Entrevistamos a JAVIER GUTIÉRREZ, grande en El Olivo tras la Concha de Plata
Hay pocas personas que pueden presumir de profesión y personalidad, aquello que nos define y por lo que nos recuerdan.
Vocación y vanidad, tan necesarias y deseables para la mayoría, son el territorio y la máscara de los intérpretes; esos arriesgados jugadores de otros yo, conocedores como nadie de su mejor combinación… O no.
Porque incluso con un glamuroso trabajo, apenas hay actores hábiles de aunar el reconocimiento de los medios con la admiración de la profesión y el cariño de un público dispar.
Javier Gutiérrez es de los pocos y puede.
Capaz de interpretar igualmente a un secundario que al protagonista ya sea en cine o televisión, pero siempre enriqueciendo el reparto; como también de hacer en teatro, clásico o más modernillo, de escudero o majestad. Y en todos esos personajes y cada uno de sus papeles, nadie habla mal de Javier Gutiérrez, ni en público ni en la privacidad de la farándula y eso dice mucho de él como actor y persona.
Todo bueno porque es grande.
Único en pasar sutilmente del drama a la comedia, envolviendo cada gesto de verdad y naturalidad. Es de esos afortunados que trabaja en el oficio, haciéndolo a conciencia -y con conciencia- toda su vida. Aunque lleva un par de años saltando sin parar de las tablas a la tele y al cine, siendo un incontestable Argelino o Hamelin en teatro y el inolvidable Satur de la popular Aguila Roja, sin olvidar a su policía de La isla mínima con el consiguió el galardón al mejor actor en San Sebastián. Llenando desde entonces portadas y entrevistas repitiendo aquello del pequeño gran hombre, que es verdad y característica a reseñar, pero es que además el éxito le sienta bien, cada día está más guapo y es mejor actor.
Puede que no sea objetiva, le sigo desde Animalario y hasta me emocioné con su Concha de Plata, pero es que no es tan fácil encontrar un tipo corriente que sea tan extraordinario.
Lo comprobamos con su interpretación en El olivo y durante la charla en el Jardín Botánico, lugar ideal para hablar del film, demás proyectos y alguna reflexión de esa vida de cómicos.
La Cronosfera: De camionero en El olivo a Franco mientras eres El Rey… Cuéntanos de Alcachofa, ¿conducías realmente hacia Alemania?
Javier Gutiérrez: No llevaba el camión aunque para ser el tío tuve que engordar, luego a Iciar se le olvidó que me lo había pedido y ya estaba con una panza… (risas)
L.C.- Como un buen Sancho… Llegas a El Olivo tras la Concha de Plata, ¿alguna presión?
J.G.- Igual. Se nos juzga por los trabajos que hacemos, sobre todo por el último y todo lo demás apenas cuenta, entonces uno se toma esto como si fuera casi un examen… Y en cuanto a los reconocimientos, no me considero mejor o peor actor por el premio o por hacer La isla mínima. Además soy muy escéptico y no me creo mucho las cosas, ni las buenas ni las malas. Tomo mucha distancia con mi trabajo, con lo que se opina, con las críticas… Tengo un nivel de exigencia muy alto en mi trabajo y creo que se cuando estoy bien y cuando no he estado a la altura, y aunque los actores tenemos mucho ego, creo que se aparcarlo cuando lo tengo que aparcar. Bueno, quererse un poquito tampoco viene mal.
L.C.- Y debe hacerse de vez en cuando. ¿Qué hay de esos otros personajes a los que te enfrentas?
J.G.- Con El Rey estamos en el Teatro del Barrio hasta junio y tengo un par de series por estrenar. Franco que está hecha ya, ha gustado mucho en Telecinco y será la gran apuesta, una de las mayores de la cadena para la temporada que viene. Tengo muchas ganas de ver ese trabajo, la serie en sí, porque habla de esa relación que tuvo la marquesa de LLanzol con Serrano Súñer, pero detrás hay un trasfondo social, política, militar y diplomático… Todo lo que se tejía durante esa época que es muy interesante, está muy bien contado y hay grandes trabajos. Con Cavestany hemos grabado Vergüenza de Movistar y además por fin se puede hacer comedia en un tiempo de 30-40 minutos que es lo que realmente demanda una comedia. En este país que se hace muy buena ficción, las comedias tienden a estirarse demasiado…
L.C.- ¿Cómo haces para no juzgar a ciertos personajes?
J.G.- Pues siendo muy fiel al guión y por supuesto, sin juzgarlo. Intentando entender las razones que a este hombre le llevan hacer lo que hace. Sinceramente con Franco creo que hemos cumplido con creces. El objetivo era no parodiar, no caer en la caricatura y desde ahí construir un Franco entendible para muchos espectadores supongo, o no, con sus conflictos, con sus dudas. Y por momentos un Franco superado por las circunstancias, por todo lo que le rodea. Un Franco que no es de una sola pieza, con muchas aristas, con muchas esquinas. Me he entretenido mucho haciéndolo. A ver qué ven los espectadores, porque sobre todo la gente con más edad tiene a un Franco en la cabeza que han vivido y los jóvenes le conocen por los documentales… Veremos.
L.C.- Hay ganas. Lo veremos.
J.G: Está en el imaginario colectivo de este país y es de esos regalos que puede tener un actor; interpretar a Franco, a Hitler, Stalin o Mussolini…
L.C.- Aunque tú en teatro ya has hecho de esos grandes papeles…
J.G.– Pero es otro código.
L.C.- Es verdad. He de confesarte que cuando ganaste en San Sebastián, viendo la ceremonia a la cual no acudiste porque estabas con Los Mácbez de Andrés Lima -fantástica adaptación, por cierto-, pensé qué lastima tener que trabajar y no poder recibir el premio que entregaba ¡Nastassja Kinski!
J.G.- Así es (risas) Luego la vi y estuve con ella, pero metí la pata (risas) porque había hecho Woyzeck y le dije que había visto mucho la película de su padre…
L.C.- Al que detesta, le odia…
J.G.- ¡No lo sabia! Y me dice, no me hables de mi padre, no me hables… La cagué (risas) Pero si tuvo que ser así, mejor que me pillara trabajando. Tuve sentimientos encontrados porque no creo que vaya a ocurrirme otra vez en la vida y es una pena perderse esa oportunidad, pero por otro lado qué bien que me pillara trabajando. Esta es una profesión donde hay -lo digo porque hay que decirlo- mas de un 70% de compañeros que están en el paro y de una forma habitual trabajamos un 5%, ná más, y yo estoy en esa bolsa de privilegiados. Que le den premios uno está bien pero que le pillen trabajando, mejor.
L.C.- Teatro, cine y televisión, siempre combinándolo ¿Y publicidad?
J.G.- Hice un anuncio de Mahou, el año pasado.
L.C.- Es verdad, de estos corales.
J.G.– Pero no me llama o me llaman (risas) Igual que las mujeres a partir de los treinta y cinco, en nuestra profesión son casi invisibles -una putada-, para los tíos es distinto y yo soy un caso raro. No soy alto, no soy guapo y no suelo prodigarme en programas de televisión. Yo si tengo que vender algo es mi trabajo y estoy encantado de hacerlo; en eso tenemos que aprender mucho de los americanos que se vuelcan a la hora de vender sus películas, pero hoy por hoy, sólo vendo mi trabajo y apoyo a algún compañer@ al que me una un fuerte vínculo emocional.
L.C.- Hablando de americanos, ¿qué tal la experiencia en la superproducción con Fassbender de compañero de reparto?
J.G.- Es una película basada en el videojuego Assassin´s Creed.
L.C.- ¿Lo conocías? ¿Juegas con consolas?
J.G.- No y estuve a punto de no hacerla. Estaba haciendo El Olivo y era una semana muy dura. Me pilló con mucho curro y otra película por rodar. Venía una época intensa de Águila Roja, me quedaba sin vacaciones y necesitaba descansar… Además pensaba, qué se me ha perdido a mi en Estados Unidos en una superproducción como ésta, pero me volvieron a llamar a los quince días para tener una entrevista con el director y me convenció. No me arrepiento y creo que me hubiera arrepentido si no la hubiera hecho. He aprendido mucho y ha sido muy enriquecedor ver cómo se funciona en una producción de millones de dólares. Me han tratado fenomenal y te das cuenta que el cine es igual aquí que allá y que hace falta una mayor dedicación, más tiempo y dinero para hacer las cosas mejor, para profesionalizar todo de alguna forma.
L.C.- Y las series, ¿eres seguidor de alguna? Más allá de True Detective que habrás visto pues todo el mundo lo comparaba con La isla mínima…
J.G.- Pero nosotros terminamos el rodaje y todavía no se había estrenado; no quise verla hasta tiempo después. Me voy a poner ahora con Fargo, pero soy un tío que vuelvo mucho a revisar… Los Soprano, Breaking Bad… Y me gusta House of Cards. Es que hay muy buenas y mucho cine escandinavo, también muy bueno. Pero el mejor cine ahora mismo, está en la tele y eso está muy bien para la gente que también hacemos televisión; claro que no estamos a ese nivel en cuanto a producción, pero no está de más que sea un ejemplo del cine que se hace en la tele para que vayamos copiándolo. Siempre hay que copiar lo bueno.
Es cierto pero no siempre se puede. Javier Gutiérrez aún siendo bueno, muy bueno, es irrepetible, inimitable. Sigue fascinándonos y sorprendiéndonos con todas sus personalidades por exigencias del guión, mientras es ese tipo honesto, divertido y gran actor, imposible de copiar; hay pocos, muy pocos.
Mariló C. Calvo.
Es impresionante, cómo una entrevista es capaz de acercarte al entrevistado y de hacerte sentir tan cerca de él. Se nota el buen rollo entre Javier y la reportera. Grande!