LLENOS DE GRACIA: Regateando al futuro
Llenos de Gracia es una película deliciosa. Tengamos eso presente. No subestimemos la historia de unos niños un tanto díscolos que viven en un orfanato que se cae a pedazos y cuyo estado amenaza su cierre, al que llega una monja con unos métodos educativos un tanto particulares que poco a poco, con paciencia e imaginación, va haciéndolos entrar en vereda gracias a su propuesta de crear un equipo de fútbol que vaya compitiendo con otros centros educativos en mejor estado y posición para ganarles. No la subestimemos porque se merece todo el amor que podamos darle.
Puede que su argumento recuerde al de Campeones. No deja de ser un esquema parecido, con la comedia como género que envuelve el conjunto. Pero es mucho mejor que aquel taquillazo que España envió a luchar por el Oscar. De hecho, muy superior a aquella.
Inspirada en una historia real, Llenos de Gracia se sitúa en el verano de 1994, cuando la Hermana Marina (Carmen Machi) llega a El Parral en el, previsiblemente, último verano que esté abierto. Los chicos han perdido la ilusión por aprender y por divertirse, ya nada parece interesarles, y las monjas que les dan clase, incluyendo a la Madre Superiora (Nuria González) han abandonado la esperanza de poder lograr algo positivo de ellos. Pero el fútbol va a ser el detonante para que todo cambie e intenten enfrentarse a la vida con la fuerza que no tenían, y de entre todos ellos hay uno que va a destacar por encima de los demás: Valdo Lopes (Dairon Tallon), más conocido como La pantera de Laciana, o La Gacela, en el mundo del fútbol profesional.
Con Llenos de Gracia, Roberto Bueso dirige su segunda película tras la estupenda La banda, un trabajo que rodó en un precioso blanco y negro. Aquí nos cuenta la historia a todo color, presentándonos unos personajes que a pesar de sentirse grises por dentro, irradian un auténtico arcoiris, la paleta completa de emociones nada contenidas. Por muy traviesos que sean, son unos chicos que solo quieren cariño y tener puestas sus esperanzas en algo que no sea vivir entre paredes que se caen a pedazos. Y cuando los vamos conociendo comprobamos que son alegres, graciosos, divertidos, con un sentido del humor sanísimo. Y nos contagian su magia.
Marina cae rendida a sus pies y sabe que algo hay que hacer para ayudarlos. Y se pone en marcha para lograrlo. Hará lo que sea necesario, y lo hará bien, con el mismo humor y la misma empatía que sabe que tienen ellos. De este modo, la ternura y las carcajadas van a inundar la pantalla.
Llenos de Gracia es puro cine familiar, del que disfrutar todos juntos en el cine o en casa, cuando llegue el momento de esa ventana de distribución. Parece fácil hacer una película así, pero no lo es. Tienen que darse tantas cosas… y en esta se juntan un guión sólido, una dirección espléndida, un ritmo asombroso, un humor fino alejado de lo grosero y un reparto de niños adorables que por muy traviesos que sean consiguen que no te caiga mal ninguno. Eso es un hito. Mérito de esas célebres directoras de reparto llamadas Eva Leira y Yolanda Serrano, que llevan siendo una marca entre los directores de casting desde 2002. Debería haber un premio para todo el elenco en su conjunto, como da el gremio de actores en Estados Unidos, porque además de los niños, los actores adultos también están fantásticos.
A Llenos de Gracia no se le puede poner ninguna pega. Es tan divertida, dulce y bonita que merece aplausos a cada rato de proyección. El fútbol como salvación del alma, como sanador de la angustia, como meta para salir del agujero, no como ideal de riqueza. Como espíritu competitivo cuando todavía es un deporte sano antes de que lleguen avaricias mayores que puedan oscurecerlo. Y eso lo cuenta tan bien que nos derrite el corazón y nos deja una sonrisa en la cara, la de haber visto una película deliciosa.
Silvia García Jerez