VORTEX: El ocaso de la vida
Vortex es la última película del argentino Gaspar Noé, un director afincado en Francia que trabaja en el idioma del país galo, y cuya filmografía está plagada de dramas de una intensidad apabullante. Tanto es así, que Irreversible (2002) provocó salidas en masa desde su presentación en el festival de Cannes en la escena de la violación de su protagonista femenina, Monica Bellucci.
Enter the void, Love o Climax, su último largometraje previo al mediometraje -50 minutos de duración- Lux Aeterna, que data de 2019, han sido otras muestras de que Noé no es un cineasta al uso. Ni comedido. Sus películas son excesivas, buscando el realismo más extremo en los temas que toca y mostrándonos la historia de la forma más subjetiva posible para que el espectador se sumerja por completo en la realidad que viven los personajes.
Por eso Vortex, el film que ahora estrena, en el que cuenta los últimos días de un par de ancianos, nos indica que tampoco en esta ocasión la película va a ser menos intensa. Y no lo es.
Noé nos presenta a Lui (Dario Argento, el director de Phenomena y Suspiria), director de cine que actualmente se encuentra escribiendo un libro muy importante para él sobre el cine y los sueños, y a Ellie (Françoise Lebrun), una mujer que padece un Alhzeimer que avanza relativamente rápido, por el cual no se guía fuera de casa y dentro de ella a veces realiza actos que no debiera. Cuando puede, su hijo Stéphane (Alex Lutz) va a visitarlos, pero está muy liado con su trabajo, con su hijo, nieto de ellos, que es pequeño, y tratando de buscar alguna ayuda externa que pueda echar una mano con la situación que sabe que tienen sus padres.
Dos horas y veinte dura Vortex. Muchos momentos de la pareja, o de la familia al completo cuando están juntos, los compartimos con ellos a tiempo real. Si van por la casa, vamos por la casa con ellos. Si alguno se va a duchar lo seguimos al baño y somos testigos de sus acciones. Inmersión absoluta en la vida de unos personajes a los que la cámara controla pero que poco a poco van perdiendo el control de sí mismos.
Vortex, lo vemos ya en el trailer, duplica la pantalla para contarnos esta historia, para no perder de vista a su pareja protagonista. Se hace extraño pero pronto se entra en su juego y se convierte en un recurso fundamental para no dejar nunca a ninguno de los dos, estén haciendo lo que estén haciendo. Uno va, otro viene, y los vemos a los dos a la vez. Tan cerca en su matrimonio, con sus sentimientos intactos desde la juventud, y tan lejos por la enfermedad que los va separando.
Vortex es una película muy dura, que nada tiene que ver con Amor, de Michael Haneke, aunque pueda recordarla su premisa, ancianos y enfermedad de la esposa, aunque aquí también la realidad más cruda tome las riendas de los acontecimientos, no solo respecto a los padres, cuando averiguamos la verdad sobre la vida del hijo ésta se equipara, a su edad, con la de unos padres mayores con escaso futuro.
Nada es alegre en Vortex, pero Gaspar Noé lo cuenta todo con una maestría tal que nos dejamos llevar por lo que nos muestra, porque el conjunto resulta cine de primera categoría. La película nos vapulea, nos desarma, pero su narración se hace arte en manos de Noé y esta pareja tan entrañable se vuelve sublime en la historia del cine.
Silvia García Jerez