FIRST MAN
Fly me to the Moon
First Man es un espectáculo fílmico que emociona y reflexiona sobre la épica y época del Primer Hombre que pisó la Luna.
Recuperando un cine de naves espaciales sin ciencia-ficción ni alarde de efectos especiales, el director de Whiplash y La La Land, Damien Chazelle, nos acerca a ese gran salto para la Humanidad a través del retrato realista y sentimental del norteamericano, del marido, del padre de familia y del héroe a su pesar.
Entre el estruendo de los cohetes y silencio espacial, First Man orbita por el sueño y la osadía de todo un país a la carrera espacial y el compromiso personal de un tipo que alcanzó la inmensidad antes que nadie.
El próximo julio se cumplen 50 años de aquel primer alunizaje y aunque a estas alturas de la conquista galáctica con misiones tripuladas a Marte, aquellas imágenes en blanco y negro del primer paseo lunar parecen más de película antigua que del futuro que supuso, la epopeya resultó tal y merece ser recordada.
Algunas películas ya han narrado la hazaña -es uno de los acontecimientos históricos más documentados que tiene hasta fake-, pero Chazelle lo cuenta a su manera; grandilocuente y (m)amando mucho Cine.
Y lo hace humanizando esos viajes espaciales como de super héroes, transitando tanto por los interiores de las naves como por la intimidad de los personajes (y cuánto Malick hay en todas las familias tras su Árbol de la vida)
De entre los elegidos para la gloria, Neil Armstrong fue el primer hombre que caminó por la superficie lunar. Y en First Man es Ryan Gosling quien lo encarna; ofreciéndonos en su mirada la rabia, los miedos y los sueños del astronauta que durante la carrera espacial de la Humanidad, vagaba por el duelo de la pérdida de una hija. Un drama personal que condicionó toda su vida, más que su huella en el Espacio, y del que pende todo el film.
Basándose en un biografía del piloto espacial, Chazelle se adentra en la cotidianidad de Armstrong. Y a través de una cámara muy cercana, retrata al hombre que siempre miraba al cielo. Fijándose en pequeños detalles -ese albatros desde la escotilla, esa mosca en el panel de mandos, ese columpio de los vecinos…- llega a la personalidad del héroe a su pesar, tan incapaz de exteriorizar sus sentimientos como capaz de controlar un cohete en plena montaña rusa espacial.
Durante más de dos horas conocemos a ese hombre que también fue un universitario alegre y amante del musical, pero que ahora no sabe cómo despedirse de sus hijos por si otra nave vuelve a explotar; por no contabilizar otra muerte más en esa familia experta en funerales.
Porque en First Man, además, asistimos a la sucesión de pruebas -la mayoría fallidas y no sólo con pérdidas de conocimiento, también de muchas vidas- en esos cohetes minúsculos y domésticos que rechinaban, temblaban, se recalentaban y parecían hechos con papel albal… Todo es tan cercano y parece tan real -casi como de documental- que compartimos hasta esa claustrofobia física y mental que sufrieron quienes lograron llegar a la Luna y poder regresar.
Igualmente participamos del empeño y la osadía de “unos críos jugando con maquinitas” -como bien dice la esposa de Armstrong, interpretada por Claire Foy, quien brilla con sólo un par de secuencias-, en una época de competencia continua con los rusos, la guerra de Vietnam de fondo y el racismo creciente en EEUU.
First Man lo recuerda a ritmo de rap y con la magnífica Whitey on the Moon, en un momentazo musical que no podía faltar y refleja perfectamente todo el relato del Hombre blanco en la Luna.
Resalta también la banda sonora que quizá, abusa de su épica en momentos muy a lo Gravity para contrastar con el apabullante silencio del Espacio Exterior.
Pero esta aventura apenas necesita acompañamiento; como Armstrong, cuando prefiere enfrentarse solo a la inmensidad lunar -y despedirse para siempre de su dolor-, mientras su compañero saltaba como un chiquillo de cráter en cráter…
Un apoteósico final que aún siendo conocido paso a paso, en First Man se convierte en algo extraordinario.
Con producción de Spielberg y ese halo yanki que emana todo la historia, no encontramos en First Man ni una bandera americana; ni la que sabemos se refleja en la escafandra tras el alunizaje.
Y así Damien Chazelle termina convenciéndome, una vez más, con sus películas que me hacen bailar, me llevan a las Estrellas y me vuelan hasta La Luna… como cantaría Sinatra.
Neil Arrmstrong fue descrito por sus familiares como “un héroe estadounidense reacio”, y en su obituario pidieron que siempre guiñemos un ojo cuando miremos al cielo… Que así sea.
Al final sólo somos polvo de estrellas, pero le debemos el futuro.
Mariló C. Calvo