Cine espectacular vs Cine espectáculo

Enfrentar el cine espeLas horasctáculo al cine espectacular viene a ser un tema parecido al de actores que son estrellas frente a los intérpretes que son actores. A veces coincide, pero no tiene por qué ser lo mismo, y no hay que confundirlos.
Y es que hay actores malísimos, a los que difícilmente se les puede calificar como tal, que venden las películas casi sin necesidad de publicidad, aunque la tengan, porque nada hay más estimulante para un fan que el continuo recordatorio de que la película que quiere ver está a punto de estrenarse, para que cuando llegue el producto final a nuestras salas solo tengan que pasar, y encantados, sea o no día del espectador, por la taquilla.
Mientras que hay actores que siendo maestros en su lo suyo, que habiendo ganado premios o solo prestigio, como si lo segundo fuera poca cosa, no consiguen llevar al número 1 sus títulos. Eso sí, son buenos, buenísimos, pero si vamos película a película de cuantas componen sus filmografías, en realidad no están tan vistas. ¿Cómo podemos ratificar, entonces, por nosotros mismos, lo mucho que valen?
Existen ocasiones en que ambas circunstancias se juntan, en que un actor excelente es capaz de congregar masas en las salas, pero también es cierto que cada vez pasa menos, y si no, atendamos al ejemplo de Tom Cruise, que cuando quiere (y puede, que Hollywood es un lugar poco dado a experimentos) se luce y brilla como nadie, pero que al meterse de lleno en un Blockbuster no termina de lograr la apreciación pretendida. Lleva décadas en el negocio, sabiendo cómo funciona, pero éste muta y no responde siempre a las mismas reglas, aunque lo parezca.
Y es que el buen cine es algo muy subjetivo. Lo que a mí me parece una joya, el vecino lo puede calificar de castaña, y los dos tendremos razón. Es lo que ocurre con el arte. Pero todos sabemos que en lo que a cine se refiere el arte y el entretenimiento no siempre van de la mano. Muchas veces, ni por el mismo carril. Hay quien prefiere el entretenimiento y huye del arte y quien opta por el segundo antes que por lo primero. Es así, por mucho que afirmemos que nos vale todo, que todo es bienvenido. No lo es. Si te da pereza ver un título de entretenimiento porque crees que vas a volver a ver lo mismo de siempre, está claro que prefieres el arte, arriesgar con una obra que desconoces sin saber por ni hacia dónde te llevará, ni si te agradará el conjunto al final, pero sabes que el viaje te compensa porque al tratarse de algo diferente, si no te llena, te sirve de experiencia.

En cambio hay qBillyuien no desea aventuras audiovisuales, quien tiene claro que los vericuetos extraños, las imágenes no previstas, acaso metafóricas, que el director elija para narrar una historia no son su fuerte porque éstas, lejos de fascinar, van a conseguir alejarlo de aquello que ocurra en la pantalla. Ese es el argumento, perfectamente válido, que lleva de cabeza a la sección del entretenimiento.
¿Pero qué ocurre cuando las tornas cambian y éste se vuelve en contra de lo que habíamos pensado? ¿Qué pasa cuando esperábamos fuegos artificiales y la pólvora resulta estar pasada? ¿Y qué sucede cuando nunca creímos que una película pequeña e intimista nos fuera a sobrecoger y lo logra hasta convertirse en nuestra favorita, contra todo pronóstico?
No sería raro encontrar espectadores a los que Billy ElliotLas horas les resulte más redonda que Titanic, a día de hoy tan denostada. En el momento en que se hicieron seguro que sus responsables no estarían tan convencidos de que años después la última sería un ejemplo de gran superproducción con escasa estima y las dos primeras de cine superlativo.
Porque a veces el espectáculo va por dentro e importa más la construcción de una película, su engranaje y correcto funcionamiento, que el envoltorio, que al desplegarlo en los minutos de proyección se desinfla en una nada vacía. ¿Cuántos supuestos grandes títulos nos han decepcionado y qué número de cintas en las que en principio no confiábamos han acabado dándonos lo que a otras le pedíamos y no obtuvimos?
La pereza de ver una película que no nos apetece demasiado tal vez sea mucha, pero si la satisfacción al acabarla resulta considerable, vale la pena vencerla y disfrutar lo que nos ofrezca. Para quitarlo, si la vemos en casa, o marcharnos del cine, si somos de mostrar de esa manera el desengaño, siempre estamos a tiempo, pero si descubrimos algo que nos colme, no nos arrepentiremos de haberlo intentado.

Silvia García Jerez

@Silbidos

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