CLOSE: Adolescencia truncada
Ser un adolescente no es fácil, ni para quien lo es ni para quienes lo soportan, pero en Close, la segunda película de Lucas Dhont tras la fabulosa Girl, queda más que patente que para algunos niños que están entrando en ella es más que un infierno.
Presentada al Oscar por Bélgica para intentar llegar a competir por el Oscar en la categoría de Mejor Película Internacional en 2023, tras ganar el Gran Premio del Jurado en el festival de Cannes de este mismo año, Close es otro trabajo de orfebrería de un director que ya nos habló de la adolescencia en su ópera prima desde un prisma tan incómodo como el que aquí plantea: si en Girl contaba la historia de un chico que quiere dar el paso de operarse para cambiarse de sexo a los 15 años, en Close se acerca a dos chicos de 13 que se hacen muy amigos hasta que su amistad se trunca por un suceso que lo cambia todo.
Léo (Eden Dambrine) y Rémi (Gustav De Waele) se lo pasan muy bien juntos. Se divierten, comparten mucho tiempo uno en compañía del otro e incluso uno se queda a dormir en casa del otro, como cualquier pareja de amigos que empiezan a descubrir que la amistad más allá de la niñez es propicia a confidencias, risas y a otro tipo de relación que lleve a mayor complicidad que cuando eres más pequeño. Pero en el caso de Léo y Remi está yendo más allá.
Sin ser conscientes de ello, porque a esa edad se empiezan a descubrir muchas cosas, su mutua compañía se va convirtiendo, sutilmente, en algo más, hasta el punto de que Léo sea objeto de burla por parte de sus compañeros del colegio. Eso lo descoloca tanto que su decisión al respecto tiene una consecuencia estremecedora. Y Léo no volverá a ser el mismo, al igual que nosotros dejaremos de ver Close con los ojos inocentes con los que nos estábamos enfrentando a ella.
Close es una filigrana de una sutileza prodigiosa. Puede que haya espectadores a los que se les haga un poco pesada, pero la película necesita esa intimidad, esos silencios, esa reflexión interna, que es la de quienes atraviesan un desierto sin nada a lo que agarrarse. Porque cuando la vida te ha golpeado a una edad a la que no entiendes bien qué está pasando el mundo se convierte en un lugar mucho más hostil del que ya era cuando estabas entrando en la adolescencia.
En Close su espléndido protagonista nos hace cómplices de un dolor que no sabe gestionar. El silencio es la herramienta con la que se defiende. La palabra es inútil porque puede hacer daño y el silencio es un refugio del que no quiere salir hasta que asuma lo que está viviendo. Algo imposible, por otro lado.
Crecer es complicado, y más aún cuando te tienes que enfrentar a las masculinidades tóxicas a las que, ya desde tempranas edades, se te somete. El ser humano no está preparado para una sociedad tan cruel como ésta, y menos en el colegio, donde parece que si no estás en el lado de los abusadores lo tienes muy difícil para estar tranquilo. Pero, ¿cómo afrontar el futuro cuando algo marca irremediablemente tu presente?
Lukas Dhont deja a un lado el estilo explícito con el que contó Girl para volverse íntimo, aunque no por ello menos sobrecogedor. El modo de narrar puede y debe ser diferente en cada ocasión, en cada historia, y más para conseguir los resultados que pretendes. Tanto en Girl como en Close el cineasta belga nos enseña la adolescencia desde puntos de vista diferentes, ambos complejos, ambos llenos de tabúes a los que la sociedad da la espalda prefiriendo hacer burla de ellos en lugar de integrar a quienes no son iguales.
Close es una genialidad a la que a lo mejor se le puede discutir su epílogo, por innecesario, pero igualmente conmovedor, como la película a la que precede. También es un ejercicio de cine con mayúsculas que busca exponer una realidad que existe aunque se quiera negar que quienes la sufren lo hacen hasta el punto de vivir bajo su sombra, y quienes la vemos plasmada en una película la tomamos como algo ajeno, siendo muy cercano, a veces tanto que nos cuesta mirarla a los ojos y afrontarla. Por eso se necesitan películas como esta, para hacernos más conscientes de lo que implica, para muchos, ser diferente, de lo que supone no sentirse integrado por motivos que escapan a tu control. Por eso Close es una película tan admirable, porque llega al corazón de lo negado para darle voz a quienes no pueden alzarla.
Silvia García Jerez