LA CURA DEL BIENESTAR: salud truncada

La cura del bienestar relata la extraña historia de un joven ejecutivo (Dane DeHaan) al que su empresa envía a un lugar de los Alpes suizos para encontrar y traer de vuelta a Nueva York al presidente de la compañía, con el propósito de que haga lo imposible para que las acciones de la misma no sigan cayendo en bolsa. Pero Lockhart, el empleado enviado, comienza a descubrir en el balneario al que lo mandan oscuros secretos de los que pronto descubrirá que no tiene escapatoria.

La cura del bienestar
Lockhart recorre los pasillos del inquietante balneario

La cura del bienestar es lo nuevo de Gore Verbinski, director en cuya cara consta el haber sido el hombre responsable de buena parte de la saga Piratas del Caribe y cuya cruz no deja de ser el haber estado detrás del bochorno que supone El llanero solitario, una de las experiencias cinematográficas más decepcionantes de las últimas décadas.

Aunque también es cierto que antes de hacerse mundialmente famoso gracias a las películas de Jack Sparrow, Verbinski se estrenó en la dirección con la estupenda Un ratoncito duro de roer, nos regaló The mexican, uno de los trabajos más olvidados y más reivindicables de un jovencísimo Brad Pitt, y volvió a estropear su trayectoria rodando el inevitable remake americano de The Ring, la cinta japonesa de Hideo Nakata.
Dejada la saga pirata en manos de otros directores desde la cuarta entrega, ahora nos presenta un proyecto que también ha escrito y producido, La cura del bienestar, un título que lógicamente tiene un contenido muy alejado de la tranquilidad que promete porque de no ser así la película sería muy aburrida.
Y de aburrida no tiene nada por mucho que su tempo lento pueda indicar lo contrario. Ese ir descubriendo los misterios que se ocultan en el balneario por parte de Lockhart (estupendo Dane DeHaan), con la parsimonia que da la obligación de hacer las cosas con discreción, y con la tensión continua de que puedas ser descubierto en cualquier momento, hace que cada pista sacada a la luz adquiera el valor del triunfo sobre aquellos que pretenden la inactividad de nuestro protagonista.

El doctor Volmer (Jason Isaacs) entregado a su nuevo paciente

La cura del bienestar es un ejercicio de terror que no corresponde a nuestro tiempo. El cine de género contemporáneo exige un ritmo que Verbinski no contempla y tal vez por eso pueda pasar por un film más pesado de lo esperado en un realizador que entretuvo al mundo con sus trepidantes historias de piratas.

Pero no hay que dejarse llevar por las apariencias. Una vez que entramos en el balneario cambiamos de universo y nos enfrentamos a muchos de los vistos en los años 70, de los que Verbinski es un auténtico fanático. En concreto cita Amenaza en la sombra como obra admirada, película que protagonizó Donald Sutherland y que tiene como referente a una niña con un abrigo rojo tiempo antes de que otra hiciera mítica esa prenda en La lista de Schindler.
En La cura del bienestar, pese a lo dicho, vienen a la mente otros títulos. El resplandor o Shutter Island en primera medida, también debido a que Dane DeHaan tiene un asombroso parecido con Leonardo DiCaprio, que en la película de Martin Scorsese también investigaba en un sanatorio.

La cura del bienestar
Lockhart (Dane DeHaan) pasándolo mal en LA CURA DEL BIENESTAR

Aunque incluso resurgen en nuestra memoria películas muy anteriores, de las que protagonizaba Vincent Price en los años 40 y 50 y no llegaban a durar las dos horas y media que Verbinski utiliza.
Aún así las dos primeras son admirables. El desasosiego es continuo debido a los pacientes que se van relacionando con Lockhart, el extraño ambiente en las habitaciones que ocupan, las horas de tratamiento que les corresponde, aparentemente cada vez más descontroladas, la presencia de una inquietante jovencita por algunas de las zonas más apartadas del balneario con un aire más fantasmal que real. Todos estos elementos le confieren a La cura del bienestar unos cuantos puntos muy positivos.
Pero llega el momento de atar cabos y no hay forma. La racionalización de lo expuesto no tiene un sentido en la lógica de la ciencia y toda explicación en la que la lógica busque camino resulta forzada. Por lo tanto, después de todos los intentos para lograr un film de género sobresaliente la cinta acaba cayendo en los lugares comunes del ridículo.
Que el final de una película sea tan malo deja un recuerdo muy negativo. También ocurre muchas veces el efecto opuesto, cuando una cinta no demasiado afortunada eleva el nivel en el último fragmento y su acierto tardío crea la falsa sensación de estar ante una gran película.
No es el caso de La cura del bienestar, pero no por ello merece el destierro. Aunque no se trate de un trabajo redondo sí es meritorio y aunque su éxito en cine se adivine limitado no es ninguna locura darle una oportunidad y no suspenderla del todo. Hemos visto títulos mucho peores que este, incluso del director que nos ocupa.
Silvia García Jerez

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