes somos, quiénes fuimos, dónde nos ha situado la vida y el poder del amor para sobrellevarlo todo.
23 paseos es la última película del británico Paul Morrison, director que ha firmado trabajos previos a este pero que no han llegado a España. Ahora, 23 paseos sí lo hace y es de agradecerle a la distribuidora Caramel que nos acerque cine como este, tan poco usual en tiempos de superhéroes y más aún en estos concretos de pandemia en los que cada vez hay menos películas al alcance de los espectadores que aún asisten a las salas.
Pero si lo pensamos bien, 23 paseos es una historia de superhéroes. No llevan capa, pero tienen a sus espaldas una trayectoria de acontecimientos que los han convertido en las personas fuertes y asombrosas que son ahora, con sus miedos y sus secretos, con sus alegrías y sus penas, con sus deseos y sus esperanzas.
Los protagonistas son Dave (Dave Johns, el Daniel Blake de Yo, Daniel Blake, de Ken Loach) y Fern (Alison Steadman), dos personas de avanzada edad que un día tienen un encontronazo mientras cada uno pasea a su perro por la campiña inglesa. Dave minimiza la tensión del momento pero Fern se mantiene airada con el hecho de que el dueño del perro más grande de los dos no vaya con correa. Eso qué es.
Ambos seguirán viéndose porque pasean a los perros por el mismo parque, por lo que tendrán ocasión de suavizar lo ocurrido y de ir entablando una relación de amistad que irá poco a poco yendo a más.
Pero muy poco a poco, y gracias sobre todo a los perros de ambos, que van a servir de motivo de encuentro cuando las cosas entre ellos se pongan más oscuras de lo que hubieran querido.
Y aunque parezca que el ocaso de ambos es una plataforma para facilitar una relación que a los dos pudiera venirles bien para pasar su madurez acompañados, subestimar a las personas mayores precisamente por eso es algo que ni es justo ni ellos quieren permitirse. La edad no es una excusa para estar juntos, es el amor el que aparece a esa edad, que es muy diferente.
Aunque Dave enseguida trata de mantener lo que está naciendo, Fern no es tan cercana. Y los dos tienen sus motivos para mostrarse de ese modo, porque la vida no ha sido fácil para ninguno y como pasa con cualquier persona, joven o ya entrada en años, todos reaccionamos de forma inesperada cuando algo, por muy agradable que resulte, irrumpe para cambiar nuestros esquemas.
23 paseos es, por lo tanto, una lección de vida. Para todos. Los más jóvenes pensarán que una película protagonizada por dos ancianos no es lo más llamativo, pero todo llega, y la historia de este largometraje no es sino un reflejo de lo que puede que nos espere.
Las historias de amor entre personas mayores son siempre un espejo en el que mirarse y aprender. Ninguna edad está exenta de que lleguen los sentimientos menos esperados, aunque podamos pensar que de mayores ya no tendremos esa oportunidad, y 23 paseos demuestra que puede ser una delicia cuando se encuentra la persona perfecta con la que compartirlos.
23 paseos también habla de las decisiones que tomamos en la vida pensando que es lo mejor que puedes hacer en ese momento. Pero no se detiene ahí, reflexiona, además, acerca de lo que creemos que es correcto en el presente aunque más adelante la vida te revele que no era lo ideal. El día a día es complicado, se cometen errores y por muchos años que tengas, y toda la experiencia acumulada posible, aún así no dejarás de fallar y de hacerlo mal.
23 paseos cuenta todo esto con sencillez y naturalidad. Es como si la cámara de Paul Morrison se metiera de verdad en la vida de estas dos personas a las que unos perros conectan pero que en realidad tenían la necesidad de conocerse.
Y qué bonito es ir comprobando hasta qué punto, por muchos secretos que haya entre ellos, por mucho dolor que los haya llevado hasta ahí, su cariño, su amistad y su amor es más grande que todo eso, o al menos es una ayuda para enfrentar una vida tan dura en la compañía de una persona a la que poco a poco vas necesitando más y más.
En el cine, normalmente, no suele haber mucho espacio para que las personas mayores protagonicen las historias. En Hollywood, en cuanto una actriz pasa de los 40 su agenda se reduce, y los hombres, aunque lo tienen más fácil, tampoco es tan común verlos en películas. Los mayores suelen trabajar con quienes comparten edad, y Clint Eastwood o Martin Scorsese solo pueden hacer una película cada dos años.
Encontrarse con cintas como El padre o Falling, protagonizadas por Anthony Hopkins y Lans Henriksen respectivamente, no es algo habitual, pero es una maravilla para los espectadores capaces de apreciar el esfuerzo de los actores mayores a la hora de enfrentarse a papeles principales, así como es de agradecer a directores y productoras por querer llevar a cabo estos proyectos.
Y 23 paseos viene a unirse a estos títulos, para dejar claro que las historias con personas mayores también tienen interés. De hecho, si les damos una oportunidad, descubriremos que era incluso más grande que el que acababa teniendo aquella en la que confiábamos más porque sus protagonistas eran jóvenes prometedores pero luego no cumplía las expectativas que habíamos depositado en ella.
23 paseos es una de esas películas que se disfrutan de principio a fin, de esas en las que los personajes están hechos de mimbres reconocibles, de unos pasados que los acechan pero que los han ido moldeando para convertirlos en seres humanos con los que poder identificarnos.
Un hombre y una mujer que nos resultan entrañables, que se hacen querer y a los que deseamos lo mejor. Porque ellos podemos ser nosotros, pueden ser nuestros abuelos, y nosotros, que podemos ser sus nietos, disfrutamos de verlos aferrarse a un amor inesperado, y tan fabuloso como el que surge en la adolescencia.
Porque en la adolescencia también hay problemas con la familia y con la pareja. Y el cine, aunque no siempre lo parezca porque el foco mediático en las producciones para los más jóvenes es mucho más grande, tiene tiempo que dedicarle a quienes ya han cumplido más edad, para demostrarnos a todos que la vida, con sus cosas buenas y malas, puede ser maravillosa hasta el final.
Silvia García Jerez
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