NO MIRES A LOS OJOS: El escondite perfecto

No mires a los ojos de la gente es una mítica canción de Golpes bajos, cantada por la voz inconfundible de Germán Coppini y grabada en Madrid en mayo de 1983, dentro de lo que se conoce como La movida madrileña. Ellos fueron uno de los grupos más laureados dentro de ese movimiento contracultural de apertura en la época de la Transición.

Ahora, No mires a los ojos es el título de la última película de Félix Viscarret, basada en la novela de Juan José Millás Desde la sombra, publicada en 2016 por Seix Barral, en la que la canción de Golpes Bajos no es que sea solo protagonista, a modo de leit-motiv, es que es una base fundamental para ir guiando la historia que narra. Y lo hace a un nivel prodigioso. No mires a los ojos acaba siendo un desglose en imágenes de la letra de No mires a los ojos de la gente. Es como haberle encontrado una historia idónea que, visualmente, se adapte a esa letra. Y eso es un reto que ha resultado ser fascinante.

La película cuenta la odisea de Damián (Paco León), que yendo un día al trabajo, en el que lleva 20 años, ve, casualmente, un armario clásico en un camión. Llega a su puesto de ebanista y en medio de un arreglo su jefe lo llama. Y lo despide. Él, enfadadísimo, pretende robar el dinero de la caja, pero no consigue abrirla y en la lucha con ella la rompe. Y claro, tiene que salir corriendo para que su jefe no lo pille. En esa carrera encuentra de nuevo el armario y decide meterse en él. Y el camión arranca y se va. Con él dentro. Y llegan a la casa en la que el armario va a situarse. Y él sigue dentro. Ya está en el cuarto de la pareja que habita el hogar. Ahora qué. Lo que sigue es una de las mayores aventuras que nos ha dado el cine este año.

Damián, (Paco León), contando su historia en el programa de Sergio O´Kane (Juan Diego Botto)

No mires a los ojos es, en su forma más literal, puro realismo mágico. Y no solo cuando responde a la definición de lo extraño mostrado como algo cotidiano y común, sino también cuando la realidad del personaje de Damián se convierte en algo mágico, también dentro de su propia realidad, en su percepción. La realidad se transforma en algo irreal, pero sigue siendo su realidad y a la vez la realidad sigue su curso en una casa que es el escenario real de lo que Damián nos está contando a los espectadores, que también son los espectadores del programa de entrevistas al que ha sido invitado para narrar lo que ha vivido. Un programa presentado por Sergio O´Kane (Juan Diego Botto), un periodista que, en una mezcla de tradicional, en la forma, y contemporáneo en el fondo, parece más interesado en la parte morbosa del relato que en la angustia que Damián desarrolla.

Pero Damián no se desvía. Quiere contar lo que pasó y lo que pasó es esto que vemos en la pantalla. La historia de un hombre sin nada que perder que de repente comienza una vida que nunca esperó que fuera a ser la suya.

Félix Viscarret cuenta No mires a los ojos de una manera prodigiosa, con recursos necesarios pero inesperados. Es muy difícil tomar esas decisiones visuales tan inusuales como asombrosas que a la película le sientan de maravilla. Planos subjetivos que tardan en enseñarnos a los personajes que van a poblar el relato; una presencia constante de Damián en el interior del armario, que resulta ser su escondite perfecto; sus múltiples capas de realidades, objetivas y subjetivas, que nos van a llevar a una dimensión de la historia que se expande hasta el surrealismo más antológico… por momentos No mires a los ojos recuerda al viaje al que nos transportaba Cómo ser John Malkovich.

Sin ser la misma historia, ni contarla de la misma manera, sus universos eran igual de flexibles y no siempre nos llevaban a los lugares comunes a los que la lógica nos acercaría. Si en Cómo ser John Malkovich teníamos que dejarnos llevar hasta ver dónde llegábamos, en No mires a los ojos también tenemos que practicar ese ejercicio de confianza con el director y con unos actores sensacionales que nos ayudan a estar centrados en cada momento. Y, por supuesto, una canción que nos sigue sirviendo de guía y nos acompaña para continuar orientándonos.

Damián (Paco León) tratando de pasar desapercibido en la casa a la que llega

Los intérpretes están espléndidos, pero lo de Paco León es sublime. Es su segundo trabajo de este año, el primero fue la sensacional Rainbow, tan loca como la película que ahora nos ocupa, aunque de una manera muy distinta. Rainbow solo la dirigió, como ocurrió con Carmina o revienta y Carmina y amén, o Kiki, el amor se hace. En No mires a los ojos es el protagonista, y nos deja impresionados. Menuda forma de absorber la atención en un personaje lleno de contradicciones: bueno y malo, justiciero y clemente, enclaustrado pero lleno de imaginación, capaz de crear un mundo en la oscuridad de las escasas dimensiones en las que transcurre su nueva situación. Un hombre tímido, reservado, pero a la vez un ser decidido que nos descubre cualidades luminosas poco comunes. Uno de los personajes del año.

Es complicado hablar de No mires a los ojos ensalzando sus virtudes sin desvelar sus secretos, que son muchos, muy ricos y variados. Hablar de ella sin decir nada. Para mantener la magia que su contenido va ofreciendo sin que éste, mientras se va desplegando, deje de ser sencillo de entender. Porque sus diferentes realidades pueden confundir, pero Félix Viscarret tiene mucho cuidado de que eso no suceda, y creo que lo consigue.

No mires a los ojos es una joya. De las mejores y más originales películas del año, aunque esté basada en un material previo, pero cada paso que da es insólito. Eso es innegable. Su construcción, cómo está hecha, cómo está contada, su forma de manejar al espectador a su antojo siguiendo su propia lógica, no la nuestra, es una gozada. Por hacer viajes así desde la butaca merece la pena ir al cine. Al ver películas como esta uno entiende por qué lo ama. Para ver lo mismo ya están las películas convencionales. No mires a los ojos no tiene nada de convencional. Y supone una experiencia colosal.

Silvia García Jerez

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