PENÉLOPE CRUZ: Lo mejor de Ferrari
O eso se viene diciendo desde que el 31 de agosto se presentó en el festival de Venecia. Penélope Cruz fue la única de sus intérpretes que salió beneficiada en las críticas que comenzaron a publicarse cuando se levantó el embargo. La única y lo único, porque ni siquiera la película, último trabajo del director Michael Mann, responsable de grandes títulos como El dilema o Collateral y otros nos tan brillantes, caso de Corrupción en Miami o Enemigos públicos, consiguió cosechar halago alguno.
Era una de las películas que más se esperaban de la pasada edición de la Biennale, de hecho fue la que inauguró el certamen, y dejó a quienes la vieron más fríos que el tacto de la carrocería de un coche tras una noche de copiosa nevada. Salvo las alabanzas a Penélope Cruz, que interpreta a Laura Ferrari, la mujer del dueño de la escudería de Fórmula 1, Enzo Ferrari, al que interpreta Adam Driver, nada ni nadie más parecía salvarse del conjunto.
El film se sitúa en el año 1957, cuando por un lado su matrimonio estaba en crisis por la pérdida de su hijo y debido a la relación extramatrimonial con Lina (Shailene Woodley), una mujer que iría cobrando importancia en la vida de Enzo, y por otro la marca de coches se resentía por los vaivenes del mercado, algo que se vería agravado por el accidente que provocó uno de sus coches en la competición de la Mille Miglia, que causó la muerte de nueve personas.
Laura ha de lidiar con una situación que la supera, pero hace uso de su temperamento y su astucia para no acabar ahogada por las circunstancias. Ella sabe que no está en una buena situación. Ni la empresa que fundó con su marido ni en la convivencia entre ambos, y Penélope la interpreta con toda la fuerza que es capaz de transmitir desde la pantalla con una caracterización excesivamente desaliñada para demostrar que por fuera está tan deshecha como por dentro. Pura representación del melodrama clásico.
Podía haber logrado, decían, una quinta nominación al Oscar. Como mejor actriz secundaria. En el año en que Da´Vine Joy Randoplh por Los que se quedan suena como única posible ganadora de la estatuilla, pero entrar en el quinteto le hubiera supuesto a Penélope seguir aumentando su leyenda. No lo ha conseguido y para muchos es una injusticia. Lo cierto es que la madrileña le pone el alma a su trabajo pero no brilla más que en otras ocasiones.
Tal vez el problema sea el idioma. Penélope Cruz ha trabajado varias veces en italiano. La primera fue en 2004, de la mano de Sergio Castellito, en No te muevas. Una interpretación muy alabada pero un tanto excesiva, no acababa de ser creíble. Repitió con Castellito en 2012 con Volver a nacer, una cinta con no demasiada repercusión. Hace un par de años la vimos en otra película italiana, L´Inmensitá, en la que se convertía en una ama de casa que cantaba a Rafaella Carrá para evadirse de su realidad, y ahora vuelve a un personaje italiano, de nuevo una mamma de las que tanto se le aplauden. Pero en este caso en una producción norteamericana destinada al mercado internacional, así que el idioma escogido para el rodaje ha sido el inglés, no el italiano. Penélope habla, en ella, un inglés con acento que no sumerge en el relato. En tiempos en que las películas y las series, gracias también a las plataformas, ya se ruedan en el idioma que se habla en los lugares en que sucede la trama, a veces mezclando hasta cuatro o cinco de ellos, no se entiende que se elija el inglés antes que el italiano para contar la historia de una escudería italiana de Fórmula 1 y la de su dueño, su mujer y su amante. No estamos en los años 80 o 90, cuando era comprensible que se hablara inglés en cualquier producción norteamericana, ahora se requiere un acercamiento a la realidad también en ese aspecto del rodaje.
Penélope Cruz, por lo tanto, hace lo que puede por acercarse a su personaje. Ella habla varios idiomas, incluyendo el italiano, podría haberla rodado, como ya ha hecho, en ese, pero el resto del reparto, el director y probablemente gran parte del equipo requerirían del inglés como base, y los productores no habrían permitido otra cosa. De este modo, la credibilidad del conjunto se resiente.
Y no es que Ferrari hubiera sido excelente si ese aspecto se hubiese cuidado. El guión es endeble, no tiene fuerza, y la dirección de Michael Mann no lo hace más interesante. Si algo resulta fascinante es porque lo que sucedió lo era, no porque la película lo transmita. Y es una lástima encontrarse a un gran actor como Adam Driver derrapando en sus decisiones. Una película tras otra. Ya lleva unos cuantos traspiés, La casa Gucci incluida, y hace tiempo que no vemos reflejado su talento en la pantalla. Y lo tiene, es un hecho, Annette o Historia de un matrimonio nos lo recuerdan, pero si el proyecto no es bueno y además se le ve sin ganas de defender su personaje, su arte se diluye y dejamos de advertir al estupendo intérprete que lleva dentro.
Penélope Cruz puede que sea lo mejor de Ferrari, pero sacar la cabeza desde un nivel tan bajo no te la asoma demasiado. Y Penélope es, lo lleva demostrando muchos años, una actriz colosal. Se ha esforzado mucho por llegar a ser lo buena que es ahora, y lo ha conseguido. Por Madres paralelas obtuvo su cuarta nominación al Oscar, como mejor actriz protagonista, y debió haberlo ganado. Estaba descomunal en una película donde ella era el alma del relato. Y el Oscar que ganó por Vicky Cristina Barcelona, interpretando a una loca tan desquiciante como divertida fue uno de los premios que mejor ha dado la Academia norteamericana en su historia. Muchos lo discuten, otros lo defendemos. Estaba sensacional en una película espléndida que gana a cada visionado.
La nominen a premios o no, y esto último no suele suceder porque es el ojito derecho de las academias del mundo, Penélope brilla. En la pantalla y fuera de ella. Es el centro de atención siempre, en las alfombras rojas, en las entrevistas, hay decenas de peticiones para conseguir unos minutos con ella y los periodistas que lo logran pueden sentirse afortunados. No a todos les toca, es una actriz muy solicitada. Y cada vez, reconozcámoslo, menos discutida. A una una intérprete con esa trayectoria no se le puede discutir demasiado.
En sus comienzos sí, y mucho, a cada película, pero llegaron títulos como Belle époque o La niña de tus ojos y eso empezó a cambiar. Y poco a poco ha consolidado un estatus al que pocas actrices han llegado. Casi, casi, puede decirse que sólo ella, incluyendo a compañeras norteamericanas que ganaron el Oscar antes o después y a las que apenas se las ha visto en personajes relevantes en la gran pantalla desde entonces. Y la lista, a ese respecto, no es corta: Halle Berry, Helen Hunt, Holly Hunter, Jessica Chastain o Hilary Swank y Jodie Foster, estas últimas con dos estatuillas cada una y carreras demasiado irregulares en los últimos años. La constancia de Penélope Cruz a la hora de saber escoger películas y personajes, a la hora de estar permanentemente en primera línea de la industria es extraordinaria.
Trabajar en Estados Unidos, en España, en Europa, con directores de prestigio, en proyectos a priori siempre interesantes, con una variedad de personajes espectacular y siendo nominada a multitud de premios, incluyendo al SAG este mismo año, el del gremio de actores, que no la ha nominado al Oscar pero sí al que se conceden sólo entre ellos no es algo que suceda con regularidad. En realidad es todo lo contrario, un auténtico hito. Toda esa lista tan fabulosa de logros no está más que a su alcance. Así que si Ferrari no ha resultado ser la película que muchos esperaban ya llegará otra. En marzo empieza a rodar con Maggie Gyllenhaal en la dirección una película sobre Frankenstein junto a Christian Bale, Annette Bening, Jesse Buckley y Peter Sarsgaard, excelente actor, sí, pero marido de Gyllenhaal también. Sólo con este reparto ya dan ganas de verla. Penélope sigue sumando, sigue brillando y sigue siendo una leyenda.
Silvia García Jerez