EL TUBO: El recorrido del terror

El tubo es el nuevo trabajo del francés Mathieu Turi, del que hace cuatro años vimos Hostile, su ópera prima, en el festival internacional de Cine Fantástico de Madrid Nocturna.

En esta ocasión también se adentra en el cine fantástico y nos propone la historia de una chica que tras subirse a un coche con un desconocido, en medio de la nada mientras cae una lluvia torrencial, se despierta en una pequeña habitación, un cubículo, que dará paso a un tubo por el que ha de entrar, que debe recorrer… y tratar de sobrevivir a la trampa que en ese tramo haya.

Una vez que lo supere, si sigue viva, habrá más tubos, más trampas, y todas ellas las tiene que superar con un brazalete que le han colocado en la muñeca que le va indicando el tiempo, cuenta atrás mediante, que tiene para ir salvándose de cada tubo por el que se interna.

Lisa (Gaia Weiss), que así se llama la chica, se verá expuesta al límite de sus fuerzas sin realmente saber muy bien por qué está ahí ni lo que quien la haya colocado ahí pretende. Pero sin tener dato ninguno, ella activa su modo de supervivencia para tratar de pasar todos los tubos que se le van presentando con la esperanza de que alguno sea el último y logre salir de allí. Si es que se puede.

Lisa (Gaia Weiss) mirando el brazalete de la cuenta atrás, en El tubo.
Lisa (Gaia Weiss) mirando el brazalete de la cuenta atrás

Se ha dicho que El tubo es comparable a Cube, la obra maestra, una de ellas en realidad, de Vincenzo Natali. Por tener un escenario que pueda recordarla, trampas a superar o por ser algo más estresante en algunos tramos… tal vez, pero El tubo es más una Escape Room que otra cosa y Cube, que no andaba lejos de serlo cuando las Escape Room no estaban todavía de moda, era pura adrenalina e inventiva llena de ingenio.

A El tubo, éste, al ingenio me refiero, se le agota pronto, y a sus pruebas les van saliendo elementos sin sentido que únicamente resultan efectistas, más que útiles en el desarrollo de sus tramos.

El tubo comienza bien, con la estimulante premisa de despertarse atrapado en un túnel que conecta con otro y así sucesivamente, teniendo un tiempo muy corto para pasar de uno a otro, si se consigue. Y  con una atmósfera que ya nos introduce también a nosotros en el angustioso mundo de la supervivencia de tubo en tubo.

Pero a medida que avanza los sinsentidos se suceden. Un cuerpo descompuesto situado en uno de los túneles, para que la protagonista tenga que ir retirando sus restos, como una de las primeras pruebas, al lado de otras que vamos a ir viendo, no resulta válida. Solo sirve como un toque gore para darle lustre a una producción que de dirección artística anda sobrada.

Por el contrario, en cuanto a exponer y controlar los detalles que atañen al por qué y al cómo del recorrido, no es precisamente apabullante. No se entienden, por muy brillantes que parezcan, algunos descubrimientos que la protagonista realiza en su trayecto. Ni a nivel de desentrañar las reglas del juego, con el brazalete y los secretos que piensa que contiene, ni a nivel personal, con su pasado expuesto de diferentes maneras por los tubos. Si uno lo piensa, el guión no es tan compacto como debiera.

Escrito por el propio Turi, El tubo adolece sobre todo de consistencia en el plano del género fantástico, en su credibilidad. Por mucha locura que se plantee, si está bien construida, sobre pistas contundentes, demoledoras, ofreciendo datos que nos vayan sirviendo, no salidos de conclusiones extrañas que no nos cuadran, la credibilidad no quedaría en el aire. De este otro modo, todo nos va poniendo sobre el aviso de que no estamos ante la gran película que creíamos que iba a ser cuando comenzó.

Y eso que algunas trampas están bien hechas, algunos tramos son especialmente angustiosos y por momentos la película funciona muy bien. Es al tratar de darle una explicación racional a todo cuando el conjunto falla. Lo va haciendo poco a poco, un elemento inconexo aquí, otro allá, hasta llegar a un final dantesco en que el ya no hay nada que sostenga lo logrado. La impresión de barco a la deriva que teníamos se consolida, dejándonos una película que es más una balsa que se va desinflando y con la que nos acabamos hundiendo. Un título que podía haber sido un entretenimiento espléndido pero cuya excelencia parece seguir el mismo contador hacia atrás que tiene la protagonista en su brazalete.

Silvia García Jerez   

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