ETERNALS: Superhéroes efímeros
Eternals es la última entrega de superhéroes que nos llega a la gran pantalla. Es del sello Marvel. El infalible sello Marvel… hasta que cambia de estilo y se vuelve plomizo. Como en este caso. Marvel no parece tener término medio: u ofrece acción desenfrenada con humor canalla y repite su fórmula hasta el hartazgo o cambia su rumbo y hace algo introspectivo, sin dejar la acción de lado, pero con un esquema tan íntimo, tan filosófico incluso, que nos aleja de la propuesta.
Eternals nos presenta a unos nuevos superhéroes. Ningún Vengador a la vista. Estos son otros, con la misión de proteger a los humanos de las criaturas llamadas Deviantes, unos monstruos depredadores que atacan a todo el que se les cruza en su camino.
Los Eternals son humanoides del planeta Olympia, experimentos genéticos que los dioses cósmicos conocidos como Celestiales hicieron con los humanos hace millones de años. Les dieron sus poderes, en muchos de sus casos sanadores, no destructores y todos están unidos por una norma común: no interferir en los conflictos humanos, ni en sus guerras o sus disputas, a menos que un Deviante esté involucrado. Entonces es incluso su obligación.
Con esta base, por mucho sello Marvel que tengan, no parecen unos superhéroes tan atrayentes. Y no lo son.
Eternals está dirigida por Chloé Zhao, ganadora del Oscar a la mejor dirección este mismo año por Nomadland, una película tan bella como aburrida. Desde que se coronó la reina de la noche de Hollywood, el pasado mes de abril, ya se sabía que Zhao iba a hacerse con los mandos de esta superproducción, y está claro que a pesar de lo que Marvel implica, Chloé ha impuesto su impronta y ha conseguido que también una película de corte comercial se haga pesada.
Y no solo eso, es que muchas decisiones de guión son arbitrarias. Llega un momento en que parece que todo pasa porque sí, sin un claro propósito, sin una estructura que dé soporte al conjunto.
Las escenas de acción son eternas, como el título. La secuencia del campamento es tan larga que resulta un despropósito. Pero es que las que no son de acción tampoco importan demasiado. Solo son llamativas las que destacan la visibilidad de la diversidad: el personaje de la superheroína sorda, cuota minoritaria que hay que cubrir, como el de los personajes abiertamente gays en la cinta, que también Marvel tiene que modernizarse. Sobre todo porque si estamos ante una película diferente, que lo sea en todos los ámbitos y con todo tipo de representaciones sociales.
Llama la atención, hablando de sus personajes, el número de rostros conocidos que llenan su reparto. Desde Kit Harrington, el Jon Snow de Juego de Tronos, hasta Barry Keoghan, el chico que se comía el plato de spaguetti en la estremecedora El sacrificio de un ciervo sagrado, pasando por Richard Madden, otro de los intérpretes de Juego de Tronos, en su caso, el que interpretaba a Robb Stark.
A todos ellos se les unen dos estrellas del calibre de Salma Hayek, en un papel secundario de esos de personalidad invitada, y de Angelina Jolie, que aquí es Thena, posiblemente el personaje más agresivo de todos. Es decir, una mujer tiene el personaje más agresivo de todos y no es un spin off. Algo tan espectacular como la propia Angelina Jolie. Es impresionante el grado de perfección que es capaz de alcanzar. No hace falta ni que hable para demostrar que cuando ella está en la pantalla le hace sombra a quien la comparta con ella. Es una estrella de ese nivel.
Aquí el humor no es una de las características a reseñar. Lo hay, sí, pero es puntual, no primordial, como sí lo ha sido en otras películas de superhéroes. En Eternals todo es más conceptual, más elevado, incluso más filosófico, exactamente aquello de lo que huye el espectador que quiere divertirse yendo al cine.
Tampoco los efectos visuales tienen un peso enorme. Se trata de efectos integrados en la pantalla, decoración, fondos y todo lo que no se nota como tales a simple vista. Sí, encontramos personajes que vuelan, poderes que se generan a base de círculos, armas que nacen con solo desearlo, ese tipo de efectos. Pero no son especialmente vistosos, parecen de otra época, esa en la que la tecnología no podía llegar a más. Y eso también decepciona.
Eternals es, por lo tanto, una película efímera. No queda recuerdo de ella, más allá de lo que tardan sus dos horas cuarenta y siete minutos en pasar. Porque por muy distinta que sea dentro del esquema de películas de Marvel hay algo que no cambia: sus escenas post créditos. Eternals tiene dos, una tras los del grueso de actores y principal equipo técnico y otra tras el roll de créditos, ese que dura más. Dos horas y cuarenta y siete minutos que hay que ver en su totalidad. Pero a la salida no deja huella. Una lástima invertir tanto tiempo en algo que en teoría iba a ser divertido y acaba siendo lo contrario.
Silvia García Jerez