¿QUIÉN ESTÁ MATANDO A LOS MOÑECOS?

Su título ha sido la noticia del verano. No nos engañemos: en cuanto supimos que The Happytimes Murders, que serían los asesinatos del show en el que las marionetas trabajaban en los años 80, se iba a titular en España ¿Quién está matando a los moñecos?, con O, en lugar de a los muñecos, Internet se colapsó.
El cachondeo con el título incluyó los pasos previos de locura e incredulidad antes de llegar a la conclusión de que en realidad era una genialidad a lo grande que anunciaba el gamberrismo de una película en la que la irreverencia iba a ser la verdadera protagonista. Todo ello apoyado en un slogan que remata la faena: Nada de Sésamo, solo puro barrio.
Y como la fecha de estreno ha sido a finales de agosto, ha dado lugar a que la leyenda en torno a ¿Quién está matando a los moñecos? pudiera crecer, de tal modo que quedara claro, desde antes de verla, que no sería un film para niños por mucho que hubiera muñecos, ahí sí, con U, en el cartel.
Efectivamente, no se trata de una película infantil. Los niños podrán disfrutar de ella cuando crezcan, pero ahora serán sus padres los que se rían con los chistes y las burradas que dicen y hacen estos moñecos.
De hecho, para especificar sin caer en contar lo que no se debe, para mejor disfrute de la cinta, desde el primer minuto oímos palabrotas, vemos sexo a discreción y a muñecos que se tiran a la bebida y a las drogas como si no hubiera un mañana. Eso, muy para el público infantil, no es.
Y todo ello para resolver el asesinato de los que están muriendo exterminados. Porque ¿Quién está matando a los moñecos? es en realidad un film policíaco en el que un expolicía con un pasado que lo tortura, el estupendo Phil Philips, una especie de Philip Marlowe en versión teleñeco, con la voz asombrosa y profunda de Bill Barretta en su versión original, y la detective Connie Edwards (Melissa McCarthy) que antaño eran una pareja infalible, tienen que volver a formar un equipo para descubrir quién está siendo el autor de esta masacre.

El sexo es muy importante en ¿QUIÉN ESTÁ MATANDO A LOS MOÑECOS?
El sexo es uno de los puntos fuertes de ¿QUIÉN ESTÁ MATANDO A LOS MOÑECOS?

¿Quién está matando a los moñecos? es, ante todo, una película gamberra. Con escenas muy divertidas y otras directamente desternillantes, caso de una espectacular que tiene lugar en el despacho del expolicía reconvertido a detective debido a ese pasado oscuro. Si uno va con la mente abierta, las risas en esa escena son de necesitar oxígeno.
Pero ¿Quién está matando a los moñecos? también tiene su parte seria. El caso hay que resolverlo y no todo el metraje hace gala del humor irreverente del que goza por momentos. El cine negro tiene su espacio y como tal la cinta se torna más consciente de ello.
Tal vez por eso quien espere un nivel continuo de gamberrismo no va a encontrarlo, no es como La fiesta de las salchichas, que lo aumentaba según avanzaba el metraje. El film del hijo de Jim Henson, Brian, oscila entre géneros y le da prioridad al negro por encima de la comedia en su tramo final, por lo que puede resultar desconcertante o incluso decepcionante, pero lo cierto es que funciona en el conjunto y al salir del cine tenemos la sensación de habernos divertido mucho gracias a esta historia que en realidad es tan loca.
Humanos y muñecos están perfectamente integrados en lo que a narrativa y efectos visuales se refiere, no tanto sociológicamente hablando, cuya queja por esto es la que da origen a la película. Y precisamente es la razón por la que también es muy emotiva. Si los moñecos sufren, sufrimos por ellos, y si disfrutan… nos echamos unas buenas risas.
La cómica Melissa McCarthy, una maestra del humor a la que hemos visto en La boda de mi mejor amiga, Cazafantasmas o Espías, posiblemente sus tres trabajos más conocidos y aplaudidos, encaja de maravilla en este ambiente macarra en el que a pesar de que los moñecos son los dueños de la función, ella también consigue su espacio en alguna que otra escena brillante. Verla metida en plena pelea con los moñecos es un espectáculo y es en realidad a lo que hemos ido a ver la película, a pasarlo muy bien.
Y bien se pasa. El rato que estamos en la sala es de auténtico disfrute. Enfrentarse a una película con un guion en el que no solo encontramos burradas y chistes soeces sino que estos son el condimento ideal para el acercamiento al cine criminal que propone, es un acierto. Y el título perfecto para olvidarnos de que la cartelera, en verano, ha dejado bastante que desear.

Silvia García Jerez

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