ESPECIALES: La voz de los autistas
Especiales nos acerca a La Voz de los Justos, una de las dos organizaciones que cuidan de chicos autistas creadas por dos amigos de diferentes religiones, Stephane Benhamou y Daoud Tatou, que en el film pasan a llamarse Bruno y Malik.
En realidad, Especiales nos muestra a las dos organizaciones pero se centra en una de ellas, en la que supervisa Bruno Haroche (Vincent Cassel) tratando de que ninguno de los adolescentes internados en su centro se quede sin la ayuda que necesita, que por cierto, es mucha.
Un cuidador por chico, esa es la intención, el deseo, y casi el lema que tienen. Pero La Voz de los Justos carece de reconocimiento estatal, es una organización ilegal a la que no dejan de hacer inspecciones, dudando de ella porque no tiene los permisos para ejercer, pero sin que el gobierno se decida a cerrarla porque para el Estado supondría una tarea titánica ocuparse de esos chicos a los que no quiere nadie por ser tan problemáticos, por no tener comportamientos normales y por necesitar una vigilancia tan constante que ninguna entidad está dispuesta a asumir.
Especiales nos expone al drama de estos jóvenes, que no tienen integración social posible por mucho que lo intenten porque su enfermedad no les permite seguir pautas cívicas lógicas. De este modo, Especiales pone el foco en dos de ellos, en Valentín (Marco Locatelli), un chico que no habla pero que se expresa a través de la violencia, hacia sí mismo sobre todo, dándose golpes contra las paredes, por lo que es necesario que viva con un casco puesto, y a veces con más protección en todo su cuerpo.
Y en Joseph (Benjamin Lesieur), el chico por el que nace todo, un autista con pautas de comportamiento reiterativas, como era el caso de Rain Man, pero en el suyo repetir en voz alta conceptos como ‘no pegar a mamá’ cuando está especialmente alterado, o de tirar de la palanca de alarma en el metro sin poder evitarlo, buscándose, siempre que eso ocurre, un problema con la policía, que aunque ya sabe lo que pasa no puede hacer otra cosa que multarlo.
El autismo es un problema serio ante el que la sociedad y las instituciones miran para otro lado. Pero Especiales posa sus ojos, su cámara, en la enfermedad, en las posibles soluciones, en la medicación tan abundante que han de tomar sus pacientes, en definitiva, en la parte humana de lo que muchos ven solo como una molesta rareza.
Y lo cierto es que Especiales, sin dejar de tener algún momento de comedia, por la situación que se genera, o por alguna respuesta que salga de manera impulsiva y provoque alguna risa esporádica, no tiene nada del ambiente festivo que sí encontrábamos en Campeones o Intocable, película francesa que dirigieron también los responsables de ésta, Olivier Nakache y Eric Toledano.
De hecho, si nos atenemos a las imágenes que aparecen en los créditos finales de la película, con los auténticos amigos que ponen en marcha estos centros sin reconocimiento legal, nos damos cuenta de que el film que ahora estrenan es un documental ficcionado sobre lo que de verdad tuvieron y tienen que vivir cada día con los chicos que aparecen en ella.
Por lo tanto, Especiales es una película que, más allá de su puntual humor y de lo tierna que pueda resultar en ocasiones, en el fondo no es sino el duro, durísimo, retrato de una realidad a la que es difícil enfrentarse. Unos chicos que por sus características van a necesitar una ayuda especial toda su vida y que a saber quién va a estar siempre ahí para ofrecérsela.
Porque esta película no trata de unos adolescentes que mira qué simpáticos son y lo que son capaces de hacer en una cancha de baloncesto. No. Ni de un señor que es muy guay porque baila como nadie en medio de la alta sociedad mientras cuida a otro inválido. Tampoco.
Para estos cuidadores no hay fin. No salen los créditos y ahora la vida es mucho mejor. No va a mejorar. A lo mejor puntualmente, con algún signo de que hoy las cosas pueden funcionar por un rato, pero nada más.
Especiales retrata esa realidad sin maquillarla. Si al chico no se le puede quitar el casco, no se le quita. Y si ahora está tranquilo puede ser por un minuto, dos. No más. La película es honesta hasta ese punto. Y se le agradece.
Pero eso no significa que Especiales sea difícil de ver. Tal vez todo lo contrario, ya que la cinta obtuvo el Premio del Público en el pasado Festival de San Sebastián, con la nota más alta que una película haya conseguido nunca para lograr hacerse con ese premio: 9´5. Por lo tanto, si el público de San Sebastián se entregó a ella de esa manera, no tienen por qué no hacerlo el resto de los espectadores cuando llegue a las salas comerciales.
Eso no quita que siempre esté bien advertir que el fondo de la película no es divertido, porque muestra una realidad para la que no hay cura, solo tratamiento continuado para relajar a los pacientes. Y que aunque la película termine la realidad de esos chicos sigue siendo la misma, y por lo tanto no hay ficción que concluya para unos personajes que no existen. Rain Man seguirá haciendo fotos compulsivamente y recitando diálogos de películas sin que tengan sentido para él.
Silvia García Jerez