42 SEGUNDOS: Sufriendo por el Oro olímpico

El deporte es apasionante, lo practiques o no. Y 42 segundos lo demuestra. Tanto estando en casa, animando a tu equipo desde el sofá, como luchando por la medalla en el escenario que toque, ya sea piscina, pista de atletismo o carrera al aire libre, es algo estimulante que no deja indiferente.

42 segundos cuenta la historia real del equipo de Waterpolo de la Selección española que compitió al más alto nivel en las Olimpiadas de Barcelona 92. Capitaneados por Manel Estiarte, interpretado, en esta ficción que recrea cuanto sucedió, por Álvaro Cervantes, tuvieron una presión que muy pocos soportarían. Desde la llegada de su nuevo entrenador cuatro meses antes de comenzar la Olimpiada, los chicos de Estiarte se esforzaron como titanes. No les quedaba más remedio. Era eso o estaban fuera del equipo. Y muchos tuvieron que dejarlo hasta que quedaron solo los mejores, que incluían a Pedro García Aguado (Jaime Lorente), un nadador único capaz de hacer ganar a cualquier equipo, pero con serios problemas personales que hacían complicado el entrenamiento con él y la competición posterior.

42 segundos regresa a aquella gesta de la Selección española por llegar a lo más alto, algo que consiguió en Atlanta ´96, pero no en Barcelona. Los 42 segundos del título se refieren al tiempo que faltaba para que, si Italia no hubiera metido un gol más, España, país por el que nadie apostaba al comienzo de la Olimpiada, habría ganado. Pero no lo logramos. Y aún así fue épico. Y la hazaña merecía ser contada en una película, por lo que Alex Murrull y Dani de la Orden se pusieron a filmarla e inmortalizarla para la gran pantalla.

Pedro García Aguado (Jaime Lorente) y Manel Estiarte (Álvaro Cervantes),
en uno de los durísimos entrenamientos a los que su equipo fue sometido

Fuerza y valor. Eso había que tener para pertenecer al equipo de Waterpolo capitaneado por Manel Estiarte. El resto vendría por sí solo. Si lo trabajabas, claro. Pero la base tenía que estar. Lo demás era dedicación, constancia y disciplina. Y eso lo tuvieron de la mano de su seleccionador y entrenador, el croata Dragan Matutinovic (Tarik Filipovic), un hombre al que solo enternecía ganar. Lo demás sobraba. Y para ello quería gladiadores, no jugadores. Daba a entender que para jugar ya estaba el parque, que aquí se viene a por todas. Y los expuso a verdaderas barbaridades para que mantuvieran su forma física. De hecho, hacía cosas parecidas a las que veíamos en El método Williams, que tanto se criticaron en el momento del apogeo de la película protagonizada por Will Smith. Pero es que al deporte de élite le da igual que sea un equipo de Waterpolo o unas adolescentes de 14 años las que intentan coronarse como reinas. Camino solo hay uno y es el de la disciplina sin excusas.

Eso lo muestra 42 segundos a la perfección. Esa parte de la película, la del entrenamiento y su extrema dureza, es impecable, con un Álvaro Cervantes espléndido, dominando la pantalla y haciéndose con las miradas de los espectadores. Su Manel Estiarte brilla como el capitán que era.

Pero 42 segundos falla en lo emocional, en el aspecto personal de sus personajes. Todo lo que cuenta es real, pero el thriller en el que podríamos encuadrar el esfuerzo que muestra el equipo se torna melodrama cuando focaliza las vivencias de sus dos protagonistas, y aquí la película va perdiendo puntos. No es que no necesitemos saber el trasfondo de lo que les ha ocurrido, porque ellos son así por algo y es bueno conocer su pasado, lo malo es que cambiar el estilo cuando dejamos a un lado al equipo tampoco le viene bien al conjunto de la película.

Aún así, 42 segundos resulta, en general, apasionante. Era una historia muy interesante y en el cine lo sigue siendo. La tensión se siente en la butaca y el partido se vive como entonces, como cuando se jugó. Un entrenamiento cercano a La chaqueta metálica al que sigue una Olimpiada que al menos nos dio una medalla de plata en esa disciplina. Y la película funciona como si de una producción formulaica norteamericana se tratase. Y eso es lo bueno y lo malo del resultado: que es un producto comercial muy solvente pero sin que llegue a calar como buen cine. Historia entretenida de la que extraer la moraleja de que el trabajo y el esfuerzo dan sus frutos pero en ningún momento cuenta con mimbres que la lleven a una gloria mayor. También la película se queda con la medalla de plata.

Silvia García Jerez

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