SUGAR: La imponente elegancia del ‘noir’
Sugar es el título de la serie de Apple tv y el apellido de John. John Sugar es nuestro hombre, nuestro detective privado, nuestro agente infalible para encontrar a quien haya desaparecido. Es especialista en eso, se le da muy bien y acepta el encargo de un magnate de la industria del cine, Jonathan Siegel (James Cromwell), para dar con el paradero de su nieta Olivia (Sidney Chandler), una joven inquieta y activista en favor de ayudar a mujeres que sufren maltrato que ha desaparecido dejando tras de sí unos vídeos subidos a redes sociales en los que podía vérsela en distintas situaciones.
John Sugar (Colin Farrell) comenzará la búsqueda y en ella tendrá como aliadas a Ruby (Kirby), una ayudante que se entrega en cuerpo y alma a la causa junto a él, y a Melanie (Amy Ryan), una mujer que conoce a Olivia y que también trata de aportar lo que pueda para encontrarla. Pero será John el que con su sagacidad y su elegancia se introduzca en los bajos fondos de la industria del cine en Los Ángeles para descubrir qué ha pasado con la chica.
Sugar, serie de ocho capítulos de media hora cada uno, excepto el primero, que dura 50 minutos, es apoteósica, una auténtica barbaridad. Creada por Mark Protosevich, guionista de La celda… sí, la locura aquella con Jennifer Lopez, y de la magnífica adaptación de la novela de Richard Matheson Soy leyenda, con Will Smith de protagonista, firma ahora una serie que lo único que tiene de malo es que sólo se puede ver en Apple Tv, no la tiene ninguna otra plataforma, y Apple tv no es que la tengan demasiados usuarios. De haber sido de una más habitual estaría siendo la más comentada… aunque de haber sido ese el caso tal vez no sería como es. La comercialidad le habría quitado calidad. Y encanto.
Porque Sugar es una serie profundamente cinéfila. Su protagonista ama el cine y el montaje de cada capítulo nos deja paralelismos entre lo que le va ocurriendo y las películas clásicas que se adecúan a esas situaciones. Porque continuamente estamos escuchando sus pensamientos, y, cuando toca, también podemos verlos: es él quien recuerda esos grandes momentos del celuloide. Un prodigio de narrativa que nos dice que en realidad el cine y la vida están más mezclados de lo que podamos creer. Y una serie de género negro que homenajea al cine negro. Hasta qué punto una plataforma convencional y entregada a audiencias masivas habría permitido que el cine clásico conviviera con el metraje de base es algo que tiene una respuesta que se antoja evidente.
Otra de las razones por las que parece una buena idea que la haya producido Apple tv es el giro tan brutal que se da en el capítulo 6. Es loquísimo y le otorga a la serie una nueva perspectiva, pero es que es de tal calibre que incluso hay espectadores que han abandonado los dos restantes por desavenencias con él. Es comprensible, pero para quien tenga la paciencia de seguir con el relato ha de saber que todo se integra a la perfección cuando tenemos en la mano el conjunto completo. Y como no cambiamos de tempo ni de estructura ni de objetivo, sino que continuamos con la meta establecida desde el episodio primero, asumimos con admiración la originalidad de la propuesta y seguimos con el viaje.
Y es que qué maravilla es Sugar. Cómo conjuga los géneros: el drama, el policíaco, el noir más elegante, los toques de humor, que también los tiene. Todo en ella es asombroso. Hace poco que Mi reno de peluche, la perturbadora serie de Netflix -que también es llamativo que una serie así esté en esa plataforma- dominaba la conversación y ahora nos llega otra al mismo nivel de calidad y desconcierto, aunque cada una en su propia parcela y con su propia personalidad, y están llevando a las series a cotas que el cine no está siendo capaz de alcanzar en un año en el que, fuera de la pasada temporada de premios, todavía ningún título está siendo todo lo redondo que debería.
El primer capítulo de Sugar concentra una cantidad de aciertos tal que sólo sus 50 minutos contienen más cine que la mayoría de las películas estrenadas este año. Dirigido, como casi todos -5 capítulos de 8-, por Fernando Meirelles, responsable de las sensacionales Ciudad de Dios y El jardinero fiel, de él se disfruta cada segundo, desde su preciosa secuencia de créditos inicial. Es un placer contemplar los emplazamientos de cámara, la iluminación, ese vestuario impecable de John, escuchar los diálogos, saborear ese finísimo montaje… es una gozada de capítulo. Y lo bueno es que ese es el alma de la serie. Toda va a continuar de ese modo, porque ese es el espíritu del personaje principal: la elegancia, el saber estar, la cultura, el conocer al ser humano a través del cine. Menuda lección nos da Sugar de lo bueno frente a lo más oscuro del hombre.
Vicio, perversión, corrupción… cuando una producción quiere mostrar lo peor de la industria del entretenimiento audiovisual llega muy lejos, lo haga a modo de comedia negra, como en El juego de Hollywood o Dos buenos tipos, o adentrándose en el noir que mezcla lo más fino con lo más sórdido, caso de esta serie. Quienes se acercan al lado oscuro del glamour nunca nos ofrecen una imagen amable de lo que sucede tras las bambalinas.
Colin Farrell es el absoluto protagonista de la serie. También es uno de sus productores. Podemos leerlo en la secuencia de créditos inicial que Apple no te da, afortunadamente, la oportunidad de adelantar. Es una gozada a ritmo de jazz e imágenes rotoscópicas en las que vemos un mosaico representativo de lo que es Sugar. Y tras esa secuencia, comenzamos. Y en cada capítulo Colin Farrell se luce como nunca. Fue una lástima que no ganara el Oscar como mejor actor protagonista por su trabajo en Almas en pena de Inisherin, donde estaba sensacional, pero es que aquí sigue con el listón igual de alto. Incluso puede que lo haya subido un poco más. Es muy brillante su interpretación de un buen profesional y una grandísima persona que no quiere hacer daño a nadie en ninguna circunstancia. Aunque con el ambiente que le rodea le cueste mantener ese propósito. Qué contención, que suavidad en sus movimientos, qué delicadeza en sus gestos, qué manera de alcanzar otra cima en su carrera. Sugar es todo un riesgo para cualquier actor y atreverse a asumirlo, y además a producir algo tan complejo, es un acierto de grandes dimensiones.
Sugar es una serie que debido a su duración es más fácil que resulte adictiva. La puedes ver en una tarde. Dos como mucho. Y no te va a dejar indiferente. Es clásica y es innovadora, es todo un reto pero a la vez una gozada. Conjuga comodidad y riesgo con un equilibrio asombroso y sale tan bien parada de la gesta que sólo se puede aplaudir a quienes la han hecho posible por habernos ofrecido una de las mejores series del año.
Silvia García Jerez