BAO: El bollito al vapor hecho corto
Normalmente se le da muy poca, o ninguna, importancia a los cortos. En nuestro país hubo un tiempo en el que en algunos cines los proyectaban, como algo normal, delante de la película que realmente íbamos a ver, pero esa tradición se ha esfumado, aunque no deja de ser habitual que las cintas de Disney por su lado o las Disney Pixar en su conjunto, los mantengan.
Por poner un ejemplo mítico, Pajaritos acompañó en el año del cambio de siglo a la no menos mítica Monstruos S.A., y Lava, hace bastante menos tiempo, sirvió de telonero de Del revés en 2015, corto que muchos alabaron pero que encontró en más de uno y más de dos una oposición inusual por parte del público, que no le suele dar la espalda a estas pequeñas creaciones de aproximadamente 6 minutos.
No darles la espalda en el sentido de tomarlas como un divertimento más, otra obra de arte si se prefiere, porque en realidad son obras de arte lo que fabrica Pixar, que nació de la mano de un John Lassetter hoy caído en desgracia pero al que le debemos joyas como Tin Toy o Knick Knack. Si, como decía, sus cortos consiguen seguir siendo maravillas y alcanzar el objetivo de brillar en tan poco espacio de tiempo, en ningún caso tienen la fuerza de volver a traer el formato a la época en la que estaba más reconocido.
Efectivamente, el escepticismo del párrafo anterior estriba en el hecho de que no todos consiguen serlo, porque el último de infausto recuerdo fue aquel que incluso Disney se vio obligada a eliminar cuando empezó a ser de dominio público que a los niños se le hacía tan pesado que cuando comenzaba la película ya no querían verla. Se trataba de Frozen: Una aventura de Olaf, aquel muñeco de nieve entrañable dentro de la trama que afectaba a las dos hermanas.
El corto se iba hasta los 21 minutos de duración, y precedía a Coco, que no llegaba a las dos horas pero que junto al cortometraje hacía la tarde interminable. Además de las quejas debido a su pobre argumento.
Superado ese bache, Los Increíbles 2 vuelve a venir acompañado de un corto, en esta ocasión de Bao, escrito con B porque es el personaje que lo protagoniza, un bollito relleno al vapor muy popular en la cultura china, también denominado Baozi, que además puede traducirse como Tesoro.
El corto recorre la vida de Bao desde que, siendo un pequeño bollito recién servido, cobra vida en la boca de su cocinera, que se dispone a comerlo como a cualquier otro alimento. Pero en cuanto le da el primer mordisco Bao se queja. No me comas, dice su actitud, primero llorando, luego haciendo el esfuerzo de sacar de debajo de su cabecita un cuerpecito minísculo, y después ya riendo feliz ante la seguridad de que no será deglutido.
Bao crece como cualquier niño y se aproxima a la pubertad y a la madurez como cualquiera de nosotros. Hasta que la vida lo lleva por el derrotero habitual que su madre, su cocinera, no hubiera querido nunca que llegara.
La belleza de Bao no solo radica en su historia, que es la de la humanidad, sino en sus preciosos diseños, en su homenaje a la cultura china, y en la decisión de que todo él sea mudo, con una música que recorra sus minutos.
No hay diálogos porque no los necesita. Tanto el dibujo, en 3D por supuesto, pero dibujo al fin y al cabo, como la narración, son lo suficientemente explícitos como para no requerir palabras. Y nos emocionamos igual o más que lo que lo haríamos con ellas.
Una de las razones por las que incluso derramaremos alguna lágrima es porque detrás de las cámaras hay una mujer que conoce bien la cultura china. Bao lo dirige Domee Shi, cuya ascendencia es de dicho país, y cuya madre, Ningsha Zhong, ha servido también de gran ayuda, ya que los técnicos del estudio la tomaron como referente para lograr la máxima precisión a la hora de moverse y así obtener la correcta realización de los bao en la traslación a la animación.
Así que Domee no solo deleita a los espectadores dirigiendo uno de los cortos más emotivos de la factoría, también le rinde homenaje a su madre.
El de Domee es un dato muy importante. Que una mujer dirija un corto dentro de Disney Pixar no había sucedido con anterioridad. Domee había trabajado en el departamento de animación en Del revés y en El viaje de Arlo y desde la experiencia que le han dado estos dos títulos ha logrado hacerse cargo de una historia que le es muy cercana.
En un momento en el que las reivindicaciones de la industria están alcanzando cotas impensables desde que el caso Harvey Weinstein diera una especie de luz verde no pulsada, sino impulsada, a las denuncias, las mujeres han defendido con mayor ahínco que nunca sus derechos en una industria machista en la que una actriz cobra mucho menos que un hombre por estar el mismo tiempo que él en pantalla.
Hace un año, por estas fechas, celebrábamos el éxito de Patti Jenkins al timón de Wonder Woman, la primera película de superhéroes dirigida por una mujer. Y no era de Marvel sino de DC, lo cual debió dolerle a una productora que título que estrena título que ni siquiera tiene competencia. En este caso, Wonder Woman batió récords de taquilla y casi desde el cenit de su recorrido comercial se anunciaba una segunda parte que costó poner en marcha por la negociación del salario femenino. Ni con un éxito como tarjeta de presentación es fácil para una mujer cobrar lo que vale.
Ahora, Domee tiene, si su corto cosecha las críticas que merece por parte de los niños y adultos que vayan a ver Los Increíbles 2, la oportunidad de reivindicarse como lo que es, la primera mujer al frente de un cortometraje en Pixar. Si la compañía le ofrece entonces un largo, no será, ahí sí que no, la primera en dirigirlo, ya que en 2012 Brenda Chapman compartió dicha función con Mark Andrews y Steve Purcell cuando los tres dirigieron Brave.
Pero no es de descartar que Bao sea candidato al Oscar. O incluso que lo gane. Sería todo un logro para Domee, cómo no, y otro para las directoras como tales, que tendrán más elementos para apoyarse en su lucha.
Mientras tanto, disfrutemos de un corto maravilloso, lleno de sentimientos y emociones, de risas y de alguna que otra lágrima, viendo a esa madre cocinera que primero está encantada con su bollito relleno de vida y luego teme perderlo. Un prodigio que se asemeja al inicio de Up, de la misma compañía, por cierto. Pero las comparaciones son odiosas, aunque en este caso no haya ganadora sino un empate. Porque Bao es un corto tan bello que puede competir, sin importar la duración, con el título que quiera.
Silvia García Jerez